Cuando no había máquinas: el trabajo, la vida cotidiana y la construcción del desierto tarapaqueño (1765-1833)

La historiografía hasta aquí ha periodizado la historia regional en función de la macro-estructura política, Colonia-Monarquía hispana o Virreinato. También se ha dividido la historia regional en función del mineral beneficiado, metálico, principalmente plata y no metálico, primeramente, salitre. Nuestra propuesta apuesta por el funcionamiento de las unidades productivas que denominamos proto-industrias y cuya existencia involucra, afecta y define al conjunto de la sociedad regional.

Memoria 18/06/2023 Damián Lo Chávez (*)
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Parada en el sector de Dolores

¿Se imaginan a James Thomas Humberstone discutiendo con un trabajador sobre jornal y deudas con un palo a su alcance por si la discusión se tornaba violenta? Sin duda no. En las oficinas que Humberstone administró existían tres mecanismos para mediar entre las distintas dimensiones del conflicto de clases o capital-trabajo. A saber: primero un sistema de serenos o guardias privados en casos de las llamadas rebeldías cotidianas. Segundo: si estas rebeldías derivaban en motines o movimientos sociales de masas podía recurrirse al aparato del Estado a nivel local: los cuerpos de policía y, finalmente, al Ejército a nivel central. Tercero, ya entrado el siglo XX, los conflictos podían canalizarse a través de los sindicatos industriales y los tribunales del trabajo. A fines de la Época Colonial y durante los comienzos de la República peruana no existían estos mecanismos más allá de la precaria figura ad-honorem del alcalde ordinario colonial y juez de paz republicano. La historiografía sobre el trabajo y el salitre en Tarapacá ha tendido a concentrar su atención en esta etapa, definida por el impulso industrializador de la segunda mitad del siglo XIX y los conflictos capital-trabajo del siglo XX.

En abril de 1833 José Basilio Carpio, salitrero, natural del pueblo de Sotoca en la cordillera tarapaqueña, tuvo un polémico altercado con un peón en su oficina de elaborar salitres. María Salazar, vecina de Camiña, elevó una queja al sub-prefecto de la provincia, en ese entonces dependiente del Departamento de Arequipa, alegando que su hijo Antolín Barreda había sido apaleado brutalmente por Carpio al punto de dejarlo con secuelas motoras y del habla que duraron varios días. En su defensa, José Basilio Carpio alegó que Antolín Barreda era un sinvergüenza que había abusado de su confianza. 

RED FAMILIAR

Las antiguas proto-industrias dependían de una red familiar para su manejo cotidiano. El dueño normalmente era el padre de la familia y sus hijos e hijas, su esposa y sus hermanos colaboraban en diversas tareas de administración. En  este caso, la hija de Carpio, Doña Carmelita, ayudaba a su padre en la gestión de la pulpería y los libros de cuentas de los peones. Estos recibían pequeñas cantidades de dinero -muy escaso en el antiguo Tarapacá- y productos de consumo como adelanto: alimento, vestimentas, entre otros. Una vez recibido este adelanto debían compensarlo con tiempo de trabajo.  Antolín Barreda convenció- o “sedujo” según José Basilio- a la hija de Carpio para que le adelantase especies y dineros sin contarle a su padre ni registrarlo en el libro. Carpio, un domingo de ramos en que se dio descanso a los peones, llamó a Barreda y le recriminó su actitud. La discusión subió de tono, Antolín salió desafiante de la habitación-administración y fue apaleado por el mismo Carpio con un palo que tenía al lado de su mesa. Al intentar huir, Carpio le arrojó el palo, cayendo Antolín de bruces en el calichal. 

El antiguo Tarapacá era una sociedad tradicional  devota y observante del calendario católico, el culto a santos significativos y a diversas advocaciones marianas. Gregorio Morales, peón de la oficina y natural de Camiña, indicó que se encontraban “jugando a la pelota” cuando vieron a Barreda perseguido por el patrón y finalmente cayendo de bruces sobre la calichera de donde se levantó con el rostro ensangrentado.  ¿A qué jugaban los peones en su día libre, festividad de Domingo de Ramos? Posiblemente era una evolución del juego de pelota de carnaval, conocido en la Edad Media y la Colonia, consistente en que dos equipos contrarios debían llevar una pelota de un punto a otro sin muchas reglas y con mucha violencia de por medio. Este juego rudimentario con el tiempo se modernizó y devino en deportes como el futbol “soccer” o el rugby o football americano. La procedencia de la peonada y el propietario, el pueblo y quebrada de Camiña, nos indica que estas son las oficinas del extremo norte de la pampa salitrera: Pampa Negra, Salar de Obispo y Pampa de Tiliviche, las cuales se habilitaron clandestinamente para contrabandear salitre por la bahía de Guaina Pisagua durante las Guerras de Independencia.

Mapa_Oficinas_Salitreras_del_norte_de_Chile_(1890)

PROTOINDUSTRIA

Es importante no confundir, como han hecho algunos estudios sobre el salitre, proto-industrial con artesanal. En la producción artesanal el proceso productivo de un bien manufacturado está en manos de una persona o a lo sumo de un pequeño equipo de trabajo, muchas veces un núcleo familiar. En cambio, en la protoindustria,  existe una incipiente división del trabajo. Tanto el beneficio de minerales metálicos como de minerales no metálicos, exige cierta coordinación en diversas fases del proceso productivo coordinado directamente por el propietario de la oficina de beneficio, sus allegados directos, mayordomos, capataces, peones y esclavos, arrieros etc. Supone también un gran contraste con las industrias modernas. Sus dueños son, mayormente, sociedades de accionistas normalmente en el extranjero que designan administradores, también extranjeros, que supervisan mediante una cadena de empleados un circuito de trabajo mucho más complejo. 

En 1812, un escandaloso altercado se denunciaba ante el gobernador subdelegado del Partido de Tarapacá, Intendencia de Arequipa, Virreinato del Perú. En “Los Pozos” o “Pampa del Tamarugal” el salitrero Josef Jacinto Palza se querellaba contra Lucas Núñez, “cholo jornalero de Bernarda Calla”. Ambos personajes figuran en la lista de pioneros del salitre de Guillermo Billinghurst: “Los capitales salitreros de Tarapacá”, publicado en 1889. Sin embargo, con grandes errores que nos recuerdan que las ciencias históricas deben siempre buscar las fuentes primarias producidas en el contexto histórico estudiado. Palza fue mal escrito como Plaza y Bernarda, madre de Ana Vilca, mujeres indígenas pioneras del salitre, fue masculinizada como Benito. Don Guillermo, al parecer, no admitió una segunda mujer en su insigne lista de pioneros del nitrato. Volviendo a Palza, este se querelló contra Núñez supuestamente por haber ingresado a su oficina mientras él se encontraba ausente, ultrajado a su sobrina Tadea Cano y entrado con terceros a robar, jaranear y  hacer escándalo en su oficina. Esta oficina quedaba en el sector de La Tirana, actual comuna de Pozo Almonte, y es posible que haya sido con el tiempo reemplazada por una oficina maquinizada perdiéndose su rastro. Un testigo declaró  haber visto al grupo de Núñez festejar con Tadea Cano en la oficina pero con consentimiento de esta, al parecer teniendo un amorío ilícito con quien era en realidad, un enemigo de su tío y dueño de la oficina. Hace tiempo estos habían trabajado juntos y se habían enemistado por diferencias personales.

Un Domingo de Pentecostés, en una oficina salitrera vecina, propiedad de Manuel Hidalgo, se encontraron ambos sujetos en una ramada o celebración y se fueron a las manos causándose lesiones varias. Palza fue a buscar a “su gente”, criados y  esclavos, para armarlos y linchar a Núñez, frente a lo cual este huyó a refugiarse a una oficina cercana. El mejor argumento de Núñez para concluir este pleito a su favor fue revelar un polémico elemento biográfico  de Josef Jacinto Palza. Era afrodescendiente. En la jerarquía étnico-social colonial era la más baja de todas las castas, tendiente a toda clase de crímenes y vicios. Su padre Francisco Javier Palza había sido  minero en Huantajaya y su familia provenía de mulatos del Valle de Chaca en el vecino partido  de Arica. Una abuela de Palza vestía acso, ropas tradicionales aymaras, para ocultar su condición de negra. Núñez en contraste, era hijo de padre español y madre india pura, un hombre de trabajo, administrador de ingenios proto-industriales hace largo tiempo y de confianza de la elite regional. Antes de los sindicatos y las huelgas obreras, los personajes del salitre discutían sus diferencias amparados en criterios de etnia y color de piel.   

LA TIRANA

Retrocedemos una década y en el año 1793, donde pronto estaría poblado de oficinas salitreras, funcionaba la principal oficina de beneficio de metales de plata que dio origen al actual poblado de La Tirana, con toda su carga histórica en lo que refiere a cultura regional. El propietario de Oficina Nuestra Señora del Carmen era un sacerdote, Juan Bautista Torres,  también párroco de Iquique, viceparroquia de San Lorenzo de Tarapacá. Este era hijo del fundador del beneficio de minerales en el desierto tarapaqueño, Santiago Torres. Un personaje trascendental en la historia regional, tan o más importante que los grandes señores del salitre del 1900, pero lamentablemente olvidado por el paso del tiempo.   Arrendadas o vendidas las oficinas que fueron de su finado padre, Torres hijo administraba Nuestra Señora del Carmen cuando tuvo un conflicto con el herrero Antonio Torres, descrito como mulato. Los herreros coloniales eran trabajadores semi-independientes especializados y bien pagados. Pese a ello, Juan Bautista tuvo un disgusto con Antonio a raíz de estar inconforme con  su trabajo y la discusión subió de tono. Por orden del dueño del butrón, los criados –posiblemente esclavos- de la oficina redujeron a Antonio y lo flagelaron “para escarmiento suyo  y ejemplo de otros que deben guardar a los señores sacerdotes”.

En el año 1782 comenzó el ciclo del salitre en Tarapacá como un proceso destinado a fabricar localmente pólvora para abaratar costos a la minería metálica. José Mamani, indígena de Pica, es el primer salitrero documentado de la historia regional. Pueden haber existido otras explotaciones salitreras anteriores, totalmente clandestinas, pero sin registros documentales entran en el ámbito de la leyenda.  José Mamani tenía una ”sociedad” con su “patrón” José Loayza, minero de Pica, quien financió sus exploraciones y experimentos en el sector conocido como Pampa Perdiz, una porción del desierto inmediata al enclave minero de Huantajaya. San Andrés de Pica fue el primer centro logístico de esta primera explotación salitrera en la cual Mamani refinó salitre que fue presentado a las autoridades del partido para obtener una concesión legal para procesar nitrato de potasio.

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Capataz en la época colonial.

TENIENTAZGO

En 1765 hubo una peculiar compraventa ante el corregidor de Arica, cuando Tarapacá era un tenientazgo dependiente de dicha capital. Un antiguo gobernador de Tarapacá recibió una concesión para abrir un pozo, comprendiendo que había concentraciones de agua en el subsuelo de la depresión intermedia, entre ambas cordilleras, en el remoto territorio de Tarapacá. Santiago Torres compró dicho pozo pactando pagos a plazo a su propietario y, pasado un tiempo, no pudo pagar la deuda. Entregó a Manuel, hombre-mercancía nacido en África, para  saldar dicha deuda y posteriormente transformó su pozo en una lucrativa oficina de beneficio de plata. Esta ofreció menores costos a los mineros tarapaqueños que aquellas de la quebrada de Tarapacá - en manos de una antigua aristocracia tradicional-introduciendo la competencia y el mercado como factores de desarrollo de la economía regional. 

Estos casos nos permiten comprender en profundidad las características de una era de la historia regional definida por la forma de producir: la era de la proto-industria de beneficio de minerales. La historiografía hasta aquí ha periodizado la historia regional en función de la macro-estructura política, Colonia-Monarquía hispana o Virreinato. También se ha dividido la historia regional en función del mineral beneficiado, metálico, principalmente plata y no metálico, primeramente, salitre. Nuestra propuesta apuesta por el funcionamiento de las unidades productivas que denominamos proto-industrias y cuya existencia involucra, afecta y define al conjunto de la sociedad regional. Exportan fuera de las fronteras regionales y concentran diversas modalidades de trabajo, siempre distantes del ideal de un trabajo totalmente libre. Es por eso que consideramos que el hijo de Santiago Torres, el sacerdote Juan Bautista Torres, con su látigo, es el mismo sujeto histórico que José Basilio Carpio, premunido de un palo para poner orden entre su peonada. Torres, Mamani, Palza, Carpio, Vilca, Calla y otras y otros recorrieron la pampa, nombraron el desierto, exploraron sus riquezas minerales e hídricas, ensayaron el beneficio de minerales y abrieron caminos por los cuales no solo transitó el aprovisionamiento y los minerales refinados. También se abrió paso la historia misma, en ruta hacia nuestra sociedad contemporánea. 


(*) Candidato a Doctor en Historia, Universidad de Tarapacá, Museo Regional de Iquique. 

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