“QUIEBRES Y REPARACIONES”: objetos que hablan de heridas y memorias

El 6 de diciembre del año pasado fue inaugurada la nueva exposición permanente del Museo de Arte Precolombino llamada “Quiebres y Reparaciones”. Esta muestra de más de 100 objetos de diversas culturas prehispánicas podrá ser vista hasta julio de 2024. La exposición contará con una sala de mediación y una vitrina itinerante en donde participarán instituciones museales y artistas invitados, como también una nutrida programación con charlas, conversatorios, talleres y cursos.

Arte y Cultura 12/02/2024 Constanza López Cabello
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Cántaro Licantay. Más de cien objetos de diversas culturas prehispánicas exhibe la muestra “Quiebres y Reparaciones"

Fotos: Nicolás Aguayo

El sociólogo John B. Thompson (2017) dice que la producción, almacenamiento y circulación de información y contenido simbólico ha constituido una característica central de la vida social. La cultura material, entonces, es importante pues es fuente de información y vestigio de épocas pasadas. Visto así, los objetos serían construcciones forjadas en contextos históricos específicos y moldeados por las circunstancias locales, es decir, invenciones.  Sin embargo, los objetos son también cosas reales capaces de cambiar tanto en forma como en contenido simbólico a través del tiempo y el espacio; tienen una vida en sí mismos; y, por ende, son capaces de afectarnos de diversas formas. Es decir, los objetos, como dice la historiadora Lorraine Daston, “llegan a ser, se transforman y dejan de ser”.

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De esto es precisamente de lo que trata Quiebres y Reparaciones, la nueva exposición permanente del Museo de Arte Precolombino, que permanecerá abierta hasta julio de 2024. Se trata de una colección de más de 100 objetos que han sido dañados y restaurados por las propias culturas prehispánicas. Están hechos de diversas materialidades, tales como barro, madera, metales y telas, que al mismo tiempo fueron reparadas y rescatadas gracias a otros elementos. Así, se pueden ver desde vasos kero inka con refuerzos, vasijas cerámicas con perforaciones, textiles y vestimentas remendados con costuras, zurcidos o parches, entre muchas otras. En este sentido, son la fractura y su restauración la base del guión curatorial de esta exposición.

MAPUCHE

En una de las vitrinas se observa, por ejemplo, una máscara Köllóng, realizada por la cultura mapuche durante el siglo XX. Su madera agrietada fue zurcida con gruesos hilos de fibra animal. La máscara nos habla, nos cuenta una historia de su origen, nos revela su fractura y su reparación y, también, la continuidad de su vida. Más aún, no solo fue transformada por otros, sino también con mucha probabilidad transformó a sus reparadores. Y hoy, expuesta en el museo, es capaz de hacernos cuestionar nuestras propias prácticas de cuidado y reutilización de nuestros propios objetos.

En un mundo en que la crisis climática y social están desbordadas, los objetos que han sido fracturados y remendados nos hablan de cuidado y reutilización, nos hacen un llamado de atención.

Durante la inauguración de la muestra, Paula López-Wood, jefa de comunicaciones del museo, mencionó que: “esta exposición nos invita a pensar en las acciones que día a día cada uno de nosotros toma para prolongar la vida de las cosas que valoramos, de los objetos que poseemos y todo aquello que nos importa”. En el mismo sentido, Cecilia Puga, directora del museo, señaló que esta muestra “tiene que ver con las acciones que tomamos para prolongar la vida de los objetos y los ritos relevantes para nosotros y para las distintas sociedades y culturas que habitaron América y Chile”. En un mundo en que la crisis climática y social están desbordadas, los objetos que han sido fracturados y remendados nos hablan de cuidado y reutilización, nos hacen un llamado de atención.  

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Köllóng mapuche

LA FRACTURA

Durante el recorrido, dentro de las salas de exposición, los objetos detrás de las vitrinas nos interpelan, no sólo con un relato ambiental, sino también con una crítica a nuestra capacidad de convivir con las heridas. Felipe Armstrong, jefe de curaduría, mencionó que la exposición invita a observar con qué detalle y cuidado las sociedades reparan sus quiebres a través de la memoria colectiva y del arte. Al respecto, López-Wood recalca que “las piezas muestran cómo los pueblos de América asumieron las heridas de sus objetos de uso cotidiano y ritual, haciéndolos parte de su relato histórico”.

“Decidieron dejar la herida visible usando técnicas y materiales que permitieron que la huella de ese trauma material constituyera una capa más que se adhería a la historia material funcional y simbólica de esos objetos”.

Cada pieza es un ejemplo de los esfuerzos de personas y comunidades por mantener los vínculos que los unen a ciertas vidas humanas y no humanas, para restablecer la conexión con el paisaje o fortalecer la relación con los ancestros. En este sentido, durante la inauguración Puga fue enfática en decir que “las culturas representadas a través de los objetos de esta exposición pudieron haber desechado esas piezas rotas y hacer nuevas, tenían los medios y la tecnología para reparar y hacer invisible la intervención, restituyendo los objetos a su condición original”. Sin embargo, continúa la directora del Museo, “decidieron dejar la herida visible usando técnicas y materiales que permitieron que la huella de ese trauma material constituyera una capa más que se adhería a la historia material funcional y simbólica de esos objetos”. Para finalizar su discurso inaugural Puga aludió a los 50 años del golpe y cómo la riqueza del mundo precolombino e indígena nos invita a “hacer un ejercicio de memoria exponiendo objetos heridos cuya reparación hizo viable sus futuros”.

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Detalle de trapelacucha


¿Qué historia cuenta una cicatriz?

 

El recorrido completo muestra una colección de objetos en apariencia no “museables”. Sin embargo, agrega Cecilia Uribe, curadora invitada de la exposición, “sentíamos que estos objetos imperfectos nos ‘hablaban’ más que aquellos en perfecto estado”. Así, esta exposición no pretende mostrar una belleza hegemónica. Si estos objetos son preciosos, en palabras de Puga, lo son “por el cuidado del que fueron depositarios y por la voluntad de hacerlos permanecer, prolongando sus vidas, evitando la obsolescencia, reciclándolos y a pesar de sus heridas, haciéndolos participar de la vida de las personas que actuaron sobre ellos”.

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Figura Cóndor Huasi

Al final del recorrido, se puede leer en una de las paredes: “¿qué historia cuenta una cicatriz?”. Esta pregunta es una invitación a escuchar a estos objetos habladores que nos interpelan en diversos planos, desde lo ecológico a lo social, desde el cuidado a la importancia de la memoria. Los visitantes podrán dejar sus respuestas en tablillas de barro, las que a su vez se convertirán en objetos habladores. Las nuevas piezas podrán colgarse en la pared contigua para que sean leídos y escuchados por los futuros visitantes.

Una buena opción de visita, “Quiebres y Reparaciones” en el Museo de Arte Precolombino, exposición que contará con una sala de mediación, una vitrina itinerante en donde participarán instituciones museales y artistas, y una nutrida programación con charlas, conversatorios, talleres y cursos.

(*) Artículo publicado en www.endemico.org

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