Producciones Carrero: Los artesanos de la música

Desde hace más de 40 años que la casona ubicada en Serrano 776 ha vibrado a través de las entonaciones y ritmos de lakitas, tinkus, cachimbos, cumbias y más, todo gracias a la constancia del oficio musical promovido por la familia Carrero desde los años 60 para la ciudad de Iquique, la región de Tarapacá y toda la macrozona norte de Chile y el extranjero.

Arte y Cultura16/05/2024
Carrero 1
Frontis de la tienda Ritmolandia en los años 70. Archivo Producciones Carrero

Retrato: Franco Miranda

“En un comienzo mi padre era relojero. Tenía un taller de relojería y joyería llamado “Relojería Técnica” en Sargento Aldea #890. Él contaba que en Iquique no había un lugar para comprar vinilos… ahí surgió la idea de instalarse con una tienda exclusivamente de discos en el año 1962”, relata Ulises Carrero Aracena, hijo de Pedro Carrero y María Aracena, quienes con su trabajo dieron origen a la masividad en el acceso a la música por décadas para el norte de Chile, mediante la venta de vinilos, cassettes y CD, para luego consolidar el primer estudio de grabación que sigue vigente.

“Él contaba que en Iquique no había un lugar para comprar vinilos… ahí surgió la idea de instalarse con una tienda exclusivamente de discos en el año 1962”

En el Iquique de los 60, las casas comerciales acercaron radios, televisores y objetos de “línea blanca”. Entre los insumos traían vinilos, pero estos eran vistos como objetos de segunda categoría: “siempre estaban arrinconados, no eran una cosa exclusiva. Además, no traían variedad”.

El boom de la música popular masiva en el país fue ideal para innovar en Iquique con una tienda dedicada exclusivamente a la venta de discos. El contexto de la industria y la incipiente tecnología que circulaba en el Chile de la época fue la inspiración para bautizar al negocio con el nombre de “Nueva Ola”, habilitando un espacio dentro del taller de relojería, el cual se fue expandiendo poco a poco. 

Lo novedoso de la propuesta y su ubicación clave en las cercanías del Mercado Centenario, motivaron el éxito del negocio. Para ese entonces, Pedro Carrero tuvo que buscar a un relojero que pudiera atender su taller para así dedicarse de lleno a la venta y difusión de su tienda en Iquique y la venta de música hacia los poblados del interior. 

Carrero 2Interior de la tienda Ritmolandia, la cual era un punto de encuentro para la juventud aficionada por la música.

Tras unos buenos primeros años de funcionamiento, la tienda tuvo un abrupto final por el incendio que destruyó por completo el Cine Nacional y sus alrededores. Esto llevó a que Pedro Carrero decidiera reinventarse y abrir “Ritmolandia” en Tarapacá #350, la cual siguió siendo la única tienda dedicada a la venta de música, inspirando a las que vinieron luego en Iquique. 

Un incendio en 1972 implicó el cierre de la tienda, lo que llevó a concentrar toda la producción y flujo de Ritmolandia en la casona de Serrano 776. Para el año 1976, con la llegada de la ZOFRI, fue posible adquirir a bajo costo diversos equipos electrónicos, entre ellos: grabadoras análogas, mesas de sonido, insumos para registro, instrumentos, amplificación y accesorios. 

Esta accesibilidad promovió el servicio de registro, grabación, masterización y diseño de más de 300 producciones musicales, elaborando un proceso y metodología de trabajo a pulso, con ingenio y perseverancia, tras el ideal de acercar la posibilidad de dar a conocer la música local al mundo a través de producciones iquiqueñas netas y, por otro lado, permitir que los músicos pudieran tener un registro de sus creaciones, memorias e identidad. 

MÚSICA DE RAÍZ

Los orígenes pampinos de Pedro Carrero, su crianza en Pachica y vida en la Salitrera Rosario de Huara, marcaron su interés por la música autóctona de Tarapacá y la posibilidad de conocer a un montón de personas dedicadas a ello, provenientes de diversas latitudes de la región.

“Se caracterizó por ser una persona empeñosa y de siempre tirar para arriba. Se le quedó grabado escuchar los cachimbos y a las bandas en los tambos, criado entre burros, mulas y pirca. Hasta última hora dijo “esta música hay que rescatarla y mantenerla viva”. Su apego por el pueblo y la defensa de la clase obrera fueron razones más que suficientes para motivarse a trabajar por cumplir el sueño de registrar las melodías identitarias, las memorias colectivas; los ritmos con orígenes aymaras y todo  lo proveniente a la fusión cultural de las fiestas religiosas locales. 

El bagaje que aportó ese contexto le permitió ir con más ímpetu hacía lo que sería “Producciones Carrero”. Para 1978, junto a su hijo Ulises, fueron quienes iniciaron un camino de registros sonoros y producción a una serie de agrupaciones musicales y artistas de estilos diversos como lakitas; bandas de bronce; ensambles de cumbia y tropicales; conjuntos de folklore; solistas dedicados a los boleros, valses y baladas, entre muchos otros.

“Aprendí mucho de música, artistas, orquestas, sinfónicas y todo lo que estaba relacionado con los vinilos”. 

En aquel entonces, Ulises Carrero tenía entre 14 y 16 años, como hijo de familia pampina, bien sabía que “aquí todo el mundo tiene que trabajar de chico y toda la familia a trabajar”. La posibilidad de tener cientos de discos a la mano incentivó que fuese creciendo su conocimiento por la música, así lo cita de sus memorias: “Iba al colegio y después en los ratos libres me iba para allá y en las vacaciones igual tenía que atender. Ahí aprendí mucho de música, artistas, orquestas, sinfónicas y todo lo que estaba relacionado con los vinilos”.

PRODUCCIONES CARRERO

Con el encargo directo a través de ZOFRI fueron llegando los implementos: una mezcladora, amplificadores, buenos monitores y cintas para grabación, así como también máquinas de escribir electrónicas, computadoras, impresoras y demases, pero lo elemental fueron las radio cassette portátiles, las que masificaron -aún más que los vinilos- el consumo de música por su fácil copia y reproducción. 

Para fines de los 70, “teníamos un estudio más o menos precario. No había mucha tecnología en ese tiempo y los conocimientos nuestros tampoco eran muchos. No había donde estudiar ingeniería en sonido. Había que meter las manos y con lo que uno escuchaba adaptarse y así quedaban bien las cosas, tanto con el folklore como con artistas de boleros o valses peruanos. Le dábamos cabida a todas las personas que no tenían la oportunidad de grabar en Santiago”.

Carrero 3En la actualidad la familia Carrero se dedica tanto a la digitalización de soportes como a los registros fotográficos, audiovisuales y sonoros.

En la medida en que iban comprendiendo el rubro, Pedro y Ulises insistieron con hacer todo el proceso: desde contactar a los músicos, elegir el repertorio a convenir, tramitar los derechos para grabar, mezclar, tomar fotografías, diseñar e imprimir las carátulas, comprar los cassette por cantidades, duplicarlos, pegar etiquetas y hacer el embalaje para luego venderlos ellos mismos, en una camioneta que iba desde la casa matriz a la tienda de Barros Arana y que terminó por recorrer desde Arica hasta Ovalle. “Hacíamos todo, no dependíamos de nadie”, enfatiza Ulises. 

“Vamos a tener nuestro propio estudio, vamos a rescatar a la gente y les daremos a conocer y así empezamos. Fue un trampolín para que muchos se motivaran  a formar más orquestas, bandas… en esos años cuando nos iniciamos nadie les daba bola. Siempre existieron, pero darlos a conocer, nada”. 

Ulises recuerda a agrupaciones completas que provenían de otras regiones y ellos les recibían, ofreciendo alojamiento, instrumentos y tiempo para que pudieran concretar sus grabaciones, las que podían tomar desde media jornada hasta tres días, dependiendo del nivel del ensayo y de la claridad de los músicos. 

Así pasaron cientos de bandas y artistas de la región de Tarapacá; Arica; Antofagasta; Atacama; Coquimbo e incluso Concepción, además de las visitas y grabaciones de agrupaciones provenientes de Perú, Bolivia y Argentina, ya que incluso les salía más a cuenta poder acercarse a Iquique, que dirigirse a grabar a los estudios de las respectivas ciudades capitales. 

Ya para fines de los años 80 y durante los 90 abrieron más estudios de grabación y mezcladoras, pero el legado de Producciones Carrero marcó a generaciones completas de músicos desde Santiago a Iquique.


De vinilos, cassettes y CD: 

Grabar, duplicar, vender

“En algún momento el disco todavía estaba vigente porque no existía ningún otro formato de reproducción musical. Nadie se iba a imaginar que iba a existir un cassette. Eran palabras futuristas, pero ocurrió (...). Importamos una grabadora multipista en cinta ancha de carrete grande, luego entró el CD y tuvimos que cambiar todo y digitalizar las matrices. El CD entró con fuerza, se vendía bastante”. 

“En algún momento el disco todavía estaba vigente porque no existía ningún otro formato de reproducción musical. Nadie se iba a imaginar que iba a existir un cassette. Eran palabras futuristas, pero ocurrió.

Cuando ocurre la baja en la comercialización de los CD por los años 2000, varias de las máquinas duplicadoras fueron puestas en venta. Las fábricas fueron desapareciendo y eso trajo consigo escasez de insumos. Para la llegada de Internet y la escucha gratuita “ahora el cassette, ni para regalo”. 

Hoy Ulises Carrero se sostiene como el testigo y artesano del legado en torno al registro y archivo sonoro de la región de Tarapacá, mientras que sus estudios de grabación siguen vibrantes y expectantes a las propuestas de los músicos de todas las generaciones que en algún momento se encuentran. 

Carrero 4Ulises Carrero en su estudio de grabación. La mesa de sonido fue traída en los años 90 y es única en la región.

Para más historia sobre el vital aporte de Producciones Carrero, puede visitar su perfil en Facebook  “Producciones Musicales Carrero” y acercarse al estudio de grabación ubicado en Serrano 776, donde además se realizan servicios de digitalización, impresiones, registros audiovisuales y fotográficos. En suma, si busca animar alguna instancia con música autóctona, puede contactar a “Carrero y su bandita” de bronces al teléfono +56991951153.

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