¿POR QUÉ EXISTE EL FEMINISMO?

La lucha por la equidad de género no es “un tema de mujeres”. Para que la sociedad avance, se necesita que toda su población tenga garantías para desarrollarse y crecer por igual, cuestión que empíricamente ha podido demostrarse en los países con mayor desarrollo humano, social, económico y político. Hacer esfuerzos para reconocernos como personas, más allá del sexo, color de piel u origen es un paso hacia la humanización y una convivencia respetuosa, que tanto necesitamos.

Opinión 22/10/2018 Leonor Quinteros (*)
Cristina MUJERES
Mujeres del “El mundo pintado de Cris” Pintura realizada especialmente para la revista “Tarapacá Insitu” por la artista Cristina Orlandini

Desde la antigua tradición científica occidental, el pensamiento sobre el ser humano se ha venido preocupando de la existencia de hombres y mujeres. ¿Por qué existen  hombres y mujeres, más allá de los supuestos biológicos? ¿Ha sido voluntad de Dios o un acto de la naturaleza? ¿Es la diferencia y diversidad de la especie humana parte de su existencia misma?

Antes que las mujeres ingresaran al mundo de la ciencia, estas preguntas eran respondidas sólo por los hombres, en tanto éstos dominaban el ámbito científico, social, económico y político. Las opiniones provenían de hombres de ciencia y política, de modo que cuando las mujeres comienzan a integrarse a la discusión, ya existía una carga ideológica y política que en el transcurso de los años se había convertido y hecho parte de la institucionalidad.  

Las mujeres que se atrevieron a cuestionar los fundamentos ideológicos del problema tuvieron que enfrentarse, obligadamente y en primer lugar, a estas visiones creadas y establecidas por hombres, principalmente hombres de alto estatus, además de blancos y occidentales. Forjar un espacio para la discusión no fue nada fácil. Eran los hombres quienes estaban en el centro del universo, eran ellos los “hacedores de la ciencia y la historia”. Como consecuencia de ello, las mujeres se situaban en la periferia de la vida social y política. Este presupuesto también iba acompañado de la idea que hombres y mujeres no podían ni debían tener los mismos derechos sociales y políticos en razón de la certeza existente sobre la superioridad biológica del hombre sobre la mujer.

"Las mujeres que se atrevieron a cuestionar los fundamentos ideológicos del problema tuvieron que enfrentarse, obligadamente y en primer lugar, a estas visiones creadas y establecidas por hombres, principalmente hombres de alto estatus, además de blancos y occidentales. Forjar un espacio para la discusión no fue nada fácil. Eran los hombres quienes estaban en el centro del universo, eran ellos los “hacedores de la ciencia y la historia”."

El primer grupo que se organizó y promovió los derechos de la mujer advino con la Revolución Francesa. En 1790, inspiradas en las consignas revolucionarias de libertad e igualdad, las mujeres formaron varias organizaciones en París y no sólo redactaron un programa político con peticiones de igualdad de derechos, sino también redactaron la “Declaración de los Derechos de la Mujer”, basado en la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”. El documento trasuntaba una duda que aún sigue vigente en los movimientos feministas actuales: ¿Cómo podemos alcanzar igualdad real cuando la mitad de la población es excluida de los privilegios de los hombres? La respuesta de los “revolucionarios” franceses no se hizo esperar. En 1793 la autora del manifiesto, Mary Gouze fue llevada a juicio y guillotinada, se cerraron los clubes femeninos con el argumento  que las mujeres instigaban el odio y la rebelión contra la autoridad.

Lamentablemente, existen muchos países y contextos en que la tragedia de Mary Gouze se sigue repitiendo. Revolucionarias como ella, no sólo siguen luchando por las reivindicaciones comunes a hombres y mujeres, sino por romper con modelos, estereotipos y prejuicios establecidos hace cientos de años, y que siguen existiendo en la institucionalidad y en el diario vivir.

En el “Atlas del Género”, publicado por el INE este año en Chile, se destacan las brechas que aún existen: entre muchas otras brechas, las mujeres siguen menos remuneradas que los hombres en sus trabajos, siguen pagando más en las Isapres, siguen siendo mayoritariamente las víctimas de violencia intrafamiliar, siguen teniendo menos acceso a los cargos de representación política y menos participación laboral.

La lucha por la equidad de género no es “un tema de mujeres”. Para que la sociedad avance, se necesita que toda su población tenga garantías para desarrollarse y crecer por igual, cuestión que empíricamente ha podido demostrarse en los países con mayor desarrollo humano, social, económico y político. Hacer esfuerzos para reconocernos como personas, más allá del sexo, color de piel u origen es un paso hacia la humanización y una convivencia respetuosa, que tanto necesitamos.


(*) Socióloga iquiqueña.

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