El SAN PEDRO: una planta mágica andina

El cactus, conocido popularmente como San Pedro, pertenece a la familia Cactaceae o Cereus, y su nombre científico es el de Echinopsis Pachanoi. Su origen se remite a las zonas andinas del Perú y Ecuador, donde es conocido por nombres como gigantón, aguacolla y wachuma. Hoy su presencia se extiende a los territorios de Bolivia, Chile y Argentina.

Ciencia y Medio Ambiente 19/12/2023 Paulina Hidalgo (*)
Cactus 1

Esta es la primera planta de poder encontrada por la arqueología andina. Los restos botánicos encontrados evidencian el uso por el ser humano, y, por consecuencia, dan cuenta de la relevancia en el desarrollo histórico de los Andes. De acuerdo a la evidencia, San Pedro –junto con el tabaco– “es sin duda una de las plantas mágicas más antiguas de América del Sur” (Schultes y Hofmann, 1979). Su uso ha sido rechazado por la Iglesia Católica; sin embargo, como otras prácticas de Latinoamérica, logró extenderse hasta el día de hoy a través de un sincretismo de elementos cristianos y paganos en los rituales, ceremonias y/o curaciones donde es protagonista. Este ser-planta se halla anclado, arraigado, en el linaje ancestral de los habitantes de Sudamérica.

Actualmente el cactus San Pedro está presente en diversos sitios y contextos en Chile. Sus dimensiones abarcan desde lo ritual-ceremonial hasta lo comercial y ornamental.

Actualmente el cactus San Pedro está presente en diversos sitios y contextos en Chile. Sus dimensiones abarcan desde lo ritual-ceremonial hasta lo comercial y ornamental. Los atributos del cactus conllevan una dimensión agencial propia, donde él mismo es quien asegura su propagación y subsistencia a través de la relación de correspondencia e intercambio, en mutua participación con los seres humanos. Podemos situarnos desde una perspectiva antropocéntrica y decir que el Echinopsis pachanoi es una especie domesticada reproduciéndose gracias a la acción humana. Alternativamente, situarnos desde una posible mirada del cactus conlleva a observar al San Pedro como un ser inteligente, que puede dotarse a sí mismo de características y cualidades que resultan atractivas para asegurar su vida, propagación y multiplicación en el mundo.

TOCONAO

La atacameña Patricia Pérez es paisajista y recolectora de yerbas. Trabaja desde hace 13 años de la mano de este cactus en un hotel de San Pedro de Atacama. A primera vista la relación entre ambos parece situarse desde el contexto del paisajismo, sin embargo, al conversar con ella con más profundidad me cuenta de la relación de su linaje ancestral con la Wachuma, de su enraizamiento con esta planta: “Esto es de nuestros ancestros, de nuestro linaje” dice.

En Toconao, que es el lugar de origen de Patricia, su familia mantiene una tradición con el cactus San Pedro desde hace años. Se trata de un conocimiento que se ha transmitido sólo en forma oral, de generación en generación, y sólo entre su línea familiar. Lo anterior me hace sentido ya que al buscar información sobre prácticas indígenas con San Pedro en Chile hay un vacío. Al preguntarle si tiene conocimiento sobre la práctica de esta tradición en otros lugares del país me dice que no lo sabe, que al parecer la de Toconao es la única que perdura.

Sin embargo, ¿cómo podría haber llegado el San Pedro y sus usos asociados en la antigüedad desde Perú y Ecuador hasta este territorio? Patricia cuenta que probablemente fue traído por los ancestros a través del camino del Inca y luego su preparación habría sido difundida y compartida aquí donde los indígenas acogieron la medicina. “Los ancestros lo trajeron y lo usaban, y la tradición se conserva entre la familia” dice Patricia. También me cuenta de sus otros usos: en la comida; para engomar; para la ropa; para el pelo (ocupaban su gelatina), para beberlo y soñar. Respecto a este último uso, agrega que este cactus sirve “para encontrar visión, ver el camino, entender cómo funciona el universo y conectar con la cosmovisión andina”.  Así, para consumirlo lo cortan, lo pelan y lo hierven. Los beneficios de su brebaje son únicos, entre ellos para el sistema circulatorio, respiratorio e inclusive como antioxidante.

La tradición se ha extendido con la ayuda de esta paisajista-recolectora hasta un hotel céntrico en la contemporaneidad, donde todos los cactus que se han plantado desde hace 13 años vienen de Toconao. Dice que trabajar allí es un regalo porque podrían tener a cualquier otro paisajista, pero está ella que es atacameña y decidió utilizar sólo plantas de la zona. “Ellos quieren estar aquí (refiriéndose a los cactus), porque les hace felices estar en territorio indígena”, dice Patricia. Para ella esta es una forma de conservar, “ya que no se ha preservado la lengua, al menos que se preserven estas cosas (…) las plantas que son de aquí. Esto no se puede perder, sobre todo entre la gente joven que hoy está tan perdida con drogas y esas cosas”.  Patricia nunca ha consumido el brebaje, más siente su conexión con él y la del cactus para con ella y su familia.

En el contexto de este caso vemos un atisbo de las formas en que el cactus detenta una movilidad espacial y temporal. No se mueve sólo a través del espacio caminando con las personas, siendo llevado o plantado, sino que también se va moviendo a través del tiempo, desde generaciones atrás haciendo compañía al ser humano hasta hoy, ¿por qué?.

PSICOTRÓPICO

Cuando aparece el tema de los orígenes de la conexión del Wachuma con el ser humano, Chavín de Huántar (Perú) es uno de los monumentos arqueológicos clave. La evidencia allí demuestra que en el Horizonte Chavín (800 a.c) se utilizó el cactus en forma ritual-medicinal en ese mismo espacio ceremonial. Este también habría cumplido la función de ser un centro de aprendizaje al que se acudía para “conocer y dominar diversas sustancias psicotrópicas, principalmente el San Pedro” (Benítez, 2017, p.27). De acuerdo con Benítez “el extracto de esta cactácea, así como sus espinas formaron parte de una religión panandina que gozó de gran popularidad”. Y es que Chavín de Huántar no es el único sitio al que se le asocia evidencia de su uso humano en la antigüedad, también en los complejos culturales Cupisnique, Paracas, Moche, Nazca y Chimú, entre otros (Feldman, 2006).

Lo anterior, lo podemos confirmar con el mismo relato de Patricia, quien nos cuenta sobre los diversos usos y formas que mantuvo su linaje en Toconao como tradición, a través de los que se recrea una conexión y relación con el cactus. También lo reafirma la evidencia dada por artefactos, monumentos, textiles y figuras antropomorfas donde se puede ver a la Wachuma representada en las distintas formas que tomaba su imagen de acuerdo con los usos que cumplía.

(*) Este artículo in extenso se puede encontrar en www.endemico.org


¿Cómo es el cactus San Pedro?

 

El cactus de San Pedro es una planta columnar, muy ramificada y con tallo de color verde. Se trata de una especie que puede crecer 6 metros o más. Las flores nacen cerca de la parte alta de los tallos, se abren de noche, son de color blanco y miden unos 20 centímetros. Su ciclo de vida es breve ya que suelen durar uno o dos días. Luego, las flores del cactus San Pedro se marchitan y caen.

El cactus de San Pedro es de fácil cultivo. Su hábitat natural es la montaña, es decir que sobrevive y se desarrolla a grandes alturas y con abundante lluvia, de modo que soporta temperaturas inferiores a las que resisten otros cactus. Suele crecer por término medio, unos 50 cm al año.​ El cactus San Pedro sufre del ataque de los hongos si se lo riega en exceso, por lo que necesita que su suelo esté bien drenado. En la naturaleza esto se da de manera espontánea, pero cuando se cría en maceta se debe tener en cuenta este aspecto.

El consumo del cactus San Pedro está actualmente mucho más extendido y, en general, en bajas concentraciones estos compuestos producen síntomas que alteran la percepción, los sentimientos, los pensamientos y el estado de ánimo. De todos modos, como ya se mencionó, se desaconseja consumir el cactus San Pedro de manera descontrolada, dado que podría provocar síntomas distintos en cada persona y podría ser una experiencia desagradable.

Cabe recordar que las sustancias alucinógenas se hicieron muy populares en los años '60 y '70. En aquel momento, las preocupaciones legales y la extensión masiva que habían tenido estas sustancias condujeron a su prohibición. La mescalina es un alcaloide natural que se ha utilizado durante milenios en rituales religiosos, debido a sus propiedades psicodélicas y con fines medicinales por los nativos americanos.

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