
Este orgullo que tengo: arte popular y lucha LGBTQ en Chile por el poder interpretativo
Arte y Cultura21/01/2025Exposición en el Museo Regional de Iquique hasta el 2 de marzo 2025
Fueron cuatro años lejos de “La Chinita”. La fiesta de La Tirana debió posponer su magia, obligada por la pandemia y los fieles acataron, algunos a regañadientes, la orden de no acudir al poblado. Pero el mal rato quedó atrás: este año todo fue alegría, reencuentro y gozo. Aunque el recuerdo de quienes no pudieron sortear la enfermedad, estuvo siempre presente.
Arte y Cultura05/08/2023Fotos: Insitu
Una “diabla” cojea vistosamente al caminar por una calle adyacente al templo de La Tirana, haciéndole el quite a los hoyos del pavimento y a la muchedumbre que suda y suda, mientras espera turno para saludar a “la chinita”: “Las calles estaban imposibles -señala-, llenas de hoyos y desniveles; algunos terminaron con esguinces e incluso fracturas por el mal estado del pavimento”. Se aleja, apoyada en el hombro de su pololo, y busca una sombra, un refrigerio, un soplo de aire, porque -nos asegura- va a seguir bailando.
Las calles llenas de baches no van a torcer la voluntad de Macarena Sánchez, una trigueña de 40 años que baila desde que era niña. Tampoco la de Antonio Flores, que viajó desde Valparaíso con sus 80 años a cuestas, al encuentro con la Virgen: “Me demoré 32 horas en llegar, pero todo vale cuando se trata de La Tirana. Anoche tuve que dormir en una caja de cartón, en el suelo, al lado de un puesto de la feria, porque están muy caros los arriendos: 200 mil pesos por los días que dura la fiesta”.
“La emoción que se vivió al llegar a la tierra santa de acá, de la chinita, fue diferente comparada con otros años, porque se echó de menos tantos años que no vinimos”.
El sacrificio de este porteño es admirable, porque -además- con la bulla de las bandas y bailarines, no pudo pegar un ojo en toda la noche. “No he dormido nada, pero apareció una persona que me vio tirado en la calle, me prestó una carpa y ahí pude pegar algunos meucos”. Una situación muy distinta es la que vive Hilda Cardona, quien se radicó en La Tirana hace algunos años, tras abandonar su pueblo natal, San Ignacio de Moxos, en el sector del Beni, en Bolivia.
Hilda se enamoró de un iquiqueño y se dedica al comercio. “Este puesto es mío, lo compré hace algunos años y nos ha ido muy bien, porque no pagamos arriendo”, nos cuenta. Su rubro son las imágenes de santos, vírgenes y el niño Dios. Los trae desde Arequipa y nos cuenta que la imagen más grande de la Virgen del Carmen, de aproximadamente 1,5 metros de altura, cuesta un millón de pesos”.
Concentración, devoción y fe... el resumen del espíritu que envuelve a los bailarines de La Tirana.
Han pasado cuatro años desde que se celebró oficialmente la última fiesta, en 2019, y los cambios que ha experimentado el poblado son notables y notorios: la mayoría de las calles lucen renovadas con adoquines. Y las casas, poco a poco, dejan su impronta de caña y barro para dar paso a las cerámicas y porcelanatos de zona franca. Hipólito Conejeros, un comerciante que vende máscaras, justo en la calle de acceso a la explanada, lo resume: “El pueblo ha cambiado mucho y los hábitos de consumo también. Estas son las últimas máscaras que van quedando; creo que el próximo año sólo vendré a saludar a la Virgen, pero ya no a vender”.
Las ferias, atiborradas de todo tipo de productos, algunos bastante inverosímiles, como las alcancías gigantes con forma de cerdo “donde caben exactamente 5 millones de pesos en monedas de 500”, no hacen sino agregarle un toque de excentricidad al verdadero centro de atención: el culto mariano a la Virgen del Carmen. “Bailo desde los nueve años y desde los 16 soy caporal”, nos cuenta Jorge Valdivia, un tocopillano de 50 años del baile Gitanos del Carmen. “La emoción que se vivió al llegar a la tierra santa de acá, de la chinita, fue diferente comparada con otros años, porque se echó de menos tantos años que no vinimos. Al llegar acá la encontramos (la fiesta) más hermosa que otros años. Nos llenamos más de fe, de alegría. Estamos todos contentos de estar acá”.
El sacerdote diocesano Armando Vergara, que está de regreso en Iquique, después de haber estado mucho tiempo fuera de la ciudad, nos señala que los bailarines tienen sentimientos encontrados al retornar al pueblo: “Por un lado la alegría de poder retomar el ritmo, la costumbre, la tradición; por otro lado, nostalgia porque en esta zona, lamentablemente, la pandemia fue dura, fue agresiva y ha llegado -incluso- con las secuelas de la enfermedad. Ni qué decir de aquellos que no pudieron sortear la enfermedad y ya no están con nosotros”.
Las imágenes religiosas, fabricadas en Arequipa, Perú, pueden llegar a costar un millón de pesos.
Franco Silva baila como diablo suelto, es decir que no pertenece a ninguna cofradía, desde el 2015, pero antes lo hacía en “los chinos”, uno de los bailes más tradicionales. “Tengo que confesarlo: me emocioné mucho cuando hice la entrada… más de una, en realidad muchas, muchas lágrimas brotaron de mis ojos. Cuatro años que no estábamos acá, así que ahora hay que entregarlo todo; bailar hasta quedar rendido”. Dani Campos, caporal de la diablada el Sol de Tocopilla, nos cuenta que tienen más de cincuenta años bailando en La Tirana. “Todos tomamos vacaciones en estas fechas para venir a saludar a nuestra madre; no hallábamos la hora de volver”.
“Juntamos recursos para pagar las bandas, para viajar y para los gastos básicos. Tenemos que arrendar un bus para llegar hasta acá y algunos viajan en vehículos particulares; hay de todo”.
Como todos los bailarines que se dan cita en el pueblo, Campos señala que deben trabajar mucho durante el año para estar presentes en la fiesta. “Juntamos recursos para pagar las bandas, para viajar y para los gastos básicos. Algunos bailarines se quedan en carpas, otros arriendan piezas… Tenemos que arrendar un bus para llegar hasta acá y algunos viajan en vehículos particulares; hay de todo”.
Las mudanzas, que son las coreografías con que bailan en el pueblo, pueden durar 45 minutos o hasta una hora, a pleno sol. Por esta razón no es raro que algunos bailarines se desmayen, necesiten atención de sus compañeros o de quienes ayudan en la logística de la organización. Este año ha estado especialmente caluroso, razón por la cual la nueva posta -que luce impecable a la entrada del pueblo- ha tenido mucho trabajo: desmayados, esguinzados e incluso fracturados. Todo por cumplir con “la chinita”, por rendirle homenaje a la Virgen del Carmen de La Tirana, la Reina del Tamarugal.
Soportando los 30 y más grados de calor, las familias caminan por las calles del pueblo, antes o después de bailar.
El Premio Nacional de Historia, Lautaro Núñez, iquiqueño que ha estudiado la fiesta desde hace décadas, lo resume en su último libro “La Tirana. Desde sus Orígenes hasta la actualidad”: “Se sabe que todos los años sucede algo, aparentemente insólito, en los viejos bosques del Tamarugal, en el centro del desierto chileno. Una población heterogénea, conformada por devotos curiosos, observantes, promeseros y comerciantes, comienza a adueñarse de todos los rincones, configurando por tradición una conciencia colectiva que sustenta y explica la reiteración de tan poderosa y enigmática convocatoria”.
Se observará aquella iglesia en su entorno rural, desproporcionada a la humildad del villorrio; se extenderá en una plaza abierta a los bailes promeseros y las gentes harán girar un extraño caleidoscopio de buses, andarines, fondas, polvo, carpas, ferias, dolorosas mandas, encuentros, calor, frío y esos desconcertantes estampidos de bombos, que nos introducen en el vórtice de una atmósfera de inmenso misterio, sostenida por la pequeña China del Carmelo”.
Exposición en el Museo Regional de Iquique hasta el 2 de marzo 2025
A casi 4 mil metros sobre el nivel del mar, que se sienten a cada paso, en la localidad de Mauque, se desarrolló una fiesta que permite conocer la cultura de una comunidad aislada del resto del país.
Se recibieron fotografías de 13 regiones del país y destacó una mayor participación de las regiones Metropolitana, Los Ríos, Valparaíso y Magallanes y la Antártica Chilena.
La ceremonia de entrega a la comunidad de esta obra estuvo encabezada por el alcalde Mauricio Soria Macchiavello y el concejal Domingo Campodónico Saluzzi quienes estuvieron acompañados por familiares de Carlos González Rodríguez.
Entre otras actividades se realizó una típica velada pampina en el teatro de Humberstone, con la presentación de números artísticos de las agrupaciones, para cerrar con la Obra de Teatro “Los espectros de Nebraska". La noche concluyó con un baile en el que participaron las distintas agrupaciones pampinas.
El sábado 30 de noviembre, la Plaza 21 de Mayo vibró al ritmo de la música en el Encuentro de Orquestas “Tarapacá mi inspiración”, un homenaje organizado por la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles para celebrar el legado del destacado músico iquiqueño.
Más de mil invaluables caracolas recolectadas y entregadas por el Premio Nobel al plantel en 1954 son las protagonistas de esta nueva muestra disponible en la Sala Museo Gabriela Mistral de la Casa Central. Mediante diversos elementos artísticos, visuales y sonoros, la exposición aborda temáticas como el coleccionismo de especies biológicas, la riqueza del mundo de los moluscos y las problemáticas medioambientales.
Instalaciones robóticas, esculturas mecatrónicas, entornos sensoriales inmersivos, proyectos interactivos, visualizaciones de datos, tecnoperformance, piezas generativas y vida artificial: por fin, estas y muchas otras prácticas artístico-tecnológicas comenzaron a ganar protagonismo en las narrativas hegemónicas del arte contemporáneo.
Las participantes se unieron para desarrollar un lienzo colectivo adornado con prendas como sostenes las cuales ellas mismas bordaron, simbolizando la lucha y la resistencia ante esta enfermedad que en el país cada día cobra la vida de 3 a 4 mujeres, convirtiéndose en la primera causa de muerte en población femenina en Chile.
Proyecto organizado por la Compañía de Teatro Antifaz y financiado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, a través del Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras, Convocatoria 2023; Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de las Artes Escénicas, Línea Festivales y Encuentros de Trayectoria, Convocatoria 2024; Ley de Donaciones Culturales; Gobierno Regional de Tarapacá junto al Consejo Regional de Tarapacá, a través del 8% del Fondo Nacional de Desarrollo Regional de Cultura 2024 y Compañía Minera Doña Inés de Collahuasi.
El Museo Regional de Iquique (MRI) es el escenario de “Miradas de colección: Barros Cruzados”, un proyecto de arte prehispánico y contemporáneo en Tarapacá, que surge como una propuesta de curaduría en arte y educación a desarrollar anualmente en esta institución cultural.
Proyecto organizado por la Compañía de Teatro Antifaz y financiado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, a través del Programa de Apoyo a Organizaciones Culturales Colaboradoras, Convocatoria 2023; Fondo Nacional de Fomento y Desarrollo de las Artes Escénicas, Línea Festivales y Encuentros de Trayectoria, Convocatoria 2024; Ley de Donaciones Culturales; Gobierno Regional de Tarapacá junto al Consejo Regional de Tarapacá, a través del 8% del Fondo Nacional de Desarrollo Regional de Cultura 2024 y Compañía Minera Doña Inés de Collahuasi.
A casi 4 mil metros sobre el nivel del mar, que se sienten a cada paso, en la localidad de Mauque, se desarrolló una fiesta que permite conocer la cultura de una comunidad aislada del resto del país.
Exposición en el Museo Regional de Iquique hasta el 2 de marzo 2025
Chile se ha comprometido en alcanzar su meta de carbono neutralidad a más tardar en el año 2050. Para lograrlo se ha propuesto metas de miles de hectáreas de restauración, manejo y forestación de bosques.
Imagina una cancha de futbol y ubícala bajo el mar, cerca de la orilla. El pasto de la cancha es tan largo que casi toca la superficie, moviéndose al vaivén de las olas, y entre sus hojas viven organismos marinos como jaibas, ostiones, peces, incluso tortugas. Ahora imagina que estás parado en el borde de esta cancha submarina y miras su extensión: verás que hay al menos 200 canchas iguales, una junto a otra, un gran parche verde con una vida marina muy abundante y diversa. Puede sonar a ficción, pero estas “canchas” de pasto submarino existen en algunas zonas del norte de Chile.
En esta edición publicamos un pequeño resumen de algunos de nuestros primeros artículos. Un recuento de algunos proyectos que se quedaron en el camino, otros que marcaron historia y detalles inéditos de la riqueza cultural y patrimonial de nuestra región.