Más humanidad, por favor!

Históricamente, las distintas realidades que ha tenido Tarapacá se han desenvuelto en la necesidad de encontrar refugios. Y es que la plataforma desértica que habitamos, siempre ha sido un espacio de sufrimiento para quien la atraviese, pues su condición geográfica-climática compromete mucho más que la urgencia por sobrevivir, sino que también, la dura y dolorosa expresión humana al ignorar este tipo de sucesos.

Innovación y Desarrollo 27/06/2023 Loreto González Barra (*)
rio seco 1
Residencia Refugio Río Seco “Zona de Campamento”.

Lo/as humano/as ya perdieron toda humanidad, y viven en una permanente realidad virtual o paralela, al pasar por delante de una persona desahuciada y no hacer algo, 

decía Judith Butler.

 

A partir de ello, me pregunto ¿qué tan cierto es que la humanidad contiene sensibilidad?

Cualquiera que haya recibido un daño o una ofensa por no poseer lo que la sociedad exige, en su ambiente capitalista y esquemáticamente neoliberal, sabrá defenderse o frustrarse, manifestar rabia o tristeza, considerarlo impredecible u obvio. De igual forma, enfrentarse a un momento, por lo menos incómodo, que muchas veces puede ser eterno, pero que va más allá de eso… Se trata de una circunstancia que llegó para quedarse. Una manera de comprender la vida… una coyuntura que se hace carne y que está dispuesta a plantar en lo más profundo de la tierra, sentimientos discriminatorios sin sentido.

Estos impactos que produce la ausencia de empatía en la sociedad, afectan de modo correlativo en la educación social de las personas. Instalando un compartimiento antojadizo a su individualismo y por tanto segregador, castigador, abusador para con otro/as.

Esto que nos preocupa considerablemente, no se trata de una nueva reflexión a partir de los acontecimientos que vienen gestándose producto de las recientes migraciones centroamericanas, o de las desgracias que soporta la calle a raíz del consumo de drogas y alcohol. Consiste en el compromiso social que nos debemos como sociedad para con estas realidades. Es una interpelación a nosotros/as mismo/as con el afán de reconocer lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir. Reside en la inquietud por tomar decisiones, por empujar posibilidades de acción, por diseñar ideas que puedan forjar cambios, y por supuesto reparar en todo/as los efectos del olvido y el egoísmo.

Desde siempre nuestra región ha sido un territorio de desplazamientos, donde la trashumancia se ha visto ininterrumpida a propósito de ser Tarapacá un lugar de paso, e Iquique, un sitio para descansar, tal como lo señala su significado.

Desde siempre nuestra región ha sido un territorio de desplazamientos, donde la trashumancia se ha visto ininterrumpida a propósito de ser Tarapacá un lugar de paso, e Iquique, un sitio para descansar, tal como lo señala su significado. No obstante, la instalación de un sistema colonial interno nos ha hecho suponer que vivimos en un paraíso dispuesto a mantener un control de cualquier tipo de fenómenos sociales y culturales, pero sin querer darnos cuenta que aquello es parte de la naturaleza que nos envuelve. Dejándonos un camino largo por recorrer para aprenderlo, pero que no estamos interesados en atravesar. Preferimos tomar y pagar por la pista más rápida y limpia, esa que me lleva solo a mi punto de deseo. A pesar de ello, igualmente vemos y es imposible no enterarse, otras rutas en este largo camino. Vías que nos llevan hacia otras percepciones, que nos invitan a presentir y presenciar distintas situaciones problemáticas. Una ruta más porosa, con muchos altibajos, pero que indistintamente te llevan también a tu lugar de destino, pero ahora con nuevos vislumbramientos.

En relación a esta metáfora, creemos entender que el problema social que conllevamos podemos arreglarlo con actividades asistenciales, que ayudan y colaboran con quienes lo necesitan. Y está bien, es un auxilio siempre necesario. Pero qué pasa con las insuficiencias políticas, y no necesariamente de carácter macro, sino con las pequeñas. Esas actitudes que denotan voluntad por provocar transformaciones a una escala familiar, barrial, escolar, en que la educación se enhebre con todas las prácticas de la vida y nos enseñe a ser mejores personas, no solamente cuando se necesite sino en una constante. Mas no misericordia ni culpas, sino responsabilidades y acciones. Atreviéndonos a vociferar que somos seres políticos, trabajando para una construcción colectiva, donde la memoria sea el pilar fundamental de cualquier organización. Ya que saber quienes somos y de dónde venimos apuesta por un sentimiento de humildad, que seguramente nos hará más humano/as.

olla comun arroz

Olla popular La Poblete en el contexto de la pandemia. Comida para vecino/as del Barrio Brasil.

Cada uno/a puede o debería aportar en el giro que le queremos dar a nuestros mundos, no olvidando que somos personas antes que profesionales, entregando las herramientas y sus usos para originar o encausar ciertas labores que pudieran levantar aciertos para mejorar la calidad de vida de todo/as. 

Por lo mismo, es que la autocrítica es una forma de conseguir pensamientos alternativos a los establecidos por la institucionalidad, desarrollando mediante la misma, programaciones agitantes y experimentales. Es decir, no resueltas, que se van confeccionando en el trayecto, con muchos cuerpos y paisajes diversos. 
Proyectos y planes que nos propongan un piso flotante para movernos y desestabilizarnos, y que al mismo tiempo nos proporcionen energías desconocidas y también ignoradas. Que lo inesperado se convierta en desafío y que lo extraño se bautice como un refuerzo.

Seguramente, todo este discurso pro trabajo social proviene de una utopía concentrada en un imaginario pluralista, en el que la interpelación queda corta a tanto quehacer. Lo que finalmente se puede convertir en una intensa navegación en el mar de la contradicción, pero que sin duda confirma la lucha por el apoyo mutuo y la supuesta sensatez de la naturaleza del ser: la solidaridad.

Esta claridad, que muchas veces se nubla, es el resultado de rutinas, observaciones y conversaciones con un sinfín de personas; vecino/as, colegas, familia, amigo/as… sujetos elementales para poner en valor pensamientos cruzados y así practicar juicios con criterio, haciendo de la diferencia un proceso lógico y armonioso.

¿Qué es lo que tanto nos atemoriza, que no nos permite identificar nuestros paisajes humanos? ¿acaso la camanchaca nos nubló la realidad, o es que la chilenización se nos pegó en los huesos y no nos deja presentir?

En la edición 50 de esta importante revista que impulsa y comunica un cuidado común por nuestro territorio, es que me interesa abordar la humanidad como un bien colectivo con la particularidad del refugio. Pues, en defensa del abrigo y el hogar, considero que cualquier tipo de gesto relacionalmente óptimo para acabar con las ausencias y las indolencias, son imprescindibles para acabar con las tantas figuras que ha modelado el fascismo. Para que no sigan ocurriendo las crueldades que nos cimentó hace 50 años la dictadura cívico militar, cambiando los paisajes de lo público-popular hacia un panorama desgarrador que solo nos oscureció el día y nos impulsó hacia una noche, aturdida, de la que a muchos nos ha costado- lamentablemente- despertar.

Entonces, me(nos) queda promover, con lo que se tenga a mano, la disposición por encontrarse y hablar, situarse y compartir, aspirando a la reunión y el des(a)nudamiento de problemáticas que nos interpelan, pero, además para anudar otras cuestiones importantes de reafirmar, como una política social realmente democrática, justa y por cierto digna para todo/as.

graffitti normalidad

Intervención Cabildo artistas visuales en el marco del estallido social “¿Normalidad?”

En tanto me sigo preguntado ¿qué nos hace falta para aprender de nosotros/as mismos, sobre nuestras propias historias? ¿qué es lo que tanto nos atemoriza, que no nos permite identificar nuestros paisajes humanos? ¿acaso la camanchaca nos nubló la realidad, o es que la chilenización se nos pegó en los huesos y no nos deja presentir? 

Intentemos hacer de nuestro oficio, una participación emotiva, un aprendizaje reproductor de emociones. Trabajemos el espacio de conflicto como un lugar que nos obligue a introducirnos en una atmósfera árida-áspera, pero que intuitivamente debemos afectar y recomponer para una mejor sanidad, para una mayor resistencia. Pues no nos queda más que seguir imaginando futuros atractivos para el florecimiento de la humanidad, sembrando la memoria para que no crezca el olvido (Frase del artista visual Edgardo Antonio Vigo).


(*) Curadora de arte-Educadora- Gestora Cultural.

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