Francisco Sibulka, el fotógrafo que le tomó el pulso a la Cordillera

Desde la década del 70 del siglo pasado que desarrolla un trabajo de registro que comenzó con lo social, y derivó a la fauna del altiplano. Hace poco lanzó su libro “Andes”, que recopila su labor por al menos 30 años en las alturas. Este profesor es considerado un maestro por las nuevas generaciones.

Arte y Cultura 13/12/2023 Rodrigo Ramos Bañados
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Fotos: Gentileza de Francisco Sibulka

En la mesa de centro hay una colección de brújulas de todas las formas donde sobresale, por dimensiones, la de una embarcación pesquera. “Siempre hay que andar ubicado”, aclara con un tono tranquilo Francisco Sibulka Díaz, nuestro entrevistado, profesor de profesión, quien, a medida que avanza esta entrevista, nos irá contando con parsimonia los detalles y vivencias de su reconocido trabajo fotográfico en los territorios altoandinos de la Región de Tarapacá. 

Detengámonos en lo de “reconocido”. Para sus pares de la fotografía en Iquique y nuevas generaciones, Francisco Sibulka es un maestro. No en vano mantiene varios galardones por su labor. Y, según la experiencia de este redactor, es difícil lograr una opinión unánime de un gremio tan disperso. 

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La referencia obligada es la edición del libro “Andes”, que reúne el que es quizás el trabajo de vida de Francisco Sibulka, o sea: un recuento de al menos treinta años de la fotografía de la precordillera y del altiplano, enfocada especialmente en la fauna, aunque también habitan personas en las fotos. Puede decirse que es su primer libro propio, con textos suyos -aclara-, pues antes ha estado presente, a través de la fotografía, en doce textos de imágenes de temáticas diversas relacionadas al territorio, algunos premiados. 

“Andes” es un libro que al ojearlo da cuenta de años de pasión… tantas subidas y bajadas de la cordillera de este hombre de ojos pequeños y mirada humilde.

Desde una silla al lado de varias cámaras fotográficas de otras temporadas que complementan el paisaje del living de su casa, expresa con esa sinceridad de piel, que le quedan pocos libros de una edición de 250 ejemplares, y con suerte -ríe- le quedará uno para él. “Andes”, que sobresale por la calidad de la impresión -un tema complejo cuando se trata de un libro de fotografías, entre otras cosas para dar con el punto de la afinación de colores-, es un libro que al ojearlo da cuenta de años de pasión… tantas subidas y bajadas de la cordillera de este hombre de ojos pequeños y mirada humilde. 

La imagen que queda en la retina es la de Sibulka, con varias cámaras análogas en mano, un trípode, el vestuario adecuado para el clima a 5.000 metros sobre el nivel del mar, esperando el momento preciso para inmortalizar un ave en medio del altiplano. Una frase de Sibulka que lo resume todo: el 80% de la fotografía está en la cabeza y el 20% en el fierro (la cámara). 

AVES

El libro incluye fotografías desde 1988 en adelante. El trabajo inicial se hizo principalmente en los alrededores del pueblo de Isluga. Posteriormente hay una tarea con diapositivas en los años siguientes y en digital. “Pero, exactamente, la labor de cordillera la comencé en 1978, en la Región de Tarapacá”, dice Sibulka, con la vista puesta en una instantánea de la cordillera enmarcada en la pared de su casa. 

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Las aves, como este Aguilucho de la Puna, han sido siempre una obsesión del fotógrafo.

Afirma con entusiasmo que los animales han sido la motivación para la fotografía a la que denomina “de cordillerana”, principalmente las aves. “En esta región se encuentra la mayor cantidad de aves de Chile, pero a la vez también he incluido a los camélidos y las personas. Siempre me atrajo el paisaje cordillerano y las personas que viven ahí. Con el tiempo he hecho lazos con las personas que habitan en los pueblos con la idea de compartir”, afirma. 

“Salgo en promedio a las cinco de la madrugada, cuando se está a punto de amanecer. Quienes van por primera vez quedan deslumbrados con el paisaje, pero uno sabe que hay mejores”.

Un factor importante en la fotografía -reconoce- es la suerte. “Salgo en promedio a las cinco de la madrugada, cuando se está a punto de amanecer. Quienes van por primera vez quedan deslumbrados con el paisaje, pero uno sabe que hay mejores. Por esto son importantes las condiciones del día, en esto me refiero al clima. En adelante, busco los lugares y desarrollo mi trabajo. Habitualmente de una jornada, en promedio, me resultan cinco fotografías seleccionables”, admite.

CAMBIOS

Pero los tiempos han cambiado, dice con desazón Sibulka. Esto porque ya no es lo mismo adentrarse en solitario en la cordillera, pues hoy se ha tornado peligroso por las rutas del narcotráfico. “Puede suceder que te vean y ahí uno está perdido”, reafirma con una gesticulación. Evoca que cuando subía en la década de los ochenta, los lugareños tenían una actitud distinta. 

Especifica que el paisaje se ha ido modificando por la construcción de la carretera asfaltada. “Los pueblos se han movido para estar más cerca de la carretera. En algunos pueblos pequeños las personas son temerosas de hablar, especialmente por lo relacionado al narcotráfico. Hay sectores que en veinte minutos se está al otro lado de la frontera, en lugares que los bolivianos denominan haciendas, que son peligrosos. He visto el paso de vehículos en fila sin los focos encendidos a las cuatro de la madrugada. A fin de cuentas, en estos momentos uno no sabe con qué se encontrará arriba”, reitera.

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A quién madruga... La clave para hacer buenas fotografías.

Otro detalle que no pasa desapercibido para el ojo del fotógrafo es que algunos cerros ya no están verdes como antes. “En este caso, el trabajo de las mineras ha influenciado en el cambio del medio ambiente de la cordillera. Es evidente en algunos sectores. A lo anterior se suma el peligro de los relaves, como es el caso de Huatacondo. Es un cambio evidente que está sucediendo”. Una limitante más personal para subir a la cordillera es la de salud. Sibulka viene saliendo de un problema cardiaco, situación por la cual debe precaverse al momento de escalar a 5.000 metros sobre el nivel del mar. “Habitualmente llego a esas alturas, pero ahora lo estoy haciendo de a poco, con más cuidado”, reconoce.


Un férreo defensor de 

la fotografía analógica

 

La casa de Sibulka está frente al mall de Iquique. El ruido de la calle se espanta de inmediato al adentrarse en el interior de su hogar. Además de las brújulas y cámaras, hay cuadros con fotos suyas de la cordillera, teatro y familia en las paredes. Apunta con timidez al interior donde está su cuarto oscuro. 

Sibulka se reconoce un férreo defensor de la fotografía analógica -la de rollo y revelado- o análoga. Afirma con devoción que siempre les dice a los jóvenes -que han participado en sus talleres de fotografía documental- que cuando sacan un negativo tienen historia en las manos. “Siempre mantengo el trabajo de laboratorio, donde revelo blanco y negro. Mi trabajo principalmente es analógico. Me hice un cuarto oscuro hace muchos años y fui revelando. Comencé a hacer fotografías y guardarlas”, dice.

Su motivación por la fotografía surgió en 1976, tiempos de dictadura. “Estaba joven. Dibujaba relativamente bien. Incursioné en la pintura. En ese momento había situaciones (políticas del país) para registrar y de manera rápida. En esos años llegó la Zofri y con ésta el arribo de cámaras fotográficas. En ese momento me hice de mis primeras cámaras. Con esas cámaras y sus lentes era imposible imaginar lo que hago ahora, especialmente con la naturaleza. Con el tiempo me he ido armando de los equipos adecuados”, resume.

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“Habitualmente de una jornada, en promedio, me resultan cinco fotografías seleccionables”, dice Sibulka.

A la pregunta con qué cámaras trabaja actualmente, responde con vehemencia que todas son Nikon. Las análogas que mantiene son una Fm2, F3 y F5; y digital D800 y D810 -modelos que los fotógrafos deben reconocer bien-. “Para hacer fotografía hay que tener más que una cámara costosa o una cámara que toma 20 fotografías por segundo. Las fotografías, como digo, están en la cabeza. Aunque tenga una digital en mis manos, mi cabeza funciona con 36 cuadros para una buena fotografía. Hoy en lo digital la definición es extrema, es mayor de la realidad; entonces hay que considerarlo. La normalidad de una fotografía, la realidad, la entrega la análoga”, asevera.

Su motivación, que se extiende hasta la actualidad, dice, es registrar lo social. “Habitualmente salgo a fotografiar los lugares de Iquique. Siempre me mantengo haciendo fotografía análoga. Voy al Paseo Baquedano, del cual llevo un registro u otros lugares de la ciudad”, dice este hombre lleno de historia. Otro capítulo de su vida que da para otra entrevista es su paso por Pisagua.

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