POTOSÍ: la capital del mundo vive de sus memorias y de la plata que aún se explota

Hubo un tiempo en el que la plata dominaba el mundo, un tiempo en el que un pequeño pueblo boliviano se encontraba entre las ciudades más ricas del planeta. Hoy, unos 400 años después de haber movido el mundo con su plata, Bolivia ni siquiera fabrica su propia moneda.

Arquitectura y Patrimonio25/04/2023 Por Roberto Ruiz (*)
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El encanto de las casas coloniales aún perdura en la que fuera la “capital del mundo”.

Ya lo dijo Cervantes, las cosas valiosas “valen un Potosí”. Durante los siglos XVI y XVII Potosí fue una de las ciudades más importantes del mundo y aquí, como en cualquier lugar en su época, la riqueza tenía nombre propio: plata. Hoy Potosí sigue viviendo a duras penas de su plata pero su historia y su ya extinta grandiosidad sigue atrayendo a viajeros de todo el mundo, otro pequeño motor para su tímida economía.

Potosí es su cerro, su Cerro Rico, donde un buen día de enero de 1545 un pastor quechua llamado Diego Huallpa se perdió con sus llamas y al hacer una hoguera para pasar la noche descubrió que algo brillaba en la tierra. Era plata. Y claro, la fiebre de la plata española no tardó en llegar y tomar posesión del cerro en abril de ese mismo año con Juan Villarroel a la cabeza.

Un buen día de enero de 1545 un pastor quechua llamado Diego Huallpa se perdió con sus llamas y al hacer una hoguera para pasar la noche descubrió que algo brillaba en la tierra. Era plata.

Desde ese momento Potosí comenzó a crecer a un ritmo desenfrenado. “En 1573 Potosí tenía la misma población que Londres y más habitantes que Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia 1650, un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.000 habitantes. Era una de las ciudades más grandes y más ricas del mundo” dice Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina.

CASA DE MONEDA

Para comprender la grandiosidad que alcanzó la ciudad es fundamental visitar la Casa de la Moneda de Potosí, hoy convertida en museo. Un firme edificio colonial, de patios interiores y balcones de madera construido entre 1759 y 1773. El museo conserva toda la maquinaria encargada de procesar la plata que era extraída del cerro. Su antecesora hizo lo propio desde 1572 durante 212 años y es que de Potosí salió tanta plata, tantísima, que se decía que con ella se podía haber construido un puente desde allí hasta España. También oirás, sin embargo, que este puente se podría haber cubierto con los cuerpos de los esclavos que murieron trabajando en la mina…

El museo mantiene intactas las instalaciones de entonces, tanto los primeros mecanismos de madera movidos por mulas y las siguientes más modernas empujadas por vapor como hasta las últimas que usaban energía eléctrica.

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El Cerro Rico, donde se estima que hay más de 500 kilómetros de túneles y galerías, desde donde se extrae la plata.

Potosí se sitúa a unos 3.900 metros sobre el nivel del mar y al pie de una pequeña montaña que marca su paisaje, el conocido como Cerro Rico. De él salió toda esa plata que volvió locos a los españoles y revolucionó el mundo entero. Hoy, aunque a duras penas, sigue en activo produciendo algo de plata y otros minerales, y con él se mantiene gran parte de la economía de la actual Potosí.

No te haces una idea de lo que el Cerro Rico fue y sigue siendo hoy en día hasta que no entras en su interior. Por unos 14 mil pesos chilenos puedes formar parte de una de las visitas organizadas para turistas que entran en sus galerías. Pero cuidado, este tipo de tour no es apto para cualquiera, si sufres de asma o claustrofobia más vale que ni te lo plantees, las condiciones una vez dentro de la mina pueden ser extremas y lo que verás en las entrañas de la montaña puede ser sobrecogedor.

En su época de esplendor el cerro ofrecía vetas de plata de metro y medio de ancho, hoy encontrar alguna de centímetro y medio ya es todo un éxito.

TOUR DE PLATA

La primera parada del tour es el mercado minero donde los trabajadores de la mina compran todo lo necesario. Como lo oyes, la explotación de la mina corre a cargo de cooperativas y cada minero ha de buscarse la vida, comprar su propio material, su propia dinamita, sus hojas de coca para mascar y encontrar un lugar en el que picar. Allí, en el mercado, los turistas pueden comprar regalos para los mineros que verán en el interior de la mina. Llevar un refresco está bien, pero llevar un cartucho de dinamita está mucho mejor.

El Cerro Rico es un auténtico hormiguero donde hay excavados unos 500 km de túneles en los que trabajan 37 cooperativas. Una maraña de galerías, todas conectadas entre ellas, donde la luz del foco de tu frente es tu única iluminación. Entras en la mina y ves túneles hacia todos lados: derecha, izquierda, arriba, abajo… por todos ellos deberás pasar entre agachado y muy agachado para no golpear el casco constantemente contra el techo. Los tablones de eucalipto aguantan enormes piedras que ponen en duda la resistencia de la madera cuando las ves sobre tu cabeza.

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Turistas de todo el mundo llegan a recorrer sus calles y conocer la historia de Potosí.

En cada galería, del éxito de los mineros se encarga “el Tío”, una figura humana con cabeza de Lucifer a la que se llevan regalos como alcohol, cigarrillos u hojas de coca para que haya suerte en la excavación. La Pachamama, la Madre Tierra, es la encargada de la seguridad de los mineros y por eso conviene no enfadarla y ofrecerle algo de bebida antes de beber nosotros mismos.

En la mina todo es estrecho, polvoriento y agobiante. Los gases lo impregnan todo y el acceso por algunos túneles llega a ser realmente complicado. Dentro, en la profundidad, se encuentran los mineros. De 6 de la mañana a 5 de la tarde se esfuerzan por encontrar una plata que ya casi no existe. En su época de esplendor el cerro ofrecía vetas de plata de metro y medio de ancho, hoy encontrar alguna de centímetro y medio ya es todo un éxito. La que queda es de poca calidad, de una Ley baja, y se exporta principalmente a Asia para la fabricación de electrónica.

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Diagrama de 1772, donde se observa cómo se pretendía racionalizar la explotación del mineral de plata.

Los expertos no le dan más de 10 años a la plata de Potosí hasta agotarse por completo. Cuando eso ocurra el sustento de Potosí se habrá acabado, y es que si hace cinco años se contaban 16.000 mineros hoy hay apenas 10.000. Y con razón, la plata escasea y las estadísticas de la mina son negras: cada mes fallecen en ellas unos 15 mineros, 10 de ellos en accidentes por derrumbes y explosiones y 5 por cáncer de pulmón. Hoy, como hace 400 años, el Cerro Rico de Potosí sigue cobrándose sus víctimas, y eso, cuando lo conoces en persona dentro de la mina bajo toneladas de tierra explotada hasta la saciedad, marca para siempre a cualquiera de sus visitantes.

(*) eldiario.es


El Cerro Rico de Potosí borbónico

Aparentemente descubierto en 1545, el Cerro Rico es un cuello volcánico erosionado que sobresale a 4,782 m. o 16.000 pies sobre el nivel del mar, con media docena de vetas mayores y más de cien vetas menores, todas extraordinariamente ricas en plata. La primera imagen icónica del Cerro de Potosí apareció en la crónica de Pedro de Cieza de León en 1549. La improbable ciudad al pie de la montaña de plata le impactó, pero más aún el Cerro Rico. Cieza dibujó la montaña y la ciudad y entregó el boceto junto con su manuscrito a un editor en Sevilla. El grabado en madera de 1553 pronto dio la vuelta al mundo, copiándose y modificándose para adaptarse a los deseos y fantasías de príncipes, inversores y posibles descubridores.

Con las reformas borbónicas ilustradas del siglo XVIII, que incluyeron la reducción a la mitad del impuesto de un quinto a un décimo (1736), la creación de una caja de ahorros (1747) y la reforma de la mita (c.1750), el Cerro Rico empezó un larga y lenta recuperación. Se abrió una nueva casa de la moneda en 1773, dotada con equipamientos de última generación, y se buscó asesoramiento sobre minería y procedimientos de beneficio de metales en todo el norte de Europa. La racionalización de la minería y los métodos de beneficio implicaron una nueva visión menos orgánica del Cerro Rico, como se observa en el diagrama de 1772, que pretende “cuadrar los círculos” y llegar al pie de la montaña. 

Las reformas borbónicas dieron sus frutos, aunque con un gran coste humano. La producción se disparó en la década de 1790 cuando los operarios de la mita trabajaron más duro aún que en el pasado, aumentando progresivamente sus cuotas de mineral y la tasa de consumo de mercurio en las refinerías ensució más agua y aire que en cualquier otro momento desde finales del siglo XVI. Sin embargo, las nuevas tecnologías y los regímenes de trabajo más exigentes no pudieron resolver todos los problemas y a medida que las minas de Cerro Rico se hicieron más profundas, el trabajo se encareció y se volvieron más propensas a las inundaciones y a los derrumbes, hasta terminar agotándose.

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La primera imagen icónica del Cerro de Potosí apareció en la crónica de Pedro de Cieza de León en 1549.

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