A 115 años de la MATANZA de la SANTA MARÍA: la relevancia de la memoria y la investigación histórica

A 115 años del horror vivido en la Escuela Santa María, como historiadora mi invitación son las preguntas, es tensionar un diálogo ciudadano para conectar un hito doloroso con la realidad presente. Las respuestas no las tengo yo, sino que las podemos construir con la Historia como herramienta puesta a disposición de los movimientos sociales, en un compromiso recíproco con las transformaciones que nuestro país demanda.

Memoria 09/02/2023 Karelia Cerda Castro (*)
ESCUELA Escuela Santa Maria-Luis Oddo - Hrvoj Ostojic
Escuela Santa María en 1892. Foto de Luis Oddó. Colección de Hvorj Ostoic.

El pasado 21 de diciembre, se cumplieron 115 años de la Matanza de la Escuela Santa María, sin duda uno de los eventos más dramáticos de todos los que han enlutado a este puerto. Como cada año, destaca la realización de actividades conmemorativas organizadas por distintos actores sociales, lo que abre ciertas preguntas respecto de la relevancia de este hito, de la memoria y de la historia. En este artículo, se invita reflexionar desde una perspectiva histórica en torno a los efectos e implicancias de la Matanza para el presente.

El conocimiento de la historia resulta fundamental para nuestra sociedad, pues nos permite mirar hacia nosotros mismos, evaluar el pasado y proyectar el futuro, por cliché que esto resulte. Especialmente, ante escenarios tan convulsos como los que atravesaron los últimos años en nuestro país, hoy más que nunca urge poder comprender los procesos sociales más allá de la inmediatez: “no fueron 30 pesos, fueron 30 años”, y más que 30 años, podemos pensar en los últimos 50 años, incluso el pasado siglo completo, en estos 115 años tras la Matanza de Santa María.

El movimiento obrero clásico transitó por distintas formas de organización y de lucha, desde la colaboración solidaria de las mutuales a la radicalización de las sociedades de resistencia, desde las revueltas violentas e inorgánicas a las huelgas coordinadas y con un petitorio sistematizado, como fue el caso de la huelga que paralizó la pampa y el puerto en 1907, en donde la Sociedad Combinación Mancomunal de Obreros –y obreras- de Iquique jugó un rol clave. Este tránsito ha sido ampliamente estudiado por historiadores como Pablo Artaza, Sergio Grez, Sergio Gonzáles y Julio Pinto –entre otros-, quienes han destacado que uno de los elementos más relevantes fue la profundización de la conciencia de clase, desde ahí se comprende entonces el profundo impacto que generó la huelga y la posterior Matanza.

ESCUELA Incendio destruyó ESM 1928-C. Hrvoj Ostojic

Incendio que destruyó la Escuela Santa María, en 1928. Colección de Hvorj Ostoic.

A 115 años del fatídico 21 de diciembre de 1907, considero que más allá de detenernos en los hechos y datos sobre la coyuntura de la Matanza, la reflexión debiese orientarse en un sentido más amplio y de largo alcance, al análisis de esta experiencia –y de la historia del movimiento obrero en general- para comprender las dinámicas de dominación y los conflictos sociales, que son los engranajes claves para comprender cómo se articularon las transformaciones del siglo XX en el plano político, social, cultural y económico. En ese sentido, la historia nos invita a pensar el pasado más allá de hechos, más allá de la Matanza aislada sobre sí misma, sino que puesta en relación con factores estructurales que la explican y la proyectan. ¿Cuáles eran las fuerzas sociales intervinientes en el conflicto? ¿Qué lógicas e intereses estaban en juego? ¿Por qué se desata la violencia de Estado? Existen elementos de continuidad a lo largo del siglo XX que podemos identificar incluso en la actualidad al intentar responder estas preguntas.

Lejos del sentido lineal y basado en hechos (como, lamentablemente, lo aprendemos en la escuela según planes de estudio anacrónicos respecto de la teoría y praxis de la historiografía actual, y muy a pesar de los esfuerzos de las nuevas generaciones de profesionales de la educación por revertir esto), la historia se trata de la comprensión de procesos. En ese sentido, pensar la Matanza es pensar –como señalé anteriormente- en las formas de dominación y, por ende, en las relaciones de poder que determinaron los conflictos de clase entre el proletariado y las élites gobernantes del periodo. El Estado chileno se construyó desde sus albores –desde aquella romántica gesta de Independencia de inicios del siglo XIX- en sintonía con los intereses de clase de las élites criollas, que en el proceso de transición capitalista encontraron resistencia de parte de un nuevo actor social en formación: la clase obrera, la cual era producto de un tipo determinado de relaciones sociales de producción, a la vez que el germen de su decadencia. Es así, que en el contexto del ciclo de grandes huelgas obreras de inicios del XX, la respuesta estatal fue continuamente el recurso de la violencia mediante sus organismos armados, por ende la Matanza de Santa María se inscribe en una lógica reactiva por parte del Estado y las élites en defensa de los intereses de la clase que lo administra, frente a un antagonista que cuestiona su legitimidad.

A partir de este hecho, podemos también comprender que la figura del Estado no es monolítica, sino que tiene historicidad, es decir que se ha transformado a lo largo del tiempo según la presión y los conflictos de distintos sectores de la sociedad civil organizada: la concreción de derechos sociales nunca fue producto de la buena ocurrencia o voluntad de quienes administraban el poder político, sino de la negociación –en ocasiones cordial, en otras conflictivas, como en la coyuntura de la huelga de 1907- entre el Estado y la ciudadanía. En esa dirección, los cambios institucionales desde el Estado oligárquico hacia el Estado de Bienestar, y posteriormente su reconversión neoliberal en la década de 1980, forman parte de dinámicas relacionales de poder de larga data.

Salitrera - Memoria Chilena

Expuesto lo anterior, pensar dicha trayectoria histórica ofrece herramientas de análisis para los conflictos del pasado reciente de nuestro país y de nuestra región, volver sobre una nueva coyuntura conflictiva como fue el Estallido Social, en donde se desplegaron mecanismos coercitivos por parte de agentes estatales que, si bien no equivalen a la crueldad operada en la Matanza de 1907, sí responden a similares lógicas y antagonismos de clase. Más allá de los posicionamientos políticos particulares, la disciplina histórica nos permite identificar estos elementos de continuidad y ruptura para interpretar el pasado y, con ello, comprender el presente. 

Ahora bien, cada año conmemoramos a las y los caídos de la Matanza, rendimos sentidos homenajes litúrgicos que responden a la vigencia de un trauma social que ha marcado nuestra ciudad, una herida que ya no nos afecta directamente, pero que remite a una cicatriz en la memoria colectiva por los horrores acontecidos. ¿Cómo y por qué recordamos aquello que no hemos vivido en carne propia? ¿Cómo se ha estampado en nuestra ciudad el dolor ante el terrorismo de Estado de la masacre obrera más emblemática de inicios del siglo pasado? La conmemoración implica traer ese pasado conflictivo al presente vívido, es re-memorar y re-vivir un dolor que habita la memoria colectiva. Por ello, como sociedad que avanza y proyecta futuro debemos oponernos a la negación y al olvido, al simplismo de “dar vuelta la página, porque aquello ya pasó”, sobre todo porque no hay sobrevivientes para contar lo vivido; el recordar conmemorativamente nos vuelve ciudadanía activa por la no repetición y por la necesaria justicia, no sólo por las y los mártires de Santa María, sino por todos los otros contextos represivos del siglo XX –como Coruña y como la Dictadura Militar- y de inicios del XXI, por nuestros muertos y mutilados del Estallido.

La memoria es una operación necesaria para la reparación efectiva frente a la violencia del Estado, pero recordar no sólo implica un axioma individual de evocación, sino que es un fenómeno colectivo de traer al presente un pasado que nos interpela. Y la Historia nos permite trabajar sobre ese pasado, pues la historia es la ciencia de la memoria. La historia no es letra muerta, no es un relato esquemático y rígido basado en fechas, sino que es una operación científica de análisis del pasado que nos permite comprender, por sobre todo, nuestro presente, pues es desde allí que emanan las preguntas. A 115 años del horror vivido en la Escuela Santa María, como historiadora mi invitación son las preguntas, es tensionar un diálogo ciudadano para conectar un hito doloroso con la realidad presente. Las respuestas no las tengo yo, sino que las podemos construir con la Historia como herramienta puesta a disposición de los movimientos sociales, en un compromiso recíproco con las transformaciones que nuestro país demanda.

A 115 años de Santa María de Iquique, honor y memoria para nuestras y nuestros caídos, pero por sobre todo esperanzas de un futuro mejor, fundamentado en la memoria de sus luchas.


(*) Programa de Doctorado en Historia. Universidad de Tarapacá.

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