
Eran las Indias, habitadas por indios (no hindúes), a los cuales los españoles de inmediato los consideraron bárbaros, porque no eran católicos, parecían animales, andaban a poto pelado y no conocían las buenas costumbres ni la moral europea.
La burocracia puede ser un desafío significativo en la gestión cultural en muchos países, incluido Chile. La complejidad de los procesos administrativos puede dificultar la ejecución de proyectos culturales y puede afectar la eficiencia y la efectividad de las iniciativas destinadas a promover y preservar las artes y la cultura.
Opinión15/04/2024 Iván Vera-Pinto Soto (*)Con el transcurso del tiempo, en nuestra opinión, hemos modificado nuestras discusiones sobre el fenómeno cultural nacional hasta convertirlas en lo que parece ser un intercambio de perspectivas entre administradores, ingenieros, planificadores y expertos. Esto da la impresión de que la cultura, que es parte integral de nuestra vida, se considera exclusivamente un tema para burócratas, académicos, especialistas, legislación, financiamiento, acuerdos, proyectos, concursos, eventos y reconocimientos nacionales e internacionales.
Por otra parte, es importante notar que las autoridades y entidades gubernamentales tienden a estar principalmente enfocadas en cumplir con una agenda institucional y llevar a cabo programas y actividades culturales que no siempre están alineados con las políticas estatales, y mucho menos con un Plan de Gestión Regional y Nacional establecido de manera democrática.
Frente a la situación descrita, considero que es imprescindible cambiar el eje de la discusión. Debemos avanzar desde discutir temas como las políticas culturales, el papel del Estado y el mercado, el financiamiento de las entidades municipales y la estructura institucional cultural, hacia una visión que promueva una transformación a largo plazo de la vida pública a través de una ciudadanía cultural activa. La cultura está intrínsecamente ligada a un conjunto de significados completamente diferentes. En esencia, se relaciona con la capacidad de la ciudadanía para generar significados, fortalecer valores, compartir prácticas, innovar y reinterpretar nuestra identidad cultural y memoria histórica.
Ahora bien, la burocracia puede ser un desafío significativo en la gestión cultural en muchos países, incluido Chile. La complejidad de los procesos administrativos puede dificultar la ejecución de proyectos culturales y puede afectar la eficiencia y la efectividad de las iniciativas destinadas a promover y preservar las artes y la cultura.
Algunos de los problemas específicos que la burocracia puede plantear en la gestión cultural incluyen: primero, trámites prolongados: los largos procedimientos administrativos pueden retrasar la implementación de proyectos culturales, lo que puede afectar su impacto y sostenibilidad. Segundo, regulaciones complejas: la complejidad de las regulaciones y requisitos legales puede entorpecer la obtención de permisos, licencias y financiamiento para actividades culturales. Tercero, falta de flexibilidad: la rigidez en los procesos burocráticos puede complicar la adaptación a las necesidades cambiantes del sector cultural y limitar la innovación y la creatividad en la gestión de proyectos. Cuarto, recursos limitados: la asignación ineficiente de recursos públicos puede obstaculizar el financiamiento de iniciativas culturales y limitar el acceso a fondos para artistas y organizaciones culturales. Quinto, fragmentación administrativa: la baja coordinación entre diferentes entidades gubernamentales y niveles de gobierno puede generar confusiones y obstáculos adicionales para los gestores culturales.
Algunos de los problemas específicos que la burocracia puede plantear en la gestión cultural incluyen: primero, trámites prolongados: los largos procedimientos administrativos pueden retrasar la implementación de proyectos culturales.
Desde nuestro enfoque, el tema planteado no es menor en la agenda de la institucionalidad de Estado de Chile, pues, pese a los cambios gubernamentales y, en consecuencia, el reemplazo de autoridades en diversos organismos públicos, aún impera la dinámica sustentada por el modelo subsidiario, centralista y paternalista.
Además de lo mencionado anteriormente, es importante considerar algunas de las dificultades que pueden surgir cuando aquellos que toman decisiones carecen de conocimientos sólidos sobre el ámbito cultural. En la práctica, esto se manifiesta de la siguiente manera: en primer lugar, existe una falta de comprensión de las necesidades y dinámicas culturales, ya que las autoridades designadas por motivos políticos pueden no estar completamente familiarizadas con estas, lo que puede llevar a decisiones poco fundamentadas que no reflejan las realidades y aspiraciones de la comunidad cultural.
En segundo lugar, se pueden establecer prioridades erróneas, desviando recursos y atención de áreas que realmente lo necesiten. En tercer lugar, puede haber una carencia de apoyo adecuado, ya que la poca comprensión sobre la importancia de la cultura puede resultar en un apoyo insuficiente por parte de los burócratas, lo que obstaculiza el desarrollo y la promoción de iniciativas culturales importantes. Finalmente, puede generar barreras para la innovación, ya que las disposiciones tomadas por agentes inexpertos tienden a ser conservadoras o basadas en modelos tradicionales, lo que puede limitar la innovación y la experimentación en el sector cultural.
“La asignación ineficiente de recursos públicos puede obstaculizar el financiamiento de iniciativas culturales”.
Para tratar esta situación, resulta crucial promover la participación de directivos en el ámbito cultural, quienes posean experiencia y comprensión en los procesos de toma de decisiones, así como una disposición democrática que favorezca un diálogo abierto y productivo entre los gestores culturales, las organizaciones comunitarias y los encargados de formular políticas. Además, es fundamental ofrecer capacitación y concienciación sobre la relevancia de la cultura a los funcionarios públicos y ejecutivos, de modo que puedan tomar medidas más fundamentadas que respalden el crecimiento del sector cultural de manera efectiva.
En resumen, resolver estos retos demanda una estrategia global que incluya cambios en las políticas públicas, simplificación de los procesos administrativos, mejora en la coordinación entre instituciones y fomento de la participación ciudadana en las decisiones culturales. Es esencial reconocer el valor de la cultura en el desarrollo tanto social como económico, y adoptar acciones que simplifiquen su administración y fomenten su difusión en nuestra nación.
De lo contrario, desafortunadamente, los gestores culturales seguirán enfrentando un calvario burocrático significativo al tratar de llevar a cabo sus proyectos. Esta situación, claramente, puede tener consecuencias negativas en el fomento y desarrollo de la cultura, una reclamación cada vez más apremiante en una época marcada por la inseguridad, la delincuencia, la inmoralidad y otras problemáticas sociales álgidas. Estos desafíos no solo pueden abordarse mediante legislación represiva, sino también a través de cambios culturales fundamentales, una premisa que se menciona con frecuencia en el discurso político pero que, lamentablemente, no se traduce en acciones concretas en la realidad.
(*) Cientista social, pedagogo y escritor.
Eran las Indias, habitadas por indios (no hindúes), a los cuales los españoles de inmediato los consideraron bárbaros, porque no eran católicos, parecían animales, andaban a poto pelado y no conocían las buenas costumbres ni la moral europea.
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