La agricultura del desierto rompe todos los mitos: EL MILAGRO DE BAJO SOGA

Para el año 2050 habrá que producir el doble de alimentos. En nuestra región, Pintados, La Tirana y ahora, Bajo Soga, juegan y jugarán un rol muy importante en nuestro futuro agrícola. Uno de los desafíos es disponer de más agua, aunque los especialistas tienen claro dónde conseguirla.

Ciencia y Medio Ambiente24/07/2021 Reinaldo Berríos González
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Fernando Chiffelle señala que podríamos tener 3.400 hectáreas productivas en la Pampa del Tamarugal.

Fotos: Gentileza de Fernando Chiffelle

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Cuando uno observa el paisaje de Bajo Soga ratifica el adagio que dice “soñar no cuesta nada”. Y es que el agua que actualmente se utiliza y se desperdicia en nuestra ciudad podría ser destinada “íntegramente” a la agricultura del desierto. Sí, toda el agua que usamos actualmente en Iquique y Alto Hospicio. De este modo se podría desarrollar en todo su potencial esta actividad productiva, convirtiéndola en un nuevo polo de desarrollo regional. Para eso sólo hay que superar un pequeño escollo: dotar de agua desalinizada a las comunas costeras. 

El sueño lo comparten numerosos agricultores de Tarapacá; por supuesto quienes lo están demostrando en Bajo Soga y, muy en especial, el secretario ministerial de Agricultura, Fernando Chiffelle Ruff: “Alrededor de 1.700 litros por segundo que actualmente se utilizan y se desechan al mar en las comunas de Iquique y Alto Hospicio se podrían destinar a la agricultura, obviamente resolviendo el problema del agua potable en la zona costera a través de plantas desalinizadoras”, dice. El desafío es convencer a las autoridades y, muy en especial, a las grandes empresas que operan en la región. “Esta podría ser la mejor inversión: todos ganan”, agrega Chiffelle.

Para producir una hectárea, de manera óptima, se requiere medio litro de agua. Es decir, agrega el seremi, “podríamos tener 3.400 hectáreas productivas en la Pampa del Tamarugal. Si esto lo multiplicamos por cinco, que es la cantidad de personas que trabajan por hectárea, estamos hablando de 17.000 personas”. Se abre así una fuente laboral impensada hasta ahora. Y nos cambia el futuro de la región en todo sentido. “Podemos tener agua de calidad para el consumo humano, podemos utilizar la energía limpia que tenemos en abundancia y podemos ayudar al país (y al exterior también) en la producción de alimentos sanos, nacidos en el desierto de Chile”.

Cuál es el punto, se pregunta el seremi: “Tenemos que poner plantas desalinizadoras para el consumo en Iquique y Alto Hospicio; y con esa planta satisfacer la demanda de agua para la población. Y el agua que está bajando para esa finalidad, dejarla para la producción agrícola. Esa es la tarea titánica en la que estoy. Y ojalá que alguien me acompañe en este sueño; nos vamos a demorar 5, 7, 10 años, pero lo vamos a lograr”.

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Los agricultores comenzaron inicialmente a producir melones (arabad) y siguieron, en una segunda etapa, con lechuga escarola. Y repollos, en la foto de abajo.

BAJO SOGA

En el sector de Bajo Soga (a un costado de la ruta que une Iquique y Arica, pocos kilómetros después del cruce a Camiña), la pampa se está tiñendo de verde, gracias al esfuerzo de un grupo de entusiastas y visionarios emprendedores. “Ellos comenzaron inicialmente a producir melones (arabad) y siguieron, en una segunda etapa, con lechuga escarola. Con el tiempo se dieron cuenta que las condiciones climáticas y la calidad del agua eran óptimas para otros cultivos. Así es como han incursionado en productos que -generalmente- uno los asocia a las quebradas; de hecho, muchos de ellos han optado por este sector porque en sus lugares de origen se han ido quedando sin terrenos”.

En la actualidad, comenta el seremi, se está produciendo ajo, zapallo italiano, pepino… una gran variedad de productos, en la modalidad de ensayo y error. También han probado tomate. “Y esto porque la teoría es muy distinta a la realidad; en la zona central se lucha contra la acidez y nosotros tenemos que hacerlo contra la salinidad”. Tal ha sido la insistencia y la diversidad de ensayos, “que hace algunas semanas me encontré con una gran sorpresa: alrededor de diez hectáreas de cultivos de cítricos. Al menos ocho agricultores están en plena producción, a los tres años. Esto le da un tremendo potencial al sector. Los melones que se ofrecen en Santiago, por ejemplo, en esta fecha (junio), son los melones de Bajo Soga”.

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TECNOLOGÍA

Como el agua siempre es un bien escaso y más aún en el desierto, “se está introduciendo la hidroponía, incorporando invernaderos hidropónicos. Además de optimizar el recurso hídrico, se incorpora la tecnología del siglo XXI; no podemos seguir trabajando con la pala y el azadón. Y un tercer factor muy importante es que los jóvenes vuelven a entusiasmarse con la agricultura, porque además dominan el mundo tecnológico. En Bajo Soga tenemos, por ejemplo, que los padres cultivan en forma tradicional y los hijos lo hacen en invernaderos, en una superficie muy reducida, pero con grandes rendimientos”. 

“Los jóvenes pueden trabajar con drones para fertilizar, para polinizar; trabajar con el celular para abrir y cerrar válvulas. Y ni siquiera es imprescindible que estén en el terreno, lo pueden hacer desde sus casas en Iquique. A eso ha llegado la agricultura 4.0. Realmente lo que hay en Bajo Soga sorprende a cualquiera. Y lo que hay que destacar es que el mayor esfuerzo es de los agricultores que han demostrado que la agricultura en el desierto es absolutamente válida”.  

En Bajo Soga partió una veintena de personas con este sueño, hace un par de décadas. “Actualmente hay alrededor de 200 parcelas, pequeñas, de una hectárea en su mayoría. Hay que considerar que por cada hectárea se considera el trabajo de cinco personas; es decir estamos hablando de aproximadamente 1.000 personas que trabajan ahí. Los dueños son chilenos, pero la mayoría de las personas que está trabajando en ese sector son extranjeros; son personas que se trasladan desde las quebradas y que, podríamos decir, trabajan como temporeros. Trabajan la zanahoria en Camiña, después bajan a la producción del melón. En fin, es una población flotante; los establecidos son alrededor de 250”.

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En la actualidad en Bajo soga hay aproximadamente 20 hectáreas de cítricos, en plena producción.

DESAFÍOS

Fernando Chiffelle se entusiasma cuando piensa en el futuro del sector: “Estoy absolutamente convencido que Pintados, Bajo Soga, La Tirana, van a ser nuestros polos de producción agrícola en un mediano plazo. Tenemos muchos desafíos: lo primero, mejorar los precios. Para eso hay que trabajar unidos, organizarse, asociarse y generar un poder de venta mejor que el que se logra en forma aislada. Así, por ejemplo, mejoramos la logística. Podemos hacer un centro de acopio y distribución desde la zona y no que tengan que viajar a Arica primero, antes de ir a Santiago”.

Otro desafío es la diversificación de productos. “Trabajar aquellos que tengan ventaja en contra estación; un melón se vendía antes en 100 pesos, hoy se vende en un precio cercano a los 1.000. Pero los supermercados están trayendo de México y Estados Unidos melones a 4.000 pesos. Entonces hay un margen interesante para mejorar las ganancias, por ejemplo, en esta fruta de contra estación. Entonces hay que enfocarse a ese tipo de mercados; en muchos casos mercados gourmet”.

Respecto de los terrenos y la posibilidad de acceder a ellos, el seremi señala que “afortunadamente, en nuestra región, el 96% del territorio es de Bienes Nacionales, o sea es del Estado. Por lo tanto, si yo quiero desarrollar un proyecto agrícola, tengo que presentarlo a la Seremía de Bienes Nacionales. Decir en qué consiste mi proyecto y asegurar el agua. Y aunque la mayoría de las personas se desalienta, porque no tiene derechos de agua o adquirirlos es muy caro, existe la posibilidad de trabajar con hidroponía. Por ejemplo, se pueden utilizar 1.000 litros de agua durante un mes, que se recircula, y termina siendo muy eficiente. Por lo tanto, no hay que ponerse trabas antes de iniciar un proceso productivo. Hay que buscar alternativas”.

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AGUA: ASPECTO CLAVE QUE 
SE DEBE SEGUIR TRABAJANDO  

Un aspecto clave, que es el punto de partida de todo este sueño, es el agua. “Sin agua, nada de lo que estamos hablando tiene sentido. Lo primero es optimizar el uso del agua y esto significa producir el doble con la cantidad de agua que disponemos hoy. No sólo en hidroponía; tenemos que trabajar con aquellos pozos que no tienen buena calidad de agua, con platas de tratamiento que mejoren los rendimientos; agua con menos salinidad. Y trabajar con el agua que, en la actualidad, se desperdicia. No sólo en Iquique o Alto Hospicio, sino que también en las localidades del interior. Si recuperamos parte o toda esa agua, podemos disponerla para hacer más y mejor agricultura”, señala finalmente el seremi Fernando Chiffelle.

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