El Salar de Surire: Historia climática y ambiental de un tesoro natural en las alturas de Chile

En los Andes del extremo norte de Chile, a más de cuatro mil metros de altura, se encuentra un paisaje que pareciera venir de otro planeta: el Salar de Surire. Este majestuoso depósito de sal de miles de hectáreas, declarado Monumento Natural en 1983, es un oasis de vida en medio del paisaje árido de la región de Arica y Parinacota. Además de su belleza, esconde una milenaria historia climática y ambiental. Para explorar el salar y descubrir pistas sobre su origen y evolución en el tiempo, estuvimos trabajando en terreno con un grupo de estudiantes del Departamento de Ciencias Históricas y Geográficas de la Universidad de Tarapacá.

Ciencia y Medio Ambiente27/10/2024 Ignacio Jara Parra (*)
Salar surire 1

De un lago a un salar: Viajamos al Salar de Surire desde Arica, con un equipo de estudiantes de la carrera de Licenciatura en Historia y Geografía de la Universidad de Tarapacá. Nuestro objetivo era explorar su entorno, buscando huellas en el paisaje que dieran pistas sobre su origen y evolución en el tiempo. El trabajo en terreno se centró en el estudio del estudiante Nicolás García, quien trabajaba en su investigación para titularse como geógrafo. Sabíamos que el salar de Surire es el resultado de la acción geológica a través de millones de años, en gran parte debido a la actividad volcánica, meteorización, y la progresiva acumulación de sales. De hecho, el salar es una cuenca cerrada y rodeada por volcanes de más de cinco mil metros. El afloramiento de aguas termales en los baños de Polloquere, al suroriente del salar, nos revelan que la actividad magmática no ha terminado.

Pero Surire no siempre fue así. El salar forma parte de un conjunto de sistemas salinos que se desarrollaron durante el Cuaternario, periodo que comenzó hace más de dos millones de años. Durante el Cuaternario, el Altiplano de Chile y Bolivia fue escenario de grandes cambios climáticos y ambientales, con glaciares que descendían desde los picos nevados, y lagos que crecían y se evaporaban cíclicamente mientras la tierra transitaba por sucesivas edades de hielo. Durante las etapas más húmedas, gigantescos lagos cubrieron las grandes cuencas del sur del Altiplano, donde hoy se emplazan los salares de Uyuni y Coipasa en Bolivia. A más de setecientos metros por sobre los grandes salares bolivianos, la cuenca de Surire estuvo desconectada de ellos, por lo que sin duda tiene una historia única que contar. El objetivo del estudio de Nicolás era precisamente ese, determinar la existencia de un antiguo lago, estimar su extensión espacial, y la posterior formación del salar.

La inmensidad de la cuenca, con un diámetro de más de quince kilómetros cubiertos por una costra de sal blanca y brillante, contrasta con el azul intenso del cielo y de algunas lagunas que se forman en su interior.

BELLEZA NATURAL

Nuestra primera impresión al llegar al salar sigue siendo de asombro absoluto. El viaje es largo, casi cuatro horas desde Arica. Al llegar seguimos el camino que lo bordea, por lo que logramos recorrer todo el entorno de esta gran cuenca. La altura y baja presión atmosférica se deja sentir, nos sentimos cansados y algo “apunados” ya que hace muy pocas horas estábamos en la universidad, casi al nivel del mar en Arica.

La inmensidad de la cuenca, con un diámetro de más de quince kilómetros cubiertos por una costra de sal blanca y brillante, contrasta con el azul intenso del cielo y de algunas lagunas que se forman en su interior.

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Las aguas termales de Polloquere son la expresión de un vulcanismo que permanece activo y sugieren que el salar se emplaza al interior de una gran caldera volcánica.

En el Altiplano del norte de Chile el clima es más bien árido, con precipitaciones que no suelen superan los trescientos milímetros, mayormente restringidas a los meses de verano. Este paisaje semidesértico está dominado por especies arbustivas y herbáceas, y salpicado por grandes “cojines” de yareta (Azorella compacta). La escasez de lluvias limita la presencia de agua a pequeños ríos y algunas vertientes estacionales. Sin embargo, en Surire las precipitaciones logran infiltrarse en el terreno, alimentando al salar y dando origen a una serie de lagunas salinas en su sector norte. De alguna forma, el salar parece ser aún un pequeño lago, claramente un ambiente de contrastes entre la aridez del desierto y la riqueza geológica y biológica que alberga.

Cada rincón nos entrega la oportunidad de capturar imágenes icónicas, con volcanes nevados que se alzan en el horizonte. Sin ir más lejos, a unos cuarenta kilómetros al norte, se encuentra el volcán Guallatiri, el cual -con más de seis mil metros de elevación- es actualmente uno de los únicos centros eruptivos con actividad histórica de la región. El Salar de Surire es un paraíso para los amantes de la fotografía. Por suerte viajamos con cámara en mano y capturamos algunas fotos mientras buscábamos antiguas terrazas elevadas que dieran pistas sobre el comportamiento hidrológico de la cuenca.

Aunque a primera vista domina una gran explanada blanca, no cuesta mucho darse cuenta que el salar alberga una sorprendente diversidad biológica. De hecho, su entorno alberga la gran mayoría de las especies de aves, mamíferos y reptiles que habitan el Altiplano chileno.

UN REFUGIO DE BIODIVERSIDAD

Aunque a primera vista domina una gran explanada blanca, no cuesta mucho darse cuenta que el salar alberga una sorprendente diversidad biológica. De hecho, su entorno alberga la gran mayoría de las especies de aves, mamíferos y reptiles que habitan el Altiplano chileno. Las lagunas son el hogar de tres de las seis especies de flamenco existentes en el mundo: flamenco chileno (Phoenicopterus chilensis), parina grande o flamenco andino (Phoenicoparrus andinus) y parina chica o flamenco de James (Phoenicopterus jamesi), que salpican el paisaje con sus vibrantes colores rosa y blanco. Las aguas termales de Polloquere atraen por su parte a otras especies de aves, como la guayata o piuquén (Oressochen melanopterus), el pato jergón del norte (Anas flavirostris var oxyptera), el pato juarjual (Lophonetta specularioides var alticola) y la tagua gigante (Fulica gigantea).

Otro rasgo distintivo en Surire es la presencia de un cinturón de humedales altoandinos, conocidos como bofedales, que rodean al depósito salino. Estos ecosistemas, parcialmente inundados por aguas subterráneas, se forman por la acumulación de plantas como la Oxychloe andina, son característicos de los Andes, y representan un ecosistema muy productivo que sostiene una diversa flora y fauna. Los bofedales y las montañas adyacentes son el hogar de numerosas vicuñas (Vicugna vicugna), vizcachas (Lagidium viscacia), el zorro culpeo (Lycalopex culpaeus) y algunas poblaciones de quirquinchos (Chaetophractus nationi).

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Llegada al Salar desde Arica.

También son el hogar de especies amenazadas, como el majestuoso suri (Rhea pennata var garleppi), que le da el nombre al salar, y la perdicita cordillerana (Attagis gayi). Esta extraordinaria concentración de vida silvestre convierte a la zona en un verdadero “punto caliente” de biodiversidad sudamericano. El trabajo de Nicolás revela la presencia de depósitos orgánicos en torno al salar, lo que sugiere la formación de uno o más lagos en el pasado. También logramos identificar algunas líneas de costa, las cuales se encuentran a altitudes más bajas en comparación con otros salares como los de Uyuni y Huasco. En este último, depósitos de arenas y material calcáreo indican la existencia de un antiguo lago de más de 50 metros de profundidad.

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Las lagunas al norte del salar son el refugio de tres de las seis especies de flamencos del mundo.


Patrimonio natural y cultural

El Salar de Surire es también un lugar de gran valor cultural e histórico. En sus alrededores se encuentran vestigios de diferentes periodos, desde cazadores recolectores hasta sociedades dedicadas a la ganadería de camélidos que hasta el día de hoy ocupan y manejan los bofedales. El salar ha sido sin duda un punto de encuentro para las comunidades indígenas que han poblado este territorio altoandino, quienes han desarrollado un profundo conocimiento de su entorno y una relación de respeto con la naturaleza.

Pero Surire guarda aún más secretos. En el año 2003 se descubrieron accidentalmente restos fósiles de un individuo de Hippidion saldiasi, equino americano extinto que llegó a pesar más de trescientos kilogramos y habitó el salar hace unos trece mil años. El ejemplar de Surire, de aproximadamente 4 años de edad, no solo representa el registro más septentrional y de mayor altitud para esta especie de caballo extinta, sino que también coincide con dos hitos importantes: el inicio de uno de los últimos periodos húmedos en la región cuando el salar podría haber sido un lago o bofedal en expansión, así como con la evidencia de los primeros asentamientos humanos a nivel regional, un aspecto que está recién comenzando a ser investigado. 

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Terrazas erosionadas por sobre el salar sugieren la presencia de un paleolago en el pasado.

La superficie del salar contiene una costra rica en una mezcla de sales de boratos, cloruros, sulfatos, y carbonatos. Destaca la presencia de la ulexita, un mineral rico en boro, sodio y calcio.


Un Tesoro mineral

La superficie del salar contiene una costra rica en una mezcla de sales de boratos, cloruros, sulfatos, y carbonatos. Destaca la presencia de la ulexita, un mineral rico en boro, sodio y calcio. La presencia de estas sales es una consecuencia directa de la actividad volcánica y posterior meteorización hidrológica. Después de violentas erupciones, grandes formaciones volcánicas son lentamente meteorizadas e incorporadas a la cuenca por escorrentía. A medida que el lago fue desapareciendo, el boro y los otros elementos quedaron depositados formando una costra de sal blanca. De hecho, se ha demostrado que el salar ha dejado sus huellas desde tiempos prehispánicos, con altas concentraciones de boro encontradas en momias del valle de Lluta, Azapa y Camarones, río abajo. Las leyes de ulexita en Surire son altas, y por ello desde 1986 la empresa minera privada Quiborax extrae industrialmente la ulexita para la producción de ácido bórico. Quiborax es la tercera productora mundial de ácido bórico y si bien la actividad minera ha generado empleo y actividad económica, también amenaza la conservación de este ecosistema único. Son las contradicciones del modelo de desarrollo chileno expresadas en esta cuenca perdida en el norte de nuestro país. El Salar de Surire es un destino que nos deja pensando. Su belleza natural, su rica biodiversidad, su importancia cultural, su fascinante historia geológica y sus misterios del pasado lo convierten en un lugar único que debe ser cuidado.

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Camélidos pastando al borde del salar. Al fondo extracción minera de ulexita.

(*) Académico de la Universidad de Tarapacá e Investigador Adjunto del Núcleo Milenio de bofedales altoandinos AndesPeat.


Lecturas de interés

Arriaza, B., Blumenstiel, D., Amarasiriwardena, D., Standen, V.G. and Vizcarra, A., 2021. Five thousand years of bellyaches: Exploring boron concentration in ancient populations of the Atacama Desert. American Journal of Physical Anthropology, 174(2), pp.254-267.

Garcés, I., 2011. Salar de Surire un ecosistema altoandino en peligro, frente a escenario del cambio climático. Nexo Revista Científica, 24(1), pp.43-49.

Gardeweg, M. and Sellés, D., 2015. Estratigrafía y evolución estructural del área Collacagua-Rinconada, alta cordillera de Iquique, 20 00’-20 30’S–Región de Tarapacá. In XIV Congreso Geológico Chileno.

Labarca, R., Caro, F.J., Villavicencio, N.A., Capriles, J.M., Briones, E., Latorre, C. and Santoro, C.M., 2020. A partially complete skeleton of Hippidion saldiasi Roth, 1899 (Mammalia: Perissodactyla) from the late Pleistocene of the high Andes in northern Chile. Journal of Vertebrate Paleontology, 40(6), p.e1862132.

Otto, J.C., Gallardo, M., Sitzia, L., Osorio, D. and Gayo, E.M., 2024. Geomorphology of the Caracota Valley, Western Altiplano, Northern Chile. Journal of Maps, 20(1), p.2399948.

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