ESTUDIAR LA “CACA”: los hallazgos que siguen apareciendo en nuestro desierto

Un grupo de jóvenes investigadores ha ido perfeccionado las técnicas para estudiar los coprolitos -que es como se llama a las heces desecadas o fosilizadas-, y ha ido descubriendo diferentes aspectos de la vida de personas y animales que vivieron hace cientos y miles de años. En especial han encontrado diversos tipos de parásitos y han podido colegir posibles enfermedades, interacciones y estilos de vida en medio del desierto. Nuevas técnicas, además, permiten aventurar nuevos hallazgos en el siempre fascinante mundo de la ciencia.

Arquitectura y Patrimonio12/05/2023Reinaldo Berríos GonzálezReinaldo Berríos González
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Los coprolitos se pueden encontrar en dos formas en la naturaleza: desecados y mineralizados (o fosilizados).

Fotos: Gentileza de Investigadores

Un grupo de jóvenes científicos trabaja en Tarapacá, en el ámbito de la paleoparasitología, que -en el fondo- es el estudio de los parásitos que infectaron a los seres humanos y animales que habitaron la región hace cientos y miles de años. “Hay parásitos que pueden ingresar a la dieta porque alguien comió pescado crudo o porque el lugar donde desarrollaban su vida rutinaria tenía bajas condiciones de higiene, por ejemplo; estudiar los parásitos nos permite rescatar información sobre el modo de vida de las personas en el pasado y también del manejo de los animales”, señala Francisca Santana Sagredo, doctora en arqueología de la Universidad de Oxford y académica de la Universidad Católica de Chile.

Hace algunas semanas, nos cuenta Francisca, los científicos que trabajan estos temas y que forman parte de su equipo, sacaron una publicación sobre parásitos gastrointestinales en camélidos de Tarapacá y, un poco antes, habían sacado otro paper de parásitos en coprolitos (heces fosilizadas) humanas prehispánicas. “Gracias a esos estudios fue posible dilucidar qué tipo de parásitos habitaban los intestinos de esas personas”, agrega. 

Ambos trabajos fueron parte de un proyecto Fondecyt regular que fue liderado por Mauricio Uribe, Profesor de la Universidad de Chile, en el sitio Iluga-Túmulos. Este año el grupo de investigadores está realizando nuevos trabajos con paleoparásitos en el contexto del proyecto Fondecyt regular de Francisca Santana que estudia las relaciones entre humanos y no humanos en la región de Tarapacá, desde el año 4.000 antes del presente (AP) hasta el 400 AP. 

“Partió la búsqueda (primero) de las condiciones de salud de estas poblaciones y después empezamos a ver esta relación zoonótica (entre animales y humanos) en torno a los parásitos”.

COPROLITOS

María José Herrera, candidata a doctora en Bioarqueología de la Universidad de Buenos Aires, nos cuenta que -tras un congreso de paleopatología que se hizo en Arica hace algunos años- comenzó a trabajar con Darío Ramirez, quien -en ese tiempo- investigaba el tema de parásitos de distintas fuentes (sedimentos que salen en las excavaciones, asociados a los cuerpos, por ejemplo; los coprolitos, tejidos blandos de cuerpos momificados, etc.). En su calidad de bioantropóloga, agrega María José, tenía “el problema de cómo abordar el sitio Iluga Túmulos desde la bioantropología, básicamente porque habíamos llegado a un acuerdo -como proyecto con las comunidades- de no desenterrar cuerpos, de no manipular cuerpos en el sitio”.

“En esa investigación, tras revisar los túmulos (montón de tierra y piedras levantado sobre una tumba o varias), encontramos una enorme cantidad de coprolitos, principalmente de humanos, pero también de otros animales: camélidos, roedores, hasta caballos. Ahí surgió la idea, entonces, de analizar estos coprolitos. Simultáneamente revisamos cuerpos que estaban en museos, asociados a estos sitios de Tarapacá; en este caso sacamos muestras, no sólo de coprolitos sino también de tejidos, de órganos, porque estaban momificados”.

De este modo, agrega María José, “partió la búsqueda (primero) de las condiciones de salud de estas poblaciones y después empezamos a ver esta relación zoonótica (entre animales y humanos) en torno a los parásitos. Mi rol fue coordinar esta parte del proyecto y el resto de los investigadores hicieron otras cosas. Mi labor específica era sacar las muestras, establecer las características de los individuos (femenino, masculino, niño, adulto, etc.) y luego, esas muestras, las enviamos a Argentina, donde las analizaban Darío y Rodrigo”.

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Los coprolitos permiten buscar evidencias de microorganismos y parásitos que hayan estado en la cavidad intestinal de los individuos.

LABORATORIO

Darío Ramirez, quien es candidato a doctor en Antropología de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina, nos señala que los coprolitos “permiten buscar evidencias de aquellos microorganismos y parásitos que hayan estado en la cavidad intestinal de los individuos; por otro lado, también trabajamos con otras muestras, principalmente algunos tejidos blandos de esos cuerpos momificados. Entonces, podemos analizar los microorganismos de circulación sanguínea que los individuos hayan podido tener en sus cuerpos y teniendo en cuenta que hay dos grandes grupos de muestras distintas, trabajamos con dos tipos de técnicas diferentes”.

Por un lado, agrega, “utilizamos microscopía óptica”. Para eso, “lo que hacemos es tomar una fracción de estos coprolitos que, a través de una serie de técnicas, nos permiten reconstituir las condiciones que esa muestra tenía en el momento de generarse. Se hacen observaciones en el microscopio y lo que intentamos observar, identificar, son huevos de parásitos principalmente (helmintos). También se pueden encontrar, en mucho menor medida, quistes de otro tipo de parásitos, que se llaman protozoos”.

“Cuando observamos estos restos -agrega Darío- tomamos una fotografía, con una cámara que va anexa al microscopio, para luego analizarlos. Básicamente se toman medidas, se observan y tratamos de identificar ciertas características morfológicas de estos huevos y de estos quistes. Cuando sumamos estas características morfológicas con las características morfométricas, a veces podemos hacer una identificación de género y de especie del parásito, aunque no siempre es posible”. 

“No deja de ser impresionante encontrar caca preservada, que nosotros llamamos coprolitos, en diferentes contextos; no solamente en lo que -ahora- podríamos vincular con el baño”.

Los coprolitos se pueden encontrar en dos formas en la naturaleza: “Uno son los coprolitos desecados y otro los mineralizados (o fosilizados); lo más común en muestras humanas y que no son tan antiguos, son los desecados, que es un proceso que ocurre básicamente cuando los órganos o tejidos pierden gran parte del líquido, de agua que tienen. En el laboratorio nosotros lo que hacemos es rehidratarlos, para tratar de recuperar las características que tenían en su estado original”.


“La presencia de parásitos no significa 

que los individuos tenían mala salud”

Rodrigo Nores, doctor en Ciencias Químicas de la Universidad Nacional de Córdoba, nos señala que estos estudios de “paleoparasitología se complementan con otros estudios que nosotros llamamos paleopatologías; es decir, apuntamos a conocer el estado de salud de las poblaciones en el pasado a través de distintos medios. A partir de microscopía óptica podemos detectar huevos o restos de parásitos, pero también apuntamos a conocer otros tipos de patógenos a través de métodos moleculares (estudio de ADN antiguo). A partir de estas mismas muestras se puede recuperar el ADN y, a partir de eso, buscar la existencia de otros patógenos. En conjunto se trata de eso, de reconstruir el estado de salud y enfermedad de estos grupos; vincularlos, a su vez, con el ambiente, con los animales y con sus formas de vida”.

Es importante, además, “destacar que la presencia de parásitos no necesariamente significa que el individuo tenía mala salud; si bien, muchos de los parásitos están relacionados con diarrea, anemia y otras enfermedades, depende de la cantidad de dichos parásitos si efectivamente había problema de salud, así como del estado general del individuo. La parasitosis es un vínculo biológico entre especies, presente en todo el reino animal. Por tanto, es un vínculo e interacción muy esperable entre distintas especies. El hecho de encontrar estos parásitos en estas personas no habla, necesariamente, de su condición de salud”.

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Hallazgos dan cuenta de la vida y 

la rutina de nuestros antepasados

Para la científica Francisca Santana, “no deja de ser impresionante encontrar caca preservada, que nosotros llamamos coprolitos, en diferentes contextos; no solamente en lo que -ahora- podríamos vincular con el baño; aunque en otra investigación encontramos que personas que eran cazadores-recolectores utilizaban un mismo baño en sus desplazamientos; es decir, algo notable. Una especie de posada que tenía un lugar para usar como baño, es decir, nada muy distinto a lo que ocurre hoy en día”.

Gracias a las condiciones del desierto extremo es posible encontrar estos vestigios. “Eso ocurre en muy pocos lugares del mundo -agrega Francisca-; en otros países, por ejemplo, en Inglaterra, donde la preservación no es buena, tienen que ir a las letrinas (de los romanos se sabe que tenían letrinas). Entonces tienen que analizar las muestras de sedimentos y ver si pueden encontrar algún huevo que se preservó, aunque ahora están apuntando a la paleogenómica, para ver si se ha preservado el ADN del parásito”.

“Creo que es súper interesante, este tipo de estudios, porque abre un mundo diferente al que estamos acostumbrados a analizar desde, por ejemplo, los restos humanos. Y esto porque la mirada que teníamos del pasado y de la forma de estudiarlo, va cambiando y se va ampliando. Lo mismo pasa con los animales, porque -por ejemplo- en Iluga-Túmulos, nos está hablando de presencia de muchos animales, en especial de los camélidos, lo que abre un horizonte de investigación muy interesante. En teoría, en esa zona no había camélidos; esto nos demuestra lo contrario”.

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Los investigadores en plena faena en el desierto de Atacama.

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