La acuicultura en pequeña escala podría ser una de las respuestas a la escasez de productos del mar en nuestras costas. Y podría venir en ayuda de las voces de alerta que auguran el colapso de las pesquerías en Chile para las próximas décadas. El caso de la “chicoria de mar” en la Caleta Río Seco es un buen ejemplo de lo que se puede hacer cuando hay voluntad de las partes.
Los científicos llegaron a la conclusión de que Pisagua es uno de los ecosistemas marinos más ricos y variados del país. Sus pobladores, entusiasmados con esta buena nueva, trataron de sacar adelante la categoría de “área marina costera protegida de múltiples usos”, para potenciar sus bondades, pero se han estrellado con la cruda realidad: el abandono de todos los estamentos del Estado.
“El abandono institucional y estatal que viven dichas localidades muestra cómo la exclusión no sólo se vive entre la capital y las regiones del país, sino también dentro de las mismas comunas. En consecuencia, el borde costero ha sufrido una constante indiferencia, que se observa en la realidad de cientos de viviendas y barrios construidos por los habitantes locales, que actualmente son definidos por las autoridades como “ilegales”, estado que los mantiene sin acceso a la red pública de agua potable, alcantarillado y electrificación”.
Aunque a todos nos enseñaron en el colegio que el pueblo chango se extinguió hace cientos de años, el reciente reconocimiento por ley de su existencia vino a cambiar un paradigma que se había sostenido por décadas. Una serie de investigaciones y artículos de prensa han mantenido el debate en torno del tema. Aquí va una muestra de los argumentos a favor y en contra de la tesis que triunfó en la Cámara de Diputados.