Mujeres de Tarapacá y Saberes ancestrales: María Challapa Mamani, oriunda de Chulluncane

“Mi mamá me enseñó a tejer desde mi infancia. Aprendí a hilar y después a tejer; me hacía mis propias vestimentas. Estuve como hasta los 35 años en mi pueblo y depués me vine a Pozo Almonte. Me casé, tuve mis hijos, todo. Tuve 11 hijos, siete mujeres y cuatro hombres. Del total, 9 los tuve en el campo, siguiendo las costumbres de mi pueblo; en mi casa tuve a mis hijos. Mi mamá era la que atendía el parto. Después me tuve que venir porque no había enseñanza media para mis hijos; sólo podían hacer hasta octavo y tenían que venirse al internado... así que nos pusimos de acuerdo con mi esposo y nos vinimos a Pozo”.
“En el campo los niños ven a los padres y aprenden de ellos. Por ejemplo si el papá está pastoreando, ellos aprenden eso; si está trenzando la soga, las hondas... lo mismo las niñas, aprenden a tejer, a hacer comidas, en fin. Tengo una hija estudiando en la Unap y los fines de semana ella viene a hacer sus tejidos, muchas cosas que le piden”.
Las Medicinas Andinas:
De especial relevancia en las culturas andinas es la inhalación de humo que
producen ciertas plantas, generalmente aromáticas, ya sea para curar dolencias físicas o como procedimientos simbólicos de purificación y ofrenda. El sahumerio es un procedimiento que en todos los
casos busca el bienestar de la persona.
-Qué le parece a Usted que ellas aprendan a tejer?
-Me parece muy bien, porque a veces uno estudia y no encuentra trabajo, así es que tienen otra opción de ingresos. Sabiendo las técnicas que nosotros trabajamos, se pueden ganar su sustento y por eso tienen que aprender de todo. Siempre les dije a mis hijos que tienen que aprender a hilar, a tejer. No está demás.
-¿Usted mantiene todas las tradiciones, las comidas, el uso de las yerbas medicinales?
-Yo vendo yerbas medicinales. Las más populares son la rica-rica, la flor de yareta, el airampo, la tola... Aprendimos de nuestros padres, de nuestros abuelos a usar la medicina alternativa. Por ejemplo mi mamá era partera, curaba los niñitos enfermos, entendía muchas cosas. Ella se llamaba Santosa Mamani.
-¿Le gusta vivir en la ciudad o si pudiera retornaría al campo?
-Yo me vine por los niños y todavía tengo a mi hija estudiando; también tengo un hijo soltero que vive conmigo, no puedo dejarlo solo. Pero me gustará volver a mi tierra, por supuesto. Es más tranquilo; acá hay que andar con mucho cuidado, que a uno no le vaya a pasar algo. Arriba no; uno anda a sus anchas. Yo soy de Chulluncane y mi marido es de Panavinto. Nosotros sembramos de todo y además todavía tengo a mis animalitos. Tengo alpacas, llamitos. De ahí saco la lana y la trabajo acá, en Ampara Lurata.
“ANTES NO NOS TOMABAN NI EN CUENTA”
“Ahora no se siente discriminación. No nos dicen paisanas, ni bolivianas. Nos ven como trabajamos y nos respetan. Cuantas veces me pasó que me decían: puis, puis, boliviana... Y yo les decía: soy más chilena que los porotos. Todavía queda un poco de discriminación, pero muy poco. Antes no nos tomaban ni en cuenta, pero ahora sí se nota un cambio.