TEATRO COLÓN DE BUENOS AIRES: una restauración para tener en cuenta

Se trata de una tarea compleja. Tanto, que han pasado diez años desde su cierre y nadie se ha atrevido a acometerla. El Teatro Municipal de Iquique espera a los especialistas que deberán intervenir en su restauración y a las manos que tendrán que darle una nueva vida. Algo similar ocurrió con el Teatro Colón de Buenos Aires y una de las personas que estuvo a cargo de la obra nos ayuda a entender las claves de una tarea mayor.

Arquitectura y Patrimonio19/04/2018 Reinaldo Berríos
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Teatro Cólon de Buenos Aires

Marielena Mazzantini es una arquitecta argentina, especialista en “restauración y patologías de los materiales”, “deterioros constructivos” y “tecnologías de conservación de la madera”. La conocimos con ocasión de un seminario sobre las obras de restauración de la Salitrera Humberstone, hace algunos años y ahora estuvo dispuesta a ayudarnos a entender la complejidad del trabajo al que deberá ser sometido el Teatro Municipal.

En Buenos Aires, ella fue la Jefa de Obra de la Restauración de la Sala Principal del Teatro Colón, lo que incluía Sala, Deambulatorios y los dos Foyeres laterales; manejaba los distintos grupos de trabajo de los restauradores (los que hacían pintura decorativa, los de maruflages, los de bronces e iluminación, los de ornamentación), etc.

En el Teatro Colón, nos cuenta, lo más importante era mantener la acústica, ya que es considerada como la mejor sala de ópera del mundo y la tercera para interpretar música sinfónica. Fue una obra monumental. A lo largo de siete años, 1.500 personas trabajaron para recuperar los 60.000 m2 del teatro, dotando a un edificio centenario de todos los avances que permite la tecnología del siglo XXI. “Se hicieron 22 pruebas acústicas generales, 11 a medida que se desvestía la sala y 11 al irse vistiendo. Además, se hicieron pruebas de cada material a reemplazar y del reemplazado. Todas las telas fueron retiradas, limpiadas y acopiadas cuidadosamente. Las telas debieron reemplazarse por telas idénticas en peso, color, urdimbre, textura, etc., por telas ignífugas, debido a la carga de fuego que eso significa”.

Riesgo de incendio

Sus instalaciones tenían un avanzado grado de obsolescencia y un altísimo riesgo de incendio, sobre todo por el estado de las conexiones eléctricas y la acumulación de basura y materiales que son carga de fuego. A fines de los 80 le habían sacado las instalaciones contra incendio al escenario y no las habían repuesto.

“Se restauraron absolutamente todas las superficies, pinturas, maruflajes, butacas, mobiliario, iluminación y objetos, bajo el concepto de mínima intervención y según las cartas y normas internacionales de restauración y patrimonio”, agrega la arquitecta. “Se renovaron todas las instalaciones (eléctricas, sanitarias, aire acondicionado, ascensores, etc.) y se incorporaron nuevas (incendio, BMS, pantalla de led para el subtitulado de óperas, alarmas de incendios sonoras y lumínicas). Además, se incorporaron todas las medidas de seguridad que, antes eran inexistentes, y todo lo necesario para que el edificio fuera amigable con cualquier tipo de discapacidad, incluso de vibración para sordos”.

La obra se hizo desde afuera hacia adentro y desde arriba hacia abajo. “Y esto porque toda obra, como principio, debe hacerse de arriba hacia abajo, pero hay excepciones, por ejemplo, en la Catedral de La Plata, ya que antes de hacer las torres, se reforzaron los cimientos. En el caso del Colón, se hicieron primero techos y refuerzos de cimiento. Pero las fachadas, la sala, el escenario y el foyer principal se hicieron al mismo tiempo. Cada una de estas obras las ejecutó una empresa distinta”. 

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Se restauraron absolutamente todas las superficies, pinturas, maruflajes, butacas, mobiliario, iluminación y objetos, bajo el concepto de mínima intervención y según las cartas y normas internacionales de restauración y patrimonio

Trabajo artesanal

El Teatro Colón cerró el primero de noviembre de 2006, después de un concierto de Mercedes Sosa. La sala, señala una crónica de la época, fue invadida por un silencio “escalofriante”. A medida que avanzaban los trabajos, aparecieron las sorpresas. Como cuando elevaron el piso de la platea, el 23 de mayo de 2007. Los trabajadores pudieron acceder a un espacio que había estado oculto durante 70 años. Había una capa de diez centímetros de pelusa, polvo, cables abandonados y objetos perdidos, como viejas monedas y programas de mano.

Una de las tareas fundamentales fue reforzar la estructura del edificio, debilitada por la humedad, y gran parte del trabajo fue artesanal. Para recuperar el color original de la sala y sus ornamentos, hubo que quitar con bisturí las distintas capas de pintura agregadas a lo largo de un siglo. Se contrató a un orfebre que restauró 200 artefactos de iluminación, incluyendo la araña de 1.500 kilos y 753 lámparas. Y la empresa de mobiliario Fontenla recuperó 2.582 piezas, entre sillas de palco y butacas. Para no afectar la acústica, volvieron a rellenar los asientos con crin animal y el algodón que tenían originalmente. Una tarea titánica, sin duda, y para la cual no sólo se deben evaluar los costos materiales, finaliza Mazzantini, ya que “el teatro no es solo su materialidad, es su historia y lo que representa para Iquique y para todo Chile”.


Otro teatro al quirófano

Iquique (mal de muchos) no es la única ciudad que espera por la restauración de su teatro. Viña del Mar llevaba ocho años en la misma situación y a fines de octubre de 2017, inició también su proceso de restauración y ampliación. El proyecto considera la intervención de 5.895 m2 del edificio original y 2.425 m2 de ampliación. El teatro mantendrá una capacidad para 1.050 espectadores y considera la reparación de pisos de mármol, estucos de mortero, enlucidos de yeso y cal, restauración de elementos de bronce, restauración de lámparas originales, limpieza y restauración de fachadas, terminaciones, cielos, la renovación integral de iluminación, climatización, tramoya y refuerzo eléctrico.

El año 2012 ya se había realizado la primera fase de restauración estructural de este Monumento Nacional, correspondiente a la consolidación estructural de la caja escénica y reforzamiento de la techumbre, por un monto de $2.500 millones. Esta segunda etapa contempla una inversión de otros $9.000 millones.

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