EL MAR Y LOS LOBOS MARINOS: una crónica de retos y complejidad

Solíamos pensar que el mundo era tan grande y el océano tan resistente, tan vasto, que no podíamos dañarlo, y aunque lo hiciéramos, no entendíamos por qué eso afectaría a aquellos que lo habitan. Optamos por una perspectiva terrestre porque nuestro mundo se comprende desde la tierra. Vivimos y crecemos aquí, y el misticismo del mar, así como nuestra relación con él, se ve encapsulado en una historia compleja. Hasta cierto punto, nuestras decisiones sobre el océano y la forma en la que interactuamos con él y las criaturas que lo habitan han sido tomadas desde un terrecentrismo y una falta de comprensión sobre las crónicas íntimas que existen en algo que pareciera invisible.

Ciencia y Medio Ambiente02/07/2023 Alexa Robles-Gil
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Su estatus actual: las poblaciones están amenazadas por efectos antropogénicos.

Debido a que la vida en los océanos es abstracta y su significado para nuestra propia existencia es poco claro, ha abierto un espacio en este diálogo para intentar comprender este vínculo. Nuestra historia con los mares ha sido turbulenta e indefinida, llena de estragos violentos, pero también de profunda ternura, y dentro de ella, se encuentran unos mamíferos marinos con una resiliencia trascendental–los lobos marinos.

Las perspectivas humanas sobre el maritorio no podrían estar mejor ejemplificadas que la historia entrelazada que tenemos con estos animales. Desde el uso de su carne hace 5.000 años por pueblos originarios del hemisferio norte, las cazas en los siglos XVIII y XIX que casi los lleva a la extinción, seguido por su recuperación en el siglo XX, hasta su estatus actual: poblaciones amenazadas por efectos antropogénicos.

Descendientes de un ancestro terrestre, los pinnípedos son un grupo de mamíferos marinos que incluyen a los lobos marinos, las focas y la morsa. Los lobos marinos forman un conjunto de seis especies que pertenecen a la familia Otariidae.

HILOS EVOLUTIVOS

Para comprender su historia, es importante conocer qué es lo que los hace tan singulares. Descendientes de un ancestro terrestre, los pinnípedos son un grupo de mamíferos marinos que incluyen a los lobos marinos, las focas y la morsa. Los lobos marinos forman un conjunto de seis especies que pertenecen a la familia Otariidae. A diferencia de la familia Phocidae, que comprende las focas, los lobos marinos poseen orejas pequeñas, una capa de pelo corto y aletas que usan para moverse en tierra. Habitan principalmente las aguas del Pacífico, desde el hemisferio norte hasta el sur, y aunque pueden pasar largas estancias en mar, regresan a tierra para reproducirse.

Las focas suelen ser más solitarias, pero los lobos marinos son extremadamente sociales. Y al igual que muchos animales sociales, la comunicación es clave para los lobos marinos. Son vocales, usando ladridos y rugidos para ahuyentar depredadores, tanto por encima como por debajo del agua. La comunicación también es esencial para el vínculo entre una madre y su cría. La cría aprende a vocalizar con su madre para que se impriman sus sonidos en su memoria. Así, cuando las madres regresan de cazar en el mar, vocalizan para que la cría las reconozca. Este aspecto social de los lobos marinos los convierte en un símbolo que demuestra la esencia de la comunicación. Una esencia que alimenta la función de un espacio como un hogar.

En dimensión humana, el espacio oceánico ha sido delimitado y sondeado, y ahora existe un mayor entendimiento sobre sus poblaciones y espacios. Esto ha llevado a una expansión de la relación utilitaria con el mar, no solo a través del petróleo y la pesca, sino también la explotación de animales como los lobos marinos.

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Los lobos marinos poseen orejas pequeñas, una capa de pelo corto y aletas que usan para moverse en tierra.

LUGAR Y ESPACIO

Aunque el uso de la carne o pelaje de los lobos marinos ha existido de manera tradicional para los pueblos originarios circumpolares, no siempre ha sido de manera provechosa y respetuosa de sus ciclos de vida. La caza de lobos marinos, y pinnípedos en general, comenzó desde el siglo XVI, pero se considera que fue hasta mediados del siglo XVIII que sucedió a gran escala. Es particularmente interesante este capítulo de la historia de los lobos marinos porque va de la mano con la exploración marítima. Mientras que los cazadores y pescadores se desplazaron más lejos, más interés había en crear un comercio del pelaje y grasa de estos animales (Busch, 1987).

Es un ejemplo de cómo nuestra perspectiva del océano refleja la visión del mundo de la época; como la era del comercio en el siglo XVII o el espíritu de exploración en el siglo XIX. Pero los océanos no solo son un lugar para pescar o cazar dónde nos podemos aprovechar de los recursos, sino también son espacios sociales, espacios de comunicación y espacios culturales, y juegan un papel importante en la forma en que los humanos nos entendemos a nosotros mismos como comunidades e individuos.

Los miles de lobos marinos que fueron cazados en esos siglos resultaron en grandes declives poblacionales, así como la reducción drástica de su distribución y una visión del mar como un espacio menos valioso. Entre menos lobos marinos, menos valor tenían esos mares.

Los miles de lobos marinos que fueron cazados en esos siglos resultaron en grandes declives poblacionales, así como la reducción drástica de su distribución y una visión del mar como un espacio menos valioso. Entre menos lobos marinos, menos valor tenían esos mares. En el siglo XIX, con la revolución industrial, los recursos oceánicos aparentemente inagotables comenzaron a parecer finitos a raíz de una explotación más eficiente y a mayor escala. Pero el océano tiene un valor intrínseco, un valor que se mantiene por sí solo, por el hecho de existir y mantener una relación, visible o invisible, con todos los seres vivos. No sólo un valor por el recurso que tenga, sino un valor independiente de cualquier observador humano.

Lamentablemente, no todas las especies lograron atravesar este cuello de botella, y por ende fueron declaradas extintas. Una de ellas, el lobo marino de Japón, sufrió una presión de caza en el siglo XIX por su aceite que dio lugar a que su último avistamiento fuera a mediados del siglo XX. Para ese entonces, quedaban cerca de 50 lobos marinos, y finalmente fue una población que nunca se recuperó (Lee et al, 2022).

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Los miles de lobos marinos que fueron cazados en esos siglos derivaron en grandes declives poblacionales.

PROTECCIÓN 

Aún así, en el siglo XX, con la prohibición de los barcos balleneros y el Acta de Protección de Mamíferos Marinos, hubo una recuperación poblacional de pinnípedos de alta importancia. En cuanto a lobos marinos, el lobo fino de Guadalupe, endémico de la Isla Guadalupe en México, fue declarado extinto a finales del siglo XIX y se observó reproduciéndose en la Isla a mediados del siglo XX. Los lobos marinos de Nueva Zelanda, que fueron extirpados del continente y forzados a reproducirse únicamente en islas subantárticas durante 150 años, recolonizaron su hábitat natural cuándo una hembra tuvo a su cría en 1993 (Childerhouse & Gales, 1998).

A medida que el mundo cambia a un ritmo nunca antes experimentado en el tiempo geológico, es importante comprender y reflexionar sobre cómo los cambios en el pasado afectaron la vida marina. Las poblaciones de lobos marinos que sufrieron las cacerías, y pasaron por cuellos de botella genéticos, son un reflejo de esas acciones. Mostrando así la forma en la que los cambios drásticos conducen a extinciones masivas. Más allá de eso, también son un reflejo de lo que sucede cuándo optamos por proteger y ver el espacio océanico como un espacio social y cultural, con el cual podríamos formar una relación íntima y no dividida.

En cuanto a lobos marinos, el lobo fino de Guadalupe, endémico de la Isla Guadalupe en México, fue declarado extinto a finales del siglo XIX y se observó reproduciéndose en la Isla a mediados del siglo XX.

Este lente, desde el cuál podemos tomar decisiones con los matices y aprendizajes de la historia, podría convertirse en una brújula para este siglo. La protección legal definitivamente ha permitido la recuperación de lobos marinos pero algunas especies aún no logran restablecer su rol ecológico. Y para este siglo, la pesca se ha convertido en el principal impulsor ecológico. Si miramos desde un lente que envuelve su historia, con una visión más profunda del mar y sus interacciones, podríamos tomar un papel que nos haga conscientes de nuestra relación con él. Una forma de ser parte de una conversación que no tenemos que dominar.


(*) Este artículo in extenso fue publicado por la revista www.endemico.org.

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