La evangelización de los indígenas al descubierto LA MIRADA CRÍTICA DE UN CURA FRANCISCANO

La Iglesia tuvo un enorme poder en el proceso de conquista y colonización de América. Hubo de todo. Desde curas idealistas que veían el Nuevo Mundo como un paraíso prístino en el cual fundar una nueva cristiandad, sin los vicios y la corrupción que imperaba en las instituciones eclesiásticas europeas, hasta otros que buscaron y encontraron formas de enriquecerse a cualquier precio. Este artículo de la historiadora Soledad González, de la UBO, nos permite adentrarnos en este mundo.

Memoria 20/05/2022 Soledad González Díaz (*)
Bernardino de Cardenas 2
Un cura golpea a una indígena embarazada, cuyas lágrimas caen por su rostro, durante el sacramento de la confesión. El dibujo pertenece a la Nueva crónica y buen gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala. Biblioteca Real de Dinamarca.

La Iglesia tuvo un enorme poder en el proceso de conquista y colonización de América. Hubo de todo. Desde curas idealistas que veían el Nuevo Mundo como un paraíso prístino en el cual fundar una nueva cristiandad, sin los vicios y la corrupción que imperaba en las instituciones eclesiásticas europeas, hasta otros que buscaron y encontraron formas de enriquecerse a cualquier precio. Una forma de denunciar los abusos que estos últimos perpetraron sobre los indígenas fue acusarlos a sus superiores mediante cartas, informes o memoriales.

Un memorial es un documento mediante el cual una persona, exponiendo sus razones o méritos, solicita a una autoridad un beneficio, favor o privilegio. Una de estas personas fue Bernardino de Cárdenas, un cura franciscano que nació en la actual Bolivia a fines del siglo XVI. Fue autor del Memorial y relación de cosas muy graves y muy importantes al remedio y aumento del reino del Perú, donde se percibe a sí mismo como un elegido de Dios, como un hombre digno y ejemplar, cuya misión es enraizar la fe cristiana en el Perú, desarraigando los cultos antiguos y denunciando la corrupción de los misioneros. Gracias a este autodesignado propósito, Cárdenas es el protagonista de su propio Memorial. Allí donde los indígenas no van a misa, él es capaz de convocar a 3.000 almas. Allí donde nadie ha erradicado el culto al diablo, él ha destruido 12.000 ídolos en montes, lagunas, caminos y valles. Allí donde el descontento indígena frente a los excesos de los españoles desencadenó una violenta revuelta, él fue capaz de apaciguar a los caciques de Songo, Challana, Chacapa y Simaco, en la región de los Yungas de Chuquiabo. 

Tres males aquejan en demasía a estas almas. En primer lugar, la lujuria de las indias y mestizas, que con su deshonestidad y vestimentas atraen a los hombres al pecado. Luego vienen los mestizos, que desirven más que sirven a Dios. Son holgazanes y ladrones.

MEMORIAL

A continuación, ofrecemos una selección de los tópicos más recurrentes en el Memorial. Quisimos parafrasear sus oraciones más lustrosas en cursiva, uniéndolas artificiosamente para luego comentarlas, ofreciendo algunas claves para entender mejor el contexto de las palabras de Cárdenas. La idea es brindar a los lectores una sinopsis del Memorial sin prescindir de la prosa aguda y autorreferente de su autor, invitándolos a adentrarse más en su mundo.

-Muchas espigas y pocos segadores. No hay suficientes confesores y curas para los indios. Son pocos los predicadores que conocen sus lenguas. Tampoco hay suficientes iglesias. Y las que hay más parecen caballerizas o pesebreras que casas de Dios. Bien podría haber más altares portátiles, como el mío, que con música, olores y luces cautiven a los indios y los hagan salir de sus madrigueras para oír la misa solemne. Así crecería la fe en los corazones de estos pobres. 

Los altares portátiles eran objetos, como baúles o maletas, que dentro atesoraban los elementos básicos para la eucaristía: misales, velas y la patena. Al parecer, su uso en la época de Cárdenas no estaba tan regulado como después, de hecho, sucedería. Él mismo había confeccionado el suyo, en vista de la escasez de capillas. Era un artefacto itinerante al servicio de la salvación de las almas. De pueblo en pueblo, Cárdenas montaba el espectáculo del oficio divino.

-Ningún indio quiere parroquias cerca. Con la iglesia llega el cura y con el cura llegan los tributos. Si hubiera más capillas portátiles como la mía, los curas podrían turnarse para celebrar la santa misa de cuando en cuando en los montes y páramos donde el nombre de Nuestro Señor no es invocado. Y los indios se ahorrarían las extenuantes jornadas que hoy deben recorrer para rezar, abandonando sus chacras y deberes. Si la bula de la Santa Cruzada fuese más barata y se imprimiera con estampas grandes de Cristo o la Virgen, los indios la comprarían más, porque de por sí son inclinados a los dibujos. Con esto se financiaría la construcción de más capillas portátiles, que yo mismo podría fabricar. 

La bula de la Santa Cruzada era una indulgencia, es decir, un documento que acreditaba la absolución de un pecado. Lo otorgaba la Iglesia a cambio de una limosna, era nominativa y duraba un año, al cabo del cual el perdón perdía vigencia. Se llamaba de la “Santa Cruzada” porque el Vaticano la expidió con el objetivo de cubrir, en principio, los costes de la guerra de los reinos españoles contra los musulmanes. La bula siguió promulgándose varios siglos después de que la expulsión de los musulmanes de la península Ibérica se había concretado. Con el correr de los siglos llegó al Nuevo Mundo, pero en la perspectiva de Cárdenas no estaba lo suficientemente difundida. Los indios no solo evitaban adquirirla, sino que también la aborrecían. Despectivamente, la llamaban la “tasa chica”, dejando en evidencia lo que realmente significaba para ellos: el pago de otro tributo. Cárdenas consideraba que, si el aspecto de la bula se adaptaba a las preferencias de la audiencia indígena, estos se interesarían más por ella. Y con la limosna recolectada podría financiar su proyecto de los altares itinerantes.

Bernardino de Cardenas 1

La Bula de la Santa Cruzada. Tal como señalaba Cárdenas, carece de estampas o dibujos. Esta fue expedida a nombre de Rodrigo ¿Deison? el 15 de mayo de 1547 y su valor era de 2 reales de plata castellanos. Biblioteca de la Universidad Complutense.

LUJURIA DE LAS INDIAS

-Tres males aquejan en demasía a estas almas. En primer lugar, la lujuria de las indias y mestizas, que con su deshonestidad y vestimentas atraen a los hombres al pecado. Luego vienen los mestizos, que desirven más que sirven a Dios. Son holgazanes y ladrones. No sé en qué estaba pensando el virrey Toledo cuando los eximió de tributo. Ahora las indias prefieren tener hijos con los españoles porque saben que serán libres. Y el peor mal de todos: la idolatría. Pero no tengo el poder y la fuerza necesaria para emprender una guerra solo contra el demonio. Se requieren más ministros para que el único y verdadero Dios sea adorado. 

En la época colonial, los mestizos no pagaban tributo y estaban exentos del servicio personal, circunstancia que alimentó el rencor de los indígenas que sí debían cumplir con las obligaciones tributarias impuestas por las autoridades. No obstante, la condición de los mestizos distaba mucho de la libertad que suponía Cárdenas. El mestizaje cargó con el estigma de una mezcla prohibida y, por ende, degradada y corrompida. Ser mestizo se convirtió en sinónimo de vicio y ociosidad. En los cuerpos de las mestizas y las indígenas, en tanto, se proyectaron prejuicios que las asociaban con la lascivia y la lujuria. El tercer mal que Cárdenas detecta es la adoración de ídolos, otra prueba de que el santo evangelio no estaba debidamente promulgado entre los indígenas ¡Incluso la bula de la Santa Cruzada podía convertirse en un objeto al servicio del demonio! Una vez confiscó a un indígena un bulto con algunas dentro, untadas con sangre de cuye y con hojas de coca, clara evidencia de su utilización ritual por parte de comunidades.

- “¿Qué Dios es este, qué rey es este, por cuya causa padecemos tanto?” dicen los indios. Y con razón. Todos quieren un pedazo de la manta del indio y dejarlo desnudo: gobernadores, corregidores, tenientes, encomenderos, alguaciles, escribanos y caciques. Ya nadie se fía de ellos. Como ese cura que acaba de morir y que cobró 10.000 pesos por 5.000 misas que nunca hizo. Al igual que Jonathan, el líder judío que no creyó en las paces que le ofreció su enemigo, el rey Demetrio, así los indios no creen en la palabra de los predicadores ni van a misa. Y cuando lo hacen, van más por temor a los azotes que por su voluntad.

Bernardino de Cárdenas conocía bien las Escrituras. Demetrio fue un rey que engañó y atemorizó al pueblo de Israel, para luego ofrecerle regalos y dignidades con el objetivo de evitar que se aliaran con su peor enemigo. Jonathan, a la cabeza de Israel, no creyó en sus palabras porque recordaba el mal que Demetrio les había causado unos años antes. En las reflexiones de Cárdenas, la desconfianza de los indígenas hacia los curas y las autoridades en general está tan justificada como la del pueblo de Israel hacia uno de sus muchos enemigos. 

Todos quieren un pedazo de la manta del indio y dejarlo desnudo: gobernadores, corregidores, tenientes, encomenderos, alguaciles, escribanos y caciques. Ya nadie se fía de ellos. Como ese cura que acaba de morir y que cobró 10.000 pesos por 5.000 misas que nunca hizo.

CORRUPCIÓN

-No podríamos esperar más. Los corregidores y curas compran vino y chicha en 4 o 5 pesos y luego obligan a estas pobres almas a comprarlas en 15 o 20. Ebrios y pobres, como están siempre, no entienden los misterios de la fe, practican la idolatría y abandonan sus pueblos, dejando a sus mujeres y sus hijos a su suerte. Entonces el corregidor ocupa a las indias para que fabriquen más chicha, invirtiendo 2 y ganando 12. Y la india no recibe nada ¿Quién pone atajo a estos agravios? Los visitadores, que deberían castigarlos, hacen más su negocio que su obligación. Vuelven de la visita cargados de plata, joyas y mulas… y con la conciencia más cargada aún. 

Corrupción en todos los niveles de la administración colonial es otra de las denuncias de Cárdenas. Desde el cura y el corregidor hasta los visitadores, supuestamente encargados de fiscalizar el correcto funcionamiento de las parroquias en terreno, todo era usura y coimas ¿Qué sentido tenía hablar de salvación y predicar las bondades del cristianismo si los ministros de la fe vivían sin ley? Para Cárdenas, los corregidores son la causa de la destrucción de los pueblos. En sus propias palabras, son verdaderas “aves de rapiña”. Con ironía, cuenta que los indígenas llaman “corregidores” a unos pájaros que destruyen los sembrados, viñas y huertas, no solo por los estragos que causan, sino también porque entrando pelones o pobres a los corregimientos, en dos años salen ricos y con las plumas de los indios. Como diría otro reconocido autor de principios del siglo XVII, Felipe Guaman Poma de Ayala, no hay remedio, es el mundo al revés.  


(*) Centro de Estudios Históricos, Universidad Bernardo O’Higgins.

Esta nota está basada en la reseña del libro Memorial y relación de cosas muy graves y muy importantes al remedio y aumento del reino del Perú de Bernardino de Cárdenas, editado por Marta Ortiz Canseco y publicado por la editorial Peter Lang, Berlín, el año 2020. La reseña será publicada en la Revista Autoctonía 6:1, disponible en: autoctonia.cl

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