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La porfía de Abrabam Sanhueza para consolidar un festival de teatro y danza
Este actor autodidacta fue uno de los pioneros en la gestión cultural en Iquique. Actualmente es el rostro del FINTDAZ, que este año tendrá su 17 versión.
Ha partido un imprescindible. Un hombre bueno; un artista, un profesor, un maestro. Guillermo Jorquera Morales, infatigable promotor de la cultura regional, director de teatro y consejero de verdad, dejó los escenarios que recorrió como pocos en Tarapacá cuando las luces que encandilaron a la Chinita todavía no se apagaban, este 20 de julio, en el año de la pandemia.
Arte y Cultura 01/08/2021 Reinaldo Berríos GonzálezFotos: gentileza de Ramón Jorquera
“Una pérdida grande para el teatro del Norte; un hombre que fundó el TENOR, que estuvo más de 25 años haciendo teatro desde esa institución y después, cuando estuvo trabajando en el Gobierno Regional siguió trabajando -desde el escritorio- por dignificar la cultura regional”, dice su sobrino y también actor Ramón “Moncho” Jorquera.
“Nunca se perdió ningún estreno de los artistas locales -agrega Marisol Salgado, presidenta de Sidarte Tarapacá-; nunca dejó de pertenecer a las tablas. Hace mucho tiempo que no recibía aplausos por sus trabajos, pero nunca dejó de aplaudirnos… entonces es doloroso enterarnos de su partida. Pero estamos tranquilos como gremio porque le rendimos los homenajes que se merecía en vida”.
Es cierto. Guillermo Jorquera acompañaba a los artistas de nuestra ciudad en cada uno de sus estrenos. Siempre dispuesto a colaborar, a aconsejar, a brindar una palabra de aliento a quien quisiera escuchar. Con su sombrero de ala justa, su voz de caballero de otro tiempo y su sabiduría de Quijote contemporáneo, no alcanzó a darnos la mano, como -sin duda- hubiera sido su deseo, antes de partir. Una enfermedad que se empeñó en alejarlo de nuestro lado, pudo más: sacarlo de la escena cotidiana, para dolor de cientos y -sin duda- miles de nortinos.
“Guillermo fue un gran hombre, un gran esposo, siempre acompañado de su mujer; obra de teatro que había en la ciudad, allí estaba. Y siempre acompañado de su esposa”, recuerda Geraldo Núñez, amigo y compañero de múltiples jornadas cuando se desempeñaba en el área de cultura del Gobierno Regional.
Mercedes Jorquera, su hija, señala que estuvo siempre acompañado mientras enfrentó su enfermedad. “Con mucho pesar, pero siempre rodeado de su familia. En los últimos días su enfermedad lo hizo sufrir mucho, pero como creyentes que somos pensamos que se fue en paz, se fue tranquilo”.
Guillermo Jorquera pasó por esta vida abriendo camino a todos los amantes de la cultura; dejó montajes teatrales, libros, escritos… hasta una cantata, que estrenó justo antes de la pandemia.
Su forma de ser, su templanza y su sabiduría, le granjeó el cariño de todos: “Hizo que el mundo de la cultura lo quisiera mucho, que los artistas lo quisiéramos mucho y por eso sentimos que es una gran pérdida; además él siempre estaba presente en todas las actividades culturales, se las arreglaba para apreciar el trabajo de los artistas regionales… hasta sus últimos días, cuando llegó esta pandemia y nos privó de tantas cosas y dejamos de vernos”, agrega Abraham Sanhueza, gestor cultural y director del Fintdaz.
TEATRO LOCAL
Guillermo Jorquera, tras sus estudios en Santiago, retornó a la capital regional para entregar lo que había aprendido. Con todo el entusiasmo del mundo intentó partir con una academia teatral que debía iniciar sus clases el 10 de septiembre de 1973. Vino el Golpe y todos sus sueños tuvieron que postergarse, aunque no por mucho tiempo, porque en marzo del año 1974 ya estaba realizando su primer estreno en un improvisado teatro que armaron en lo que hoy es la casa de la Dirección de Gendarmería de Tarapacá.
Durante muchos años montó obras de dramaturgos chilenos, así como obras de creación colectiva, junto a los actores que se atrevían a romper el cerco impuesto por la dictadura. También se desempeñó en la Corporación Municipal; fue director del Teatro Municipal, para terminar creando el departamento de cultura del Gobierno Regional.
“Fue uno de los impulsores del 2% de cultura del FNDR -señala Ramón Jorquera-, ese es uno de sus grandes legados. Estudió la ley para conseguir lo que se llamó el 2% para las pequeñas iniciativas culturales”. Omar Williams lo recuerda, en un homenaje que le rinde en www.edicioncero.cl, como un conocedor de las avenidas, rincones, pasajes y callejones oscuros del arte y la cultura regional; vivió en carne propia la lucha titánica para que la creación tuviera sus espacios y su expresión”.
Guillermo Jorquera pasó por esta vida abriendo camino a todos los amantes de la cultura; dejó montajes teatrales, libros, escritos… hasta una cantata, que estrenó justo antes de la pandemia. Decenas de creaciones que vivirán para siempre en la memoria de sus amistades y de su familia. “Tanto a los hijos como a los nietos les logró sembrar en sus corazones este amor a la tierra, el amor a la cultura, el respeto a las tradiciones… va a ser difícil que un gestor cultural como él sea reemplazado; ojalá que la gente que logró formar, y nosotros los hijos, los nietos -termina señalando Mercedes-, lo recuerden y lo hagan en su honra”.
Guillermo Jorquera pasó por esta vida abriendo camino a todos los amantes de la cultura.
En su libro “Teatroencanto, Memorias del Tiun-Tenor (1973-2005), se describe: “Soy hijo de la pampa, del puerto heroico, de la Cantata Santa María de Iquique y de la Virgen de La Tirana. Mis estudios primarios los realicé en oficinas, pueblos salitreros y localidades de la precordillera de la región de los tamarugos, algarrobos, sol, viento, chusca y camanchaca. Fui estudiante secundario en el Liceo de Hombres de Iquique, donde supe de Cervantes, Shakespeare, Calderón de la Barra, García Lorca, Neruda y Gabriela Mistral. Y compartí temas de la vida con mis compañeros de curso como Carlos Aguirre, Guillermo Ross Murray y Freddy Taberna, fusilado en Pisagua el año 73.
Un día tomé mi maleta ahorcada, me subí al Longino y partí hasta la capital, estudié educación primaria en la escuela Normal “Maximiano Errázuriz”, de la Universidad Católica, y en el año 1970 -ya casado y con hijos-, entré a la Escuela de teatro de la Universidad de Chile, en la mítica Escuela de la calle, Fanor Velasco. Alguna vez me crucé en los pasillos y escalas, con Víctor Jara, Bélgica Castro, Carmen Bunster, Alejandro Sieveking, y muchos de aquellos viajeros que hicieron grande al teatro chileno.
Trabajé en la Escuela de teatro de la Universidad de Chile, y en programas culturales de la Universidad Católica. En Iquique lo hice en la Universidad del Norte, en la Corporación Municipal y en el Gobierno Regional de Tarapacá, ahora que camino lento, como perdonando al viento, me doy cuenta que he envejecido siendo un trabajador de la educación, del teatro y de la gestión cultural”.
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