Una reciente investigación publicada en la prestigiosa revista “Geophysical Research Letters” reconstruyó las precipitaciones ocurridas durante los últimos 1000 años en el Altiplano del norte grande y analizó los factores que influyeron en la ocurrencia de períodos secos y húmedos siglos atrás. Aún no se pueden sacar conclusiones definitivas sobre lo que ocurrirá a futuro, pero estamos en buen camino.
Para nadie es un misterio que estamos en medio de una crisis hídrica gigante. Lo que sí es desconocido, es que en nuestra zona se está generando conocimiento científico respecto de una opción que podría subsanar en parte esta crisis: el agua de niebla. Felipe Lobos Roco, científico e investigador iquiqueño, ha avanzado bastante en el tema; aquí nos cuenta algunos de sus hallazgos.
¿Cómo extraer información de lugares que parecen inertes, sin vida y que, a lo más, la tuvieron hace miles de años? Las heces de las ratas, entre otros restos orgánicos, han venido en nuestra ayuda. En rigor, en ayuda de los paleoecólogos que los estudian y llegan a conocerlo (al desierto) como nadie habría imaginado.
La niebla costera provee de agua a especies vegetales denominadas “xerofíticas”. Sería posible recuperar esta vegetación por medio de redes atrapanieblas.
Tres sitios Chinchorro, cuyos componentes contienen todos los elementos necesarios para transmitir el “Valor Universal Excepcional” de esta cultura, fueron declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco, tras un largo proceso de postulación iniciado en julio de 2018. Se trata de un pueblo extraordinario, que vivió en el desierto más árido del mundo y que momificaba a sus muertos mucho antes que los egipcios, se indicó.
Para el año 2050 habrá que producir el doble de alimentos. En nuestra región, Pintados, La Tirana y ahora, Bajo Soga, juegan y jugarán un rol muy importante en nuestro futuro agrícola. Uno de los desafíos es disponer de más agua, aunque los especialistas tienen claro dónde conseguirla.
En un reciente encuentro organizado por CONAF, su director ejecutivo, Rodrigo Munita, resaltó el rol de la institución en el cumplimiento de los compromisos ambientales asumidos por Chile, como la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación, el Convenio sobre la Diversidad Biológica, la Convención de Ramsar sobre humedales y otras cooperaciones nacionales e internacionales. En hora buena.
28 de junio de 2021
La Exposición se exhibirá en los próximos meses (tras la pandemia) y es de carácter gratuita. La capacidad de ingreso dependerá de la fase en que se encuentre la ciudad y contará con todas las medidas y protocolos sanitarios.
Todavía hay quienes creen que en el desierto no hay nada. Un vistazo así, al pasar, a este libro que acaba de editar la botánica Raquel Pinto, es el mejor mentís para ellos. Casi 150 especies de flora costera de Tarapacá, descritas al detalle, dan cuenta de la rica biodiversidad que tenemos a unos cuantos metros de nuestra comodidad. Las fotografías, además, nos permiten vislumbrar que -con una buena política de conservación- podríamos enorgullecernos de algo único: las flores del desierto más árido del mundo.
El libro que recoge la historia de Julio Riquelme Ramírez, un hombre que hacía varios años se había perdido en el desierto, se había empampado, y cuando nadie lo buscaba, sus huesos aparecieron a pleno sol, vuelve en una nueva edición. Una desaparición que puede provocar que resurjan recuerdos, conversaciones, historias familiares, dice Macarena Mallea, en un texto preparado para una anterior edición.
Un maestro a la antigua, generoso y apasionado por la cultura nortina. Se consideraba un hombre del norte. Nació en Pedro de Valdivia, vivió su niñez en Pica y su juventud en Iquique. En Santiago estudió Artes Plásticas en la Universidad de Chile, también arqueología, pero no se tituló. Desde 1974 habitó Arica, su segunda patria. Hasta los 70 años trabajó en la Universidad de Tarapacá. Precisamente el año 2010 dejó su apasionante quehacer como investigador en el Museo de San Miguel de Azapa, para volver a sus raíces al interior de Iquique.
La reciente publicación en una revista especializada sobre el rol que tuvo el “oro blanco” en la agricultura del desierto ha despertado la curiosidad de numerosos especialistas e incluso, empresarios de todo el mundo. Ellos quieren saber cómo el guano de las aves multiplica en forma exponencial el rendimiento de los cultivos, cuestión que -en nuestro desierto- comenzó a hacerse una práctica habitual hace mil años. Francisca Santana y Pablo Méndez-Quiroz nos cuentan en qué consiste esta investigación.