Una iquiqueña perdida entre las OLAS Y LA SELVA TROPICAL DE HAWAII

Una periodista iquiqueña se enamoró del Surf, hace más de veinte años, tras escribir una crónica sobre este deporte en las arenas de Cavancha. Se fue a Hawaii a la siga de sus sueños y allí se quedó para hacer familia, pero -sobre todo-, seguir su instinto de sirena nortina. Ha recorrido el mundo arriba de las olas y sus recuerdos siempre la trasladan a su Iquique de ensueño. Elizabeth Parra está lejos de su ciudad natal, pero siempre cerca del mar.

Turismo y Deporte 17/05/2021 Rodrigo Ramos Bañados
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Esta entrevista demoró un tiempo en ser contestada. La urgencia no es tema para Elizabeth Parra. Ella vive en un pueblo pequeño en una de las islas del archipiélago de Hawaii. No es la isla principal, sino que la más silenciosa. Hay un solo restorán, por ejemplo. La señal de internet es esquiva. Es quizás el lugar adecuado para el momento en la vida de esta iquiqueña que hace alrededor de 20 años cambió el periodismo por el surf.

-¿Qué es lo que más extrañas de Iquique después de tantos años fuera?

-Fuera de extrañar a la familia y amigos... lo que más extraño es caminar sin rumbo por las calles antiguas de Iquique. Comenzar en el cementerio número 3  y cortar calles hasta encontrar calle Serrano y luego Esmeralda. Caminar pensando en nada... tal vez caminar detrás del hospital, pasando por la escuela Eduardo Llanos, pasar por el lugar donde antes estaban los casos psiquiátricos, y unos columpios. Hacer las curvas traseras del hospital y seguir para encontrar el cementerio número 1, saludando de pasada a algunos de los antiguos que, sentados frente a su casa podrían mirarme de paso... mirando todos los detalles de la tierra, las esquinas, las piedras pequeñas, las puertas y ventanas desde donde tantas imaginaciones nacen.

“En mis recuerdos todo está como era en los ochenta. Nada ha pasado desde esa década; todo es tranquilo y polvoriento. El mar siempre parece más verde en esa parte de mi memoria”.

-¿Y el mar?

-En mis recuerdos todo está como era en los ochenta. Nada ha pasado desde esa década; todo es tranquilo y polvoriento. El mar siempre parece más verde en esa parte de mi memoria. Ahí entre lobos, huiros y redes, compartiendo el aire con los fieles de San Pedro respiro profundo. Algunos espíritus me despiden, pero otros se suman desde el muelle y cargada de la historia de los que caminaron antes, me muevo entre las calles que se extienden debajo de la plaza. El laberinto de nombres, historias y momentos de otras vidas se adhieren a la mezcolanza de callecitas que casi me dejan sin aire. Es un éxtasis difícil de explicar. Debe ser una sensibilidad especial que me permite sentir el pasado, no solo en el aroma de la madera antigua, sino también en los excesos del aire marino. El barrio el Morro está lleno de recovecos y lugares cargados del espíritu de Iquique. Siempre sueño que estoy ahí. Eso es lo que más extraño.

-¿En esa escala de recuerdos que cobijas, cuáles son los tres más importantes?

-Tengo recuerdos de momentos inolvidables, momentos con personas que fueron importantes, y momentos de aprendizaje. Dentro de todos los recuerdos, los más importantes son los que tienen que ver con la familia. Mis padres y mis hermanos siempre han sido parte de mi camino. También, depende de lo que estés viviendo, como ciertos recuerdos vienen a ti por arte de magia. Por ejemplo, estaba en Palermo, en Sicilia, el verano anterior al Covid y fui a un cine arte a ver cualquier cosa y coincidentemente ese único día pasaron “Santiago, Italia”, un film de Nanni Moretti. Y yo no tenía idea del film, pero salí de ahí llorando. Seguí caminando y llorando y me di cuenta que entre todo lo que me recordó el film y la tristeza de lo que sucedió en Chile en el 73, un recuerdo marcaba el momento en que dejé de ser niña. En mi memoria iba caminando a la feria a comprar las verduras, y como siempre, paré en el quiosco de la esquina a leer los títulos del diario. Antes de leer nada, vi la foto de un hombre con los ojos vendados que parecía momificado. Creo que el día anterior había escuchado de mis compañeros de clase que se “habían encontrado huesos”. Ese fue el momento en que dejé de pensar como niña. Enfrentada de pleno a la realidad del mundo y de lo que es capaz el ser humano. De golpe, no solo la tristeza de lo que unos les hacen a los otros en nombre del poder... además, el odio y la rabia... todo junto con la tristeza, porque de pronto te das cuenta de que la vida no es en technicolor sino que negro, blanco y rojo. Pero también tengo muchos recuerdos felices de momentos breves, pero llenos de cariño que me ayudan a seguir adelante cuando me sume la nostalgia de lo que no fue; de los caminos que no caminé. 

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-¿Aromas que te devuelvan a Iquique?

- Siempre puedo recordar el olor de las pesqueras. Vivía yo atrás del hospital cuando era niña y el aroma a pescado en proceso era cosa de todos los días. Pero el olor del mar en playa brava o Cavancha es algo que recuerdo constantemente. Aunque aquí vivo a pasos del mar y voy al mar casi todos los días... el aroma no es el mismo. También el aroma a pan recién salido del horno de una panadería llamada Palacios, al lado del hospital (porque acá no existen las panaderías, todo el pan es envasado).

EL SURF

-¿Qué significa el surf para ti, lo practicas a diario? 

El surf... la mejor manera de explicarlo creo que sería con la película “El Mar, Mi Alma”. Es un film de surf en el que aparecen algunos amigos de Chile y de Hawaii y que acompañado de la música le dan sentido a cualquier explicación que yo pudiera dar, pero sin decir nada. Creo que al final del film un pescador dice “El mar es mi alma, es mi vida, es mi todo.” Así es como me siento yo. Otra explicación es que el alma del mar me llama y yo le escucho. Y la mejor manera que he encontrado para comunicarme con esta es surfeando. Cuando aprendes a surfear tienes que dedicarle tiempo al mar, a sentir al mar con todos tus sentidos, y ese tiempo que pasan juntos es como un romance. Cada día que pasas tiempo en el mar aprendes más, te das cuenta de que las olas viajan en direcciones cardinales y combinaciones de estas, que el viento las afecta al igual que la luna. Creo que el surf es una de las maneras de sentir la cadencia y profundidad del mar y así como una danza de pasos que se sienten, uno aprende todos los días y también tiene que dejarse llevar por el mar.

“Cuando aprendes a surfear tienes que dedicarle tiempo al mar, a sentir al mar con todos tus sentidos, y ese tiempo que pasan juntos es como un romance”.

-¿Cómo llegaste a éste?

- Primero tengo que decir que mi relación con el mar comenzó desde niña. Inexplicablemente siempre supe nadar y todos los caminos siempre me llevaban al mar. Pero era periodista en El Nortino y una tarde, desde el segundo piso del diario miraba el mar como en trance. Mi editor Adolfo Schwaitzer me dijo “que pasa, vaya allá y escríbase una notita”. De ahí en adelante se trazó mi destino. Entrevisté al surfista Raúl Aliste y de ahí conocí a otros surfistas que me ayudaron sin saberlo a concretar el sueño de mi vida. Y así es mi vida hoy, surfeando Chuns en el North Shore of Oahu. Esta parte de la isla es el lugar más importante para el surf mundial. Y ahí es donde voy a surfear a diario y donde encuentro a otros amigos marinos que disfrutan del surf como yo. Creo que el surf es una experiencia casi sobrenatural porque estás dentro de la naturaleza, pero además para surfear una ola tienes que saber el ritmo de ésta, como viene, como va a quebrar, y tú vas en ella al unísono; imagínate la sensación de volar... es algo así, pero lo puedes hacer todos los días, es adictivo. 

-¿Hawaii es el mejor lugar para vivir si te gusta el surf?

- Definitivamente aquí es donde hay que venir si te encanta surfear, pero es muy caro para vivir. Con el paso de los años y con la globalización, el North Shore se ha puesto de moda y por cierto más caro que antes. Especialmente si quieres comprar una casa. Es un sacrificio para la gente común como yo.  Puedo disfrutar de este momento por muchos años sin tener que comprar casa, pero esas consecuencias uno las debe asumir y sopesar constantemente. Pero como dije, mi amor es el mar, así es que todavía estoy aquí.

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SER LATINA

-¿Te sentiste alguna vez discriminada como latina?

- Creo que como inmigrante en general. Hubo un par de  ocasiones, pero creo que en la mayoría de los casos en Hawaii la gente encuentra que mi acento es algo positivo, que “suena lindo”, algo así como un embrujo de sirena. Pero del tipo de discriminación peor que uno se puede imaginar si lo viví en el sur de Estados Unidos, en un road trip. Tuve que pasar por un control fronterizo en Arizona o Texas y la policía de inmigración fue intimidante y ruda, pero tenía documentos así es que me tuvieron que dejar pasar. Más adelante en el mismo viaje saliendo de New Orleans hacia el norte en Alabama particularmente existe mucha segregación, aunque no se hable de ello. Tú lo puedes experimentar en cualquier pueblo rural... parece una película, pero es la realidad. Los blancos en general no miran a gente que no tenga rasgos enteramente caucásicos. Si entras a la tienda equivocada simplemente no te atienden y con sólo mirarte pueden decir parte de tu carga genética.

-¿Qué resaltas de ser una latina en Estados Unidos?

- Hawaii, aunque es uno de los estados, no es lo típico en Estados Unidos. Hawaii es el “melting pot” algo así como una amalgama o una paella donde se mezclan el arroz, el saffron, el cilantro, y los vegetales de la zona. La población local está compuesta mayormente de polinésicos, japoneses, coreanos, chinos, blancos de varios tipos y también latinos; todos también se han mezclado y así nacen nuevas generaciones igual que un plato de estación. En Hawaii creo que los Hawaianos y los latinos nos parecemos mucho. Creo que nos guiamos por las mismas pasiones. La familia, la música y el amor. 


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COVID

-¿De qué manera has llevado las cuarentena, como ha sido el proceso? 

- Para mí, que naturalmente soy ermitaña y lenta (lo que otros llaman mindful), la cuarentena de principio de Covid fue una bendición. En Hawaii soy profesora en una escuela pública, tengo dos hijos y además me encanta surfear. A eso hay que sumarle tiempo para meditar en las mañanas, para escribir acerca de la vida, para cocinar comida casera, leerle a mi hija en las noches, y todas las otras labores de madre...ufff sacarle el ir al trabajo todos los días a la ecuación me cayó como un regalo. Pude sentarme conmigo misma y analizar la mortalidad, el tiempo, y la felicidad y eso me ayudó grandemente a realizar cambios fundamentales en mi vida. Me puse a pensar en quien fui, quien iba a ser y quien soy en el momento presente; miré hacia el cielo y tuve tiempo de acompañar a la luna, de acariciar las estrellas, de agregar otros platos chilenos al menú familiar, de dibujar historias con mi hija y leerle cuentos, de escuchar a mi hijo tocar el piano y finalmente decidirme a terminar mi matrimonio. Todo eso gracias al regalo de tiempo que la cuarentena me dio para masticar la vida que estaba viviendo y los ideales a los que aspiraba en busca de la felicidad. Me dio tiempo de vivir la noche negra del alma y en la reflexión decidí “Vivir con Valor”.

-¿Sigues escribiendo, quizás crónicas, o un proceso más interno, autobiográfico?

- Escribiendo siempre. No puedo parar de escribir. Es parte de mí el escribir en cuadernos... será un mensaje o una zona de confort que me recuerda el ser niña de colegio. Un cariño a mí misma, por ser una latina perdida entre las olas y la selva tropical de Hawaii. Llena de sentimientos, música, y sabores en un mundo que incluso aquí pasa demasiado rápido. Escribir me hace sentir menos sola. O tal vez es porque me siento sola que tengo que escribir para distraerme y no sentarme a llorar la tristeza de escuchar a Chinoy o Manuel García.

-¿Te proyectas trabajando nuevamente en una sala de redacción?

- Sííí. Mis recuerdos de ser periodista en El Nortino entre el humo de los cigarrillos, las bromas, las tazas de café y los amigos todos con un talento y deseo común: el de escribir y retratar la ciudad y su gente. Ese tipo de hermandad y el poder influenciar y mejorar la vida de la comunidad en que uno vive a diario tiene un sabor inolvidable como son los platos humeantes de tu madre; fragancia del diario vivir. Siempre quiero volver a hacer periodismo, tomar la pluma y el cuaderno como si fuera una guerrera saliendo a hacer justicia, batallando a los infieles del bien común, crónica tras crónica y haciendo amigos en el camino, muchos amigos. Y voy a Chile en junio, así es que si me ven caminando la ruta que les dije, párenme y conversemos. Eso sería un cariño increíble para mí. Gracias por la oportunidad de incluirme en sus vidas. Cuando esté lista voy a anunciar el blog de la periodista iquiqueña perdida en hawaii.

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