CONSORCIO DEL DESIERTO: el proyecto que impulsa la agricultura del futuro

Una nueva iniciativa para potenciar la agricultura del desierto está en marcha en el norte del país. Se trata de “Consorcio del desierto”, que reúne las mejores capacidades instaladas y las estimula a través de un proyecto de Corfo por $ 3.500 millones. La Corporación de Desarrollo Social del Sector Rural, “Codesser”, filial de la Sociedad Nacional de Agricultura, tiene la palabra. Aquí un primer avance.

Ciencia y Medio Ambiente09/03/2022 Andrea Suárez
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Cultivo del azafrán, una de las nuevas especies que -según el criterio de Corfo están validadas económicamente.

Fotos: Gentileza de Codesser, José Delatorre

Nunca será demasiado. Si consideramos que el planeta necesita día a día más y mejores alimentos, la agricultura del desierto seguirá siendo una opción válida a la hora de encontrar respuestas a estos requerimientos. Por esta razón, a los proyectos que ya estaban (y están) en marcha en nuestra región, se suma uno nuevo: Consorcio del Desierto, que pretende impulsar la actividad agrícola sustentable en el norte grande del país: Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta. 

La Corporación de Desarrollo Social del Sector Rural, “Codesser”, encabeza este nuevo proyecto y su secretaria general, Marcia Echeñique, lo resume así: “Aquí hubo una visión respecto de una oportunidad. Chile tiene un enorme potencial de producción de alimentos, porque los agricultores son de buen nivel y por lo tanto adoptan tecnologías de manera bastante rápida. Y saben que deben apoyarse en las tecnologías para producir en condiciones que van siendo decrecientes, porque estamos en una crisis climática que se traduce en menos agua disponible, menos terreno y mucha más población”. 

“En ese contexto, la agricultura tradicional, la que conocemos en el centro-sur de Chile, que está basada en el recurso hídrico gestionado como si no hubiese crisis, no va a servir. Nosotros pensamos que, si en la zona norte somos capaces de desarrollar una agricultura bien pensada en el futuro, con la suficiente sofisticación, eso se podría ampliar para aportar al resto del país e incluso países vecinos. Este lugar es históricamente minero, y este consorcio le da los recursos para poder impulsar y ampliar la agricultura, que sea escalable para cambiarle la cara al territorio de a poco”.

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CODESSER

Marcia Echeñique señala que Codesser trabaja con más de 1.200 proyectos a lo largo del país. Además, agrega, “desarrollamos apoyo a las pymes en la pandemia, apoyo a proyectos asociativos, programas de desarrollo de proveedores, en fin. Una serie de proyectos que nosotros, hoy en día, articulamos. Y, en este contexto, nace de nuestra filial en Arica la idea de apoyar los temas agrícolas, haciendo foco en tecnología”.

A esta iniciativa “se sumó una convocatoria de Corfo en el ámbito de la agricultura que, sabemos, para los nortinos es súper relevante, pero para quienes vivimos en la zona central, es más bien secundaria. Se llamó a un concurso de capacidades tecnológicas que plantea abordar cinco brechas para el desarrollo de la agricultura en zonas áridas e invitó a desarrollar proyectos”.

En lo medular el Consorcio asocia a diversas capacidades académicas regionales como el área de Agricultura del desierto de la Facultad de Recursos Naturales de la Universidad Arturo Prat, la Universidad Católica del Norte en conjunto con la Universidad de California -Davis, USA y la Universidad de Fraunhofer-Alemania. Entonces, agrega Echeñique, “presentamos una propuesta, con especial énfasis en la participación, incorporando a más de 60 empresas e instituciones que forman parte del proyecto”. 

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La quínoa es otro de los cultivos altamente valorado y ha sido calificado como “super alimento”.

EXPERIENCIA

Uno de los problemas que han enfrentado iniciativas similares, realizadas con antelación, es que los proyectos se quedan en los prototipos y después no escalan a nivel comercial. “Es evidente que existe la tecnología para producir en el desierto y en desiertos tan áridos como el de Atacama; y no solamente para producir a nivel local, sino también para exportar. Sabemos que en países como Israel se produce de esa manera, en Almería (España), en el norte de México y en distintas partes del mundo”, señala Marcia Echeñique.

“En Chile -agrega- los agricultores han dado muestra de ser empresarios que incorporan muy bien la tecnología. Y en el norte de Chile esto no ha sucedido porque no nos hemos puesto de acuerdo en una visión de desarrollo en conjunto: el mundo privado, el mundo público y las instituciones de investigación. El mundo comprobó que esto se puede hacer y lo que falta, hoy en día, es ponernos de acuerdo para facilitar que esto ocurra. Las iniciativas que no han logrado tener un escalamiento comercial, posiblemente han fallado porque ha faltado, o los inversionistas, o alguna infraestructura habilitante (agua), o han tenido costos de energía muy altos. O bien, porque hay un negocio alternativo, que puede ser la minería, que se lleva todas las energías”.

El mundo está demandando alimentos y lo hará con mayor fuerza a medida que avanza el siglo. En ese sentido, Marcia Echeñique señala que “es una necesidad global producir alimentos de una manera mucho más sofisticada y mucho más eficiente desde el punto de vista del uso de los recursos. Y eso se transforma en una tremenda oportunidad; además, nosotros pensamos que la zona norte de Chile se puede posicionar como un referente en producción de alimentos en zonas áridas; incluso los agricultores de la zona centro y sur del país podrían aprender de las prácticas que se desarrollen en el norte”.

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TECNOLOGÍA DE PUNTA

En la actualidad hay un par de proyectos que ejemplifican los esfuerzos colaborativos que se están haciendo para impulsar la producción en estas zonas áridas. Uno de ellos es un invernadero inteligente. “Es una iniciativa que no existe hasta ahora, y es tener un invernadero que funcione para las características del desierto más árido del mundo, de alta tecnología. Este desarrolla, con sensores especiales, un espacio que funciona dependiendo de las condiciones climáticas, de altura y otras aristas”, comenta Echeñique.

También existe un proyecto que propone aprovechar el guano en mejora de suelo, a través de un proceso de alta tecnología, mejorando su condición y reciclando desechos de otro rubro. Estos dos esfuerzos son solo una pequeña parte de todo un conglomerado de ideas que aún están aterrizando para llevarse a cabo.

Lo que el programa de Corfo pide al consorcio es que tengan, por ejemplo, cinco nuevas especies cultivadas que estén validadas económicamente y tecnológicamente para poder producir en las complicadas condiciones de Arica y Parinacota, Tarapacá y Antofagasta. Para eso, están en marcha la producción de pilotos de plantaciones para pruebas hasta encontrar la receta magistral que, eventualmente, termine en un desarrollo productivo que sea tan interesante que pueda ser de exportación.

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El mundo está demandando alimentos y lo hará con mayor fuerza a medida que avanza el siglo.

Otra misión es poder, en alguna medida, activar la economía circular. Hay proyectos que apuntan directamente al reciclaje. Echenique aclara que es porque la agricultura genera mucho residuo, sobre todo plástico, y el conocido efecto invernadero, por lo que se está haciendo necesario trabajar en plena concordancia con todos los actores en pos de la sustentabilidad.

La idea en general con estas soluciones es, por una parte, darle prioridad al trabajo sustentable, y también incentivar la unión de la zona, llamando a diferentes actores a trabajar por una causa común. “Nos dimos cuenta que había muchas instituciones haciendo cosas en el territorio de estas características, pero de manera aislada, y este es el esfuerzo de unir esas iniciativas”.

Corfo financiará hasta el 60% del costo total del programa, con tope de hasta $2.000 millones (de los $3.500 ocupados para este fin), por un plazo de hasta seis años para ser implementado.


UNAP pone a disposición 35 

años de investigación e innovación

José Delatorre, académico de la UNAP, señala que la universidad local “pone al servicio del desarrollo de la agricultura del desierto más de 35 años de investigación e innovación, donde ha generado conocimientos sobre nuevos cultivos o en cultivos tradicionales. La Universidad Católica del Norte su experiencia en el manejo de aguas.  UC-Davis su desarrollo tecnológico en agricultura de desierto y Fraunhofer la energía renovable. Todas estas capacidades confluirán convocados por Codesser, organismo de la Sociedad nacional de Agricultura para enfrentar el gran desafío de desarrollar tecnología chilena para cultivar en las regiones áridas y desérticas de Chile y el mundo”.

Esto es particularmente relevante en el contexto del cambio climático, donde, cada vez más, hay mayores zonas que se transforman en desierto y pierden su productividad agrícola. “Lo que podemos apreciar en el cambio de paisaje de zonas del norte chico y central de Chile, donde extensos campos, ayer fértiles predios, hoy son yermos abandonados. Para el cumplimiento de los objetivos propuestos el consorcio se ha planteado 13 proyectos. En estos proyectos participarán diversas instancias, como asociaciones y cooperativas de agricultores, diversas empresas privadas y organismos gubernamentales entre otros”, agrega Delatorre

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