Iquique en el Siglo XXI: Desafíos y Oportunidades para un Futuro Sostenible

En este siglo, la premura de construir ciudades sostenibles y resilientes se ha convertido en una de las principales prioridades globales. Dos serían las razones más señaladas, primero la acelerada urbanización y segundo, lo que significó la crisis sanitaria provocada por la pandemia del COVID-19 que puso a prueba nuestras infraestructuras y sistemas urbanos.

Arquitectura y Patrimonio29/12/2024 Atilio Jorquera Cavada (*)
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El reciente proceso electoral de autoridades regionales, celebrado el 26 y 27 de octubre, ofrece una oportunidad para reflexionar sobre el presente y futuro de nuestra ciudad. Este acto democrático no solo define los liderazgos, sino también abre el espacio para replantear, de manera colectiva, una proyección de ciudad que sea capaz de responder a los retos y oportunidades del siglo XXI. En este contexto, la manera en que interpretamos y discutimos esto varía significativamente, influenciado por nuestras perspectivas personales y vínculos con el territorio. Las conversaciones al respecto se dan desde diversos enfoques: ideologías políticas, sentido común, nostalgia, formación profesional, intereses particulares e incluso irreverencia.  

Una ciudad del siglo XXI no se define únicamente por sus avances tecnológicos, sino más bien por su capacidad para adaptarse a los cambios, integrando la sostenibilidad, la inclusión social y el desarrollo urbano inteligente. En el caso de Iquique, estas cualidades se manifiestan en un escenario donde confluyen retos climáticos, dinámicas migratorias y la necesidad de preservar una identidad cultural profundamente arraigada.

Iquique: Entre la Historia y el Presente: Iquique, ubicada en el norte de Chile y capital de la región de Tarapacá, es una ciudad que abarca una superficie de 2242.1 km² y cuenta con una población aproximada de 191.468 habitantes y con una proyección para el 2024 de 231.962 (Censo, 2017). Su historia está marcada por su relación con culturas precolombinas como los Chinchorro, Incas y Changos; su rol en la era del salitre y su participación en la Guerra del Pacífico.

A lo largo de sus ciclos de existencia, Iquique ha sido testigo de procesos de transformación que han dejado una huella imborrable en su identidad: la transición de caleta a puerto, el puerto en la crisis salitrera y la intervención del Estado, la aparición de la industria pesquera y la Zona Franca.

A lo largo de sus ciclos de existencia, Iquique ha sido testigo de procesos de transformación que han dejado una huella imborrable en su identidad. En cuanto a su desarrollo urbano se refiere, este se podría caracterizar en los siguientes hitos: la transición de caleta a puerto, el puerto en la crisis salitrera y la intervención del Estado, la aparición de la industria pesquera y la Zona Franca. Guerrero, (2007).

En lo más reciente, un importante flujo migratorio, especialmente de ciudadanos venezolanos, ha reconfigurado el tejido social y económico de la ciudad. Este fenómeno ha puesto a prueba las capacidades de Iquique para adaptarse a nuevas dinámicas sociales, generando desafíos en cuanto a su infraestructura, la inclusión social y sus servicios.

En este ambiente, surge como herramienta clave la Estrategia Regional de Desarrollo (ERD) de la región de Tarapacá. Este instrumento, presentado en junio de este año, responde a los desafíos actuales y futuros de la región al ofrecer un marco de acción que combina un diagnóstico integral con prioridades estratégicas para el período 2023-2033.

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En síntesis, las principales áreas de acción destacadas en la ERD son:

·   Diversificación económica y atractivo regional: Reducción de la dependencia de la minería, promoviendo sectores como el turismo, las energías renovables y la logística.

·   Equidad social e inclusión: Integración de grupos vulnerables, como comunidades indígenas, personas con discapacidades y migrantes.     

·   Fortalecimiento de la gobernanza: Descentralización y el fortalecimiento de las capacidades del gobierno regional para mejorar la eficiencia en la inversión pública.

·   Sostenibilidad ambiental y acción climática: Desafíos del cambio climático, la escasez hídrica y la sostenibilidad de los recursos naturales.

·   Gestión de residuos: Reducción, reutilización y reciclaje, así como la mejora en la infraestructura de gestión de residuos. 

En lo que propone la ERD se puede visualizar una ciudad y región alineada con modelos globales de desarrollo urbano, y también con pleno conocimiento de los temas de discusión de primer orden. Además, se debe destacar la claridad manifestada en cuanto a una participación amplia para su aplicación y evaluación, como lo propone la teoría de gobernanza multinivel de Brenner (1999).

¿Cuál es el rol de las autoridades reelectas a partir de este diagnóstico?
Las autoridades reelectas en la región tienen una oportunidad única para consolidar y profundizar las políticas públicas ya implementadas, pero también para innovar frente a los nuevos desafíos. De acuerdo con la teoría de estructuración de Anthony Giddens (1984), las experiencias pasadas y las decisiones previas deben convertirse en una base sólida que permita avanzar hacia la mejora continua, integrando aprendizajes, datos y adaptaciones necesarias.

Una ciudad del siglo XXI no se define únicamente por sus avances tecnológicos, sino más bien por su capacidad para adaptarse a los cambios, integrando la sostenibilidad, la inclusión social y el desarrollo urbano inteligente.

¿Qué significa ser una ciudad del Siglo XXI? En este siglo, la premura de construir ciudades sostenibles y resilientes se ha convertido en una de las principales prioridades globales. Dos serían las razones más señaladas, primero la acelerada urbanización, entendida como el crecimiento impulsado por el aumento natural de la población urbana, lo que a su vez ha llevado a formación de ciudades más grandes, densas y con crecimiento de asentamientos informales y segundo, lo que significó la crisis sanitaria provocada por la pandemia del COVID-19 que puso a prueba nuestras infraestructuras y sistemas urbanos.

Dentro de las lecciones aprendidas, que se pueden encontrar en informes como el de ONU-Habitat (2022), donde se señala que lo más urgente post pandemia es la continua reducción de desigualdades, el acceso universal a servicios básicos y la creación de espacios que fomenten la salud, el bienestar y la cohesión social. Para aquello, el lineamiento es un diseño integrado que contemple zonas residenciales y comerciales interconectadas, promoviendo ciudades más compactas y accesibles.

Por su parte, en este mismo orden de ideas, el Banco Mundial -en el marco del Plan de Acción por el Cambio Climático (2021-2025)-, ha propuesto que las ciudades de este siglo deben ser capaces de proteger a sus habitantes de los impactos de los desastres naturales, desarrollando infraestructuras que puedan soportar crisis imprevistas.

Ejemplos de ciudades que han hecho propio estos principios incluyen Barcelona con su modelo de “Supermanzanas” (zonas libres de automóviles), Paris con la “Ciudad de 15 minutos” (espacios donde los servicios esenciales están a poca distancia caminando o en bicicleta), Singapur con su enfoque en “Singapur Verde”, que prioriza la infraestructura verde y la tecnología urbana.

En el caso de Iquique, en semejanza a los ejemplos referenciados, la ciclovía representa una señal concreta de buena dirección, considerando que es una ciudad que se caracteriza por tener un parque automotriz elevado. Según datos de la Seremi de Transportes, en 2023 la región de Tarapacá registraba un total de 204.994 vehículos motorizados inscritos. Actualmente, la ciclovía suma una distancia de 10 Kilómetros, con la meta de alcanzar los 50 Kilómetros en el futuro cercano, con una avance proyectado entre 10 a 20 kilómetros para 2024. Sin embargo, el éxito de esta infraestructura no solo radica en su expansión, sino también en su integración con la cultura de transporte local.

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¿Cuáles son las Tendencias Transformadoras? El campo teórico sobre el desarrollo urbano en el siglo XXI es extenso y multidisciplinario, reflejo de su evolución constante. Pensadores como Jan Gehl, con su enfoque en el diseño humano, Peter Newman, defensor de la movilidad sostenible, y Jeffrey Sachs, quien integra sostenibilidad y economía, han sentado precedentes esenciales. A ellos se suman las aportaciones de Sherry Arnstein, sobre participación comunitaria, y Manuel Castells, con su análisis de la sociedad-red. Estas perspectivas muestran cómo arquitectura, sociología, tecnología y ecología colaboran para repensar las ciudades.

En este sentido, tres enfoques principales destacan dentro de la teoría y tendencias más reciente: “la acción frente al cambio climático, el urbanismo táctico y participativo, y el desarrollo de ciudades inteligentes”. Cada uno de estos paradigmas no solo abordan retos específicos, sino que también ofrecen rutas claras hacia un modelo de desarrollo urbano sostenible y centrado en las personas.

El Cambio Climático: Un Desafío Urgente. El cambio climático plantea retos críticos para ciudades como Iquique, donde fenómenos como las lluvias estivales que han incrementado su frecuencia e intensidad, generando riesgos para la infraestructura y la población. Al respecto, y desde las fuentes de información especializadas, se puede llegar a una síntesis de acciones con un centro en la tecnología para mitigar los daños causados por lluvias intensas. Entre estas medidas se encuentran por ejemplo: el uso de sistemas de drenaje inteligentes con sensores que permiten monitorear y gestionar los flujos de agua en tiempo real, techos verdes, pavimentos permeables y áreas de retención de agua, sistemas de almacenamiento de agua pluvial y zanjas de infiltración.

En este contexto, el Reporte de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial (2024) subraya la urgencia de abordar el cambio climático, destacando que este se encuentra entre los cinco principales riesgos globales tanto a corto como a largo plazo. El documento enfatiza la necesidad de integrar tecnologías avanzadas, como la modelización hidrológica, la predicción de lluvias intensas y los sistemas de monitoreo y alerta temprana. Sin embargo, la implementación de estas tecnologías debe ir acompañada de un componente esencial: “la educación y concientización de la población”. La resiliencia urbana no solo depende de soluciones tecnológicas, sino también de un cambio cultural en la forma en que las comunidades entienden y responden a los desafíos climáticos.

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Urbanismo Táctico y Participativo: Un Nuevo Modelo de Ciudad
El urbanismo táctico permite intervenciones inmediatas y de bajo costo que responden a las necesidades de la comunidad, promoviendo la participación ciudadana en la transformación del entorno. Este enfoque, conceptualizado por Mike Lydon y Anthony García (2015), y complementado por ideas como la "acupuntura urbana" de Jaime Lerner (2003), fomenta espacios urbanos más inclusivos. Ejemplo: Las Ciclovías de Bogotá, promovidas por Gil Peñalosa (1974), demuestran el impacto positivo de estas intervenciones en la calidad de vida, al priorizar peatones, ciclistas y actividades comunitarias.

En Iquique, adoptar este modelo permitiría no solo revitalizar áreas clave, sino también fomentar un sentido de pertenencia y cohesión social. Esto, a su vez, tributa a un desarrollo urbano más equitativo y funcional, en línea con los principios de sostenibilidad. La integración de herramientas como el urbanismo táctico — que prioriza la participación activa de las comunidades en la planificación de espacios públicos— resulta esencial para garantizar que las intervenciones respondan a las necesidades reales de los habitantes.

En este marco, los datos y su análisis son lo más relevante, plataformas tecnológicas como CEMITA (Centro de Macrodatos de la UTA) y Tarapacá Intelligence, financiada por el gobierno regional en 2015, ofrecen una oportunidad invaluable para recopilar y analizar datos que permitan un diseño urbano participativo. Sin embargo, su efectividad radica en la capacidad de las autoridades para utilizarlas como puentes entre el análisis técnico y la opinión ciudadana. Dos iniciativas a revisar, al respecto de metodologías participativas y la percepción de las personas en su prioridades y necesidades, son la plataforma en línea “Vida Mejor” de la OCDE y el marco de los objetivos para un desarrollo sostenible de la ONU 2030.

Ciudades Inteligentes

El concepto de ciudades inteligentes, desarrollado teóricamente por Anthony Townsend (2013), se centra en el uso de tecnologías avanzadas para optimizar servicios, mejorar la calidad de vida y promover la sostenibilidad. En el caso de Iquique, aunque se han dado pasos iniciales hacia este modelo con un sistema de vigilancia integrado que responde al nivel 1.0, para avanzar a los siguientes niveles, se debe continuar con la integración de tecnologías y herramientas de gobernanza digital. Como señala el “Mapa de Innovación en Ciudades Inteligentes son 10 las tendencias: Movilidad inteligente, ciudadano digital, seguridad pública, energía inteligente, gobernanza electrónica, planificación urbana verde, gestión avanzada de residuos, edificios inteligentes, gestión avanzada del agua y agricultura inteligente. 

Siendo la tecnología el centro de todas estas acciones, entendiendo que hoy como nunca antes en la historia de la humanidad las tecnologías digitales conectan personas, información y elementos propios de la planificación urbana, lo que permite que el concepto de ciudad inteligente funcione como un sistema cohesivo que mejora la calidad de vida. 

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El camino hacia una ciudad sostenible

Para que este panorama se materialice, es imprescindible el liderazgo de las autoridades y sus equipos técnicos. Su labor no debe limitarse a la mera administración y ejecución de recursos, sino a ejercer un rol soñador, apoyado en tecnologías avanzadas que permitan diagnosticar con precisión las necesidades locales e implementar soluciones innovadoras. Como bien se resalta tras la Cumbre de París sobre cambio climático, "si se puede medir, se puede manejar". Este principio resulta crucial en la planificación urbana, donde herramientas como el análisis de datos y la modelación de escenarios pueden marcar la diferencia entre la improvisación y la gestión estratégica.

Si bien, las experiencias internacionales nos han enseñado que la integración de tecnología y la colaboración intersectorial son claves para revitalizar los espacios urbanos. Es vital profundizar en nuestra realidad local. Lo que implica escuchar las voces de historiadores, urbanistas y, especialmente, de las comunidades que habitan y dan vida a nuestros barrios. Solo a través de un diagnóstico inclusivo, colaborativo y permanente podremos diseñar estrategias que no solo respondan a las demandas actuales, sino que proyecten una ciudad más equitativa y sostenible.

Finalmente, las fotografías en perspectiva aérea que acompañan este texto no solo aportan estética y narrativa visual, sino también nos muestran un mapa actual de nuestra realidad; una ciudad enclavada entre el océano y el desierto, definida por su geografía única, donde cada espacio ocupado y cada rincón por aprovechar dialogan con la historia y los desafíos propios del entorno natural, donde el desafío de reinventarse ha sido permanente.

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