La porfía de Abrabam Sanhueza para consolidar un festival de teatro y danza

Este actor autodidacta fue uno de los pioneros en la gestión cultural en Iquique. Actualmente es el rostro del FINTDAZ, que este año tendrá su 17 versión.

Arte y Cultura03/07/2024 Rodrigo Ramos Bañados
Abraham Sanhueza 1
Abraham Sanhueza optó por desarrollar su trabajo artístico en Iquique, donde sintió que estaba su desafío.

Fotos: Franco Miranda

Abraham Sanhueza arriba a los ocho años a Iquique, proveniente de Santiago. Plena dictadura. El Iquique de entonces con suerte sobrepasaba por el lado sur a la actual calle Tadeo Hanke, más bien todavía estaba empotrado en los alrededores de Cavancha y olía, por las noches, al contradictorio perfume de la harina de pescado -la hediondez de los dólares-. 

La familia se instala en la ciudad en busca de oportunidades a pesar de todo. No eran buenos tiempos. Abraham, mientras pide un té de hierbaluisa frente a la avenida Playa Brava, donde descienden parapentes a cada tanto, recuerda que su vínculo con el norte es antiguo, por parientes, de ahí que siempre escuchara historias del norte, en consecuencia, “había confianza en mis padres y en mí que aquí la vida sería distinta.  Llegué a los ocho años y nunca más me partí, aunque intenté irme”, dice con la mirada tranquila, en la silla de un café, bajo un día algo nublado de otoño.

Si bien en su época escolar en Iquique, rememora, se sentía considerado porque destacaba en concursos de escritura, una vez que terminó el colegio decidió partir a Santiago, con el objetivo de realizar teatro. “Conocí personas allá, pero al final entendí que yo era como uno más dentro del ambiente artístico”, afirma. Entonces, Abraham opta por desarrollar su trabajo artístico en Iquique, donde sintió que estaba su desafío. 

“En esos años conocí a la poeta iquiqueña y dramaturga Iris Di Caro (1926 -2020), quien fue mi guía en este proceso de las artes. A través de una academia comencé a hacer teatro con ella, a aprender, a empaparme del oficio”, asevera con emoción. Hace un alto. Mira al cielo.  Respira. Abraham recuerda que a los catorce años comenzó a trabajar en sus primeros montajes. “Desde ahí no me he detenido. Puedo decir que en definitiva mi escuela ha sido la vida. He ido aprendiendo y perfeccionando con el paso del tiempo. Fui pionero en desarrollar proyectos artísticos en un tiempo que no existían los Fondos de Cultura. En los años ochenta había que postular a través del Fosis. Mi primer proyecto lo gané a través del Fosis. Después nacieron los Fondart, que era limitados al ámbito nacional. Eran uno o dos proyectos por región. En estos pioneros Fondart postulé con una obra de Iris Di Caro, y la ganamos. Imagínate la alegría. Fue tremendo. Desde ahí me involucré en la gestión cultural, asunto que fui profesionalizando con el paso del tiempo”, evoca.  

“Conocí a la poeta iquiqueña y dramaturga Iris Di Caro, quien fue mi guía en este proceso de las artes. A través de una academia comencé a hacer teatro con ella, a aprender, a empaparme del oficio”.

Respecto a convivir como artista en dictadura, dice que no le tocó vivir el dramatismo que debieron vivir algunos artistas, “porque en general mi obra tocaba temas universales. Nadie me dijo voy a hablar de esto, u otro. Fui súper ingenuo”. 

Al frente, en la costanera, una mujer envuelve el aparatoso parapente que se extiende como medusa sobre el césped. “Hubo un tiempo que el parapente fue novedad”, comenta Abraham. Dice que ya son parte de la cotidianeidad de un sábado por la mañana en Iquique. Entiendo que caer del cielo se transformó en un ejercicio que sólo asombra a los niños y las niñas, y uno que otro visitante. 

FINTDAZ

El presente de Abraham Sanhueza es el Festival Internacional de Teatro y Danza, FINTDAZ, espacio que, bajo la organización de la compañía teatro Antifaz, es parte de la cartelera anual de actividades culturales en Iquique. Este año se realizará la 17 versión de un espacio consolidado con el tiempo, pero como es de suponer en un principio no fue fácil llevarlo a cabo. 

Abraham, ya con el té de hierbaluisa sobre la mesa, expresa que el evento surgió a principios de los dos miles, a través de un festival en invierno, denominado “Viva el Teatro en Invierno”. Después hicimos un “Iquique por mil”. “Queríamos hacer un festival que se consolidara en el tiempo. El problema es que no nos aprobaban los fondos para los proyectos. Debo decir que ganábamos experiencia en esos momentos. Después, viendo que no nos apoyaban, decidimos tirarnos a la piscina y sacar el festival como sea”, manifiesta Abraham. Un chico, migrante, se acerca a pedir dinero. Agradece las monedas con su acento caribeño.

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Sanhueza reconoce que le gusta la gestión cultural, y por eso lo hace con dedicación.

El actor de nombre bíblico continua su relato: “Estábamos en julio y el festival era en septiembre. Otra vez empezamos a golpear puertas. Nadie nos apoyó, salvo la municipalidad que nos puso un par de lucas. Había que atender a 80 artistas. Imagínate.   Nos conseguimos alojamientos. Pedí todo prestado. Fue un comienzo muy duro. Recién en el tercer año nos aprobaron el proyecto. Luego entró la minera Collahuasi, con un aporte reducido en ese momento. Por lo menos en los primeros años hacíamos el festival por amor al arte. Las mismas compañías venían con el ímpetu de colaborar. No pagábamos nada. De a poco comenzamos a pagarnos a nosotros y a los artistas. Siempre fue la idea de que había que avanzar y no retroceder”, precisa.

Después que pasa un auto tuneado por la avenida con la música a todo volumen como si llevara una fiesta adentro, afirma que el debate en torno al festival pasaba por dignificar el trabajo de los artistas que participaban y de los trabajadores culturales que estaban detrás, “lo que al final se logró. Hoy no podemos decir: por amor al arte. Yo trabajo de lunes a domingo, no tengo horarios. Soy una persona que debe comer, vivir, y por consiguiente ya pasé por el proceso del amor al arte”.

“En los años ochenta había que postular a través del Fosis. Mi primer proyecto lo gané a través del Fosis. Después nacieron los Fondart, que era limitados al ámbito nacional. Eran uno o dos proyectos por región”.

Sanhueza subraya que para tener audiencia cautiva hay que estar todo el año trabajando. “Aprendimos que todos los meses hay que tener algo listo. Y así, definimos los hitos programáticos como: exhibiciones de obras o actividades. A la vez, tenemos un equipo permanente de cinco personas, todos contratados por Antifaz. Después, en el festival, se suma el personal part time. Para el gran festival alcanzamos las 35 personas”, expresa.

El festival es en el mes de octubre. Es un bueno momento, dice.


“Los artistas tenemos el dilema de 

andar buscando salas donde ensayar”

Abraham reconoce que le gusta la gestión cultural, y por eso lo hace con dedicación. Con la experiencia de los años, afirma que ésta con el tiempo se ha ido profesionalizando en Iquique, dando buenos resultados. “A pesar de todo, la gestión en general es muy difícil, ya que a nivel nacional el artista depende para subsistir en un 90% del Estado. Son muy pocas las agrupaciones que hacen un trabajo público y privado, porque además es muy difícil trabajar con el mundo empresarial. Cuesta encantar a los empresarios para trabajar con un proyecto determinado”, afirma.

Respecto a la relación de la cultura con la minería -algo que no siempre es del todo aceptado-, Abraham afirma que lleva varios años trabajando con Collahuasi, a través de la Ley de Donaciones Culturales.  “Hemos estado con otras mineras. Siempre ha sido complejo llegar a las mineras, más aún para las agrupaciones nuevas. Desde el año pasado el gobierno ha intervenido haciendo un trabajo para generar proyectos sociales con las empresas, principalmente con las mineras, sin embargo, ignoro si esos proyectos sociales consideran el área cultural también”, indica. 

Dice con calma, como pensando cada palabra, que en la actualidad lo que ha jugado en contra al mundo cultural de Iquique, es no contar con un espacio cultural adecuado. Reconoce que, en la Casa de la Cultura, de calle Baquedano, no se pueden hacer tantas cosas. “El mundo de las artes escénicas necesita de un espacio donde desarrollar los procesos creativos de largo plazo. Los artistas tenemos el dilema de andar buscando salas donde ensayar. La demanda es de un gran centro cultural para Iquique. El Teatro Municipal, por ejemplo, esperamos que se abra después de tanto tiempo, pero no es la solución, en definitiva, Es una joya arquitectónica, la cual no sabemos cómo se va administrar. Por sus características, el Teatro Municipal es un espacio para la exhibición”, asevera.

Al frente, en la arena de Playa Brava, unos chicos juegan en una improvisada pichanga. Más adelante el primer parapente de tres aterriza. Esta vez la persona cae con fuerza en el césped del parque. Se levanta rápido. Nos quedamos mirando por un rato el decorado de esta gran película que es Iquique. 

Abraham no tiene hijos a diferencia del personaje bíblico del que heredó su nombre, reconoce con un tono de humor, que tiene dos perras regalonas que le roban el tiempo cuando no está trabajando en los proyectos y que pueden considerarse como sus hijas.

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