Un hallazgo que no deja de sorprender: BOTIJAS EN EL DESIERTO DE TARAPACÁ

El reciente hallazgo de numerosas botijas en perfecto estado de conservación en Alto Hospicio permite allegar nuevos antecedentes a la relación entre la minería y el uso de estos utensilios. Las botijas están claramente vinculadas al periodo del Ciclo de la Plata que dominó la economía regional durante toda la extensión del periodo colonial, incluyendo también el periodo de la república peruana (1824-1879) y de las primeras décadas del siglo XX, posterior a la guerra del pacífico (1879).

Arquitectura y Patrimonio02/06/2022 Paulo Lanas Castillo (*)
Botijas mina plata huantajaya 1
Las botijas encontradas en Alto Hospicio, según los investigadores, fueron hechas en tornos como la mayoría de estos recipientes.

Fotos: Gentileza de Manuel Pedreros

Mediaba la tarde en el desierto, mientras tanto un grupo de trabajadores continuaba extrayendo arena cerca al actual recinto penitenciario de la ciudad de Alto Hospicio. Justo en ese momento, emergieron, producto de la acción humana, unos cántaros en forma ovalada aparentemente hechos de greda desde el interior de una de las dunas escarbadas. Esta situación de inmediato llamó la atención de los primeros testigos, comunicándose a la brevedad con las autoridades correspondientes para que se activara el proceso de salvataje. En primer lugar, se creyó haber dado con elementos pre hispánicos, asociando dichos objetos a algún periodo del pasado de los pueblos originarios de Tarapacá. Sin embargo, y tras las primeras observaciones de los expertos, se comenzó a proponer que estas vasijas eran botijas españolas, o también conocidas como botijas peruleras. Esta noticia recorrería el país en distintos medios, llamando la atención por el perfecto estado de conservación que se apreciaba en las fotografías. Pero ¿qué son las botijas? y ¿por qué estaban enterradas precisamente en ese sector del territorio hospiciano?

Las botijas eran ya muy usadas en el viejo continente habiendo estado presentes al menos desde la época romana, variando su forma y sus técnicas constructivas.

Para poder dar respuestas debemos recurrir a la teoría y a la documentación histórica existente, más allá de los futuros análisis químicos y radiocarbónicos que deberán realizarse con las botijas que determinarán cuál era su contenido y el periodo en que fueron utilizadas. Por ahora podemos señalar que las botijas, fueron elementos utilitarios muy comunes introducidos por el español en América, situación que acontece en Tarapacá a partir de la década de 1540 producto de la búsqueda de minas principalmente la célebre Huantajaya. 

En este sentido, si nos remontamos al periodo inicial de la colonia española en América, es el comercio marítimo a gran escala desde Sevilla el que habría permitido enviar las primeras botijas hacia distintos puntos de destino en el nuevo continente[1]. Las botijas eran ya muy usadas en el viejo continente habiendo estado presentes al menos desde la época romana, variando su forma y sus técnicas constructivas. Para inicios del periodo colonial la ciudad de Sevilla se había convertido en una importante zona alfarera exportadora ante la necesidad de enviar al nuevo mundo diversos productos, mineros y agrícolas. Los puertos, pueblos y minas americanas recibirían las primeras botijas, las cuales, al carecer de asas, resultaban idóneas para ser almacenadas en las bodegas de los navíos, donde eran distribuidas en filas y en altura[2].

Botijas mina plata huantajaya 4

Imagen n°1 Acuarela del Códice Martínez de Compañón, donde se aprecia una vasija posible botija. Año 1782-1785.

Respecto al nombre botija, este tendría su origen etimológico en la expresión latina butticula, que significa tonel, barril o recipiente. Butticula se divide en las palabras “buttis” (botella) y “cula” (pequeña). Así mismo, de la palabra latina buttis encontramos su uso actual en el español castellano en botija, embutido, bota, botella, butifarra o botana, todas relacionado a la contención interna de algún objeto.

Ya introducidas en pueblos y ciudades de América, las botijas por lo general se fabricaron en espacios de producción de vinos y aguardiente, siendo muy necesarias en el transporte de estas bebidas espirituosas, donde los destinos más comunes y demandantes fueron los centros mineros de la plata del continente suramericano como por ejemplo Potosí en el Alto Perú, Hualgayoc en Cajamarca, Cerro de Pasco en Pasco, Castrovirreyna en Huancavelica o Huantajaya en Arequipa (actual Tarapacá Chile). Es por ello que existe una relación demostrada por Kendall Brown (2009) entre una mayor demanda de aguardiente y vinos en momentos en que las producciones mineras repuntaban tras un hallazgo de veta importante. Esta demanda, supuso de una necesidad de confección de las botijas peruleras en américa, que, junto con el odre de cuero, eran los recipientes más comunes para el transporte de líquidos.

Al parecer las botijas pudieran ser de confección local piqueña o matillana, aunque también existe la posibilidad que dichas botijas provengan desde otras regiones americanas, como por ejemplo el sur del Perú, específicamente sectores como Ica, Moquegua o Pisco.

LAS BOTIJAS DE TARAPACÁ

Las botijas encontradas en Alto Hospicio se aprecian fueron hechas en tornos como la mayoría de estos recipientes. Así lo delata su hechura, donde resaltan los canales o contornos circulares en toda su composición. Tal como hemos mencionado, la minería y el uso de botijas estaban muy relacionadas. Las botijas a la que aludimos están claramente vinculadas al periodo del Ciclo de la Plata que dominó la economía regional durante toda la extensión del periodo colonial, incluyendo también el periodo de la república peruana (1824-1879) y de las primeras décadas del siglo XX, posterior a la guerra del pacífico (1879). No obstante, el uso de estas se dio con fuerza durante el periodo español en el transcurso de los siglos XVII y XVIII. Las clasificaciones hechas por Goggin en la década de 1960, remiten a que el estilo de las botijas europeas es conocido como “estilo medio” usado en el apogeo de la colonia española. Su capacidad era de 1 arroba, lo que equivalía aproximadamente a 13 litros, no siendo exacta esta medida. Las más grandes llegaban a contener cerca a los 20 litros. Sobre el sitio en el que fueron halladas, podemos señalar que nos remite a las proximidades de Huantajaya, exactamente en el camino que conectaba a este mineral con las minas de Santa Rosa, distantes ambas a 5 millas de distancia (ver imagen n°3).

Entre los documentos históricos disponibles, uno de los más completos para describir el Tarapacá colonial y su sociedad de la plata del S.XVIII, es el estudio que el visitador y gobernador de Tarapacá Antonio O´Brien realizó en la década de 1760. Con el encargo de enviar al rey español informes de distinta índole, el ingeniero irlandés se interesó también por registrar la enorme producción de vino que se realizaba en Pica, Matilla y Quisma. De esta información se desprende la necesaria elaboración de vasijas, tinajas y botijas en ciertas haciendas vitivinícolas, lo cual demandaba alta producción de botijas para el transporte de agua y de los productos de la vid. Destacaban así las haciendas botijeras, a las cuales se les comenzó a denominar "Botijerías". 

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Imagen n°2 Documento del Archivo General de la Nación AGN, Perú, en este se describe la tenencia de Doña Josefa Contreras de una Hacienda denominada “Votijería” (sic) en Matilla. Año 1814.

Al parecer las botijas pudieran ser de confección local piqueña o matillana, aunque también existe la posibilidad que dichas botijas provengan desde otras regiones americanas, como por ejemplo el sur del Perú, específicamente sectores como Ica, Moquegua o Pisco. Estas regiones fueron reconocidas por su alta producción en aguardiente y según la información rescatada desde el Archivo General de la Nación en Lima, Perú, dichas bebidas también llegaron a Tarapacá, mejor dicho, a Huantajaya. Corrían los últimos años de la colonia española, y el comerciante de maderas español avecindado en Tarapacá, Don Juan Manuel Revollar, oriundo de Santander, guardaba en su casa en el mineral de San Agustín de Huantajaya 2 botijas de aguardiente de Pisco. Estas fueron inventariadas tras su muerte y avaluadas en 20 pesos reales, que era el valor al que se vendían dichas botijas en el año 1803.

Estas botijas nos hablan de un pasado casi olvidado por la memoria tarapaqueña. Un episodio que se puede denominar como el Ciclo de la Plata, donde Huantajaya fue sin dudas un centro articulador de la economía colonial. Prueba de ello es la intensa ocupación que tanto material como documentalmente se aprecia. Tarapacá se conectó al mundo a través de Huantajaya durante un largo periodo. En este episodio de la historia regional nacieron, entre otras manifestaciones, las devociones como a la virgen del Carmen de La Tirana, emergieron pueblos pampinos como Pozo Almonte y se imaginó una región minera que, con sus luces y sombras, fue la antecesora del afamado periodo salitrero.

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Imagen n°3 Mapa de Tarapacá elaborado por Henry Berghaus entre 1827 y 1832 donde se señalan los caminos y  piques mineros en la zona de Huantajaya. En color rojo se detalla la zona aproximada del hallazgo de las botijas peruleras.

Este hallazgo además demuestra la importancia de detectar los antiguos caminos que conectaban a Huantajaya con el resto de los puntos de la región, zonas susceptibles de yacimientos arqueológicos y otros hallazgos fortuitos. El desierto de Tarapacá tiene ocupaciones de importante y larga data, es por ello que se hace necesario informar a la población en general que, de encontrar elementos como estos u otros con sospecha de ser históricos, denuncie a las autoridades competentes como el Consejo de Monumentos Nacionales, así podremos resguardar estos interesantes restos del pasado, como lo hace actualmente la Municipalidad de Alto Hospicio, para que en un futuro próximo formar el anhelado museo insitu en el Monumento Nacional Huantajaya. En este sentido, actualmente se ejecuta el proyecto FIC Huantajaya: Difusión y Rescate del Patrimonio Platero Regional, financiado por el Gobierno Regional y ejecutado por la Universidad de Tarapacá Sede Iquique, el cual busca colaborar técnicamente para alcanzar dichos logros. Es tarea de todos estudiar, difundir y proteger nuestro pasado patrimonial.

(*) Académico del departamento de historia de la Universidad de Tarapacá.  


REFERENCIAS
 
[1] Solo hacia 1592 se habían enviado desde Sevilla a América más de 300.000 botijas (Hernando 2013), sin considerar las que se enviaban por contrabando. 
[2] Hernando 2013

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