EL CAMINO DEL INCA EN TARAPACA: Los hallazgos más allá de la arqueología

Hallazgo tras hallazgo. Así se podría resumir lo que ha ocurrido con el proyecto de investigación “Tarapacá en la Ruta del Camino del Inca”, que un grupo de académicos viene desarrollando en nuestra región desde hace un tiempo. Más allá de la ruta propiamente tal, de la cual poco o nada se sabía antes del 2012, el proyecto ha permitido visibilizar a las comunidades aledañas a la ruta que hoy día, empoderadas, atesoran esta herencia cultural de sus antepasados, las que están dispuestas a trabajar para ponerla en valor, para difundirla y, más aún, para trabajar en su reconocimiento como Patrimonio Histórico Nacional.

Arquitectura y Patrimonio 30/07/2020 Reinaldo Berríos
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Fotos: Ojo Zurdo

Desde un principio, esto era raro: el camino del Inca no podía tener un eslabón perdido. Se sabía que partía en el sur occidente de Colombia y llegaba hasta el centro oeste de Argentina y Chile; sin embargo, era un misterio su existencia en Tarapacá. “Se perdía en Camarones y reaparecía en El Loa”, dice María Isabel Fuentes, arquitecta y directora adjunta del proyecto.

La historia se remonta al año 2012, cuando un grupo de académicos de la Universidad Arturo Prat, encabezados por el arquitecto Alberto Prado, postuló y se adjudicó un proyecto del “Fondo de Innovación para la Competitividad”, FIC, del Gobierno Regional de Tarapacá, sobre el Camino del Inca. “Fue un proyecto innovador, porque intentamos reunir los vestigios del camino del Inca, que sabíamos existían, con una unidad de comunidades que estaban en torno del camino; por lo tanto, la idea fue generar un proyecto de Fomento Productivo en base a una puesta en valor de un vestigio arqueológico mayormente desconocido. Lo que hicimos fue, en definitiva, una activación territorial”.

“Paralelamente a este proyecto surgieron
comunidades quechuas, que hasta ahora
estaban invisibilizadas… como que no
existían. El quechua se hace presente
en la región. Surgen dos comunidades,
una en Miñi Miñe y otra en Quipisca,
que reivindicaron su origen ancestral. Y
luego se fueron sumando otras en Pica y
Matilla”.

“Esta activación territorial –señala María Isabel Fuentes- se produce a partir de la reconstitución tanto del trazado del Camino del Inca, tramo de la costa o de las tierras calientes, que se extiende entre los 1200 y 1800 metros sobre el nivel del mar, cruzando las quebradas y la pampa del Tamarugal, tanto como desde la memoria  de los pueblos originarios de la región. Surgió, entonces, la enorme importancia de las comunidades, porque sus relatos orales aportaron muchísimo para ir reconstituyendo, afinando e hilando la historia que estaba perdida, desconocida, con información dispersa; reconocimiento resultante de un trabajo compartido, de campo y de gabinete”. 

- ¿Qué se sabía antes del proyecto?

- El primer referente fue la existencia del Capacocha del Cerro Esmeralda, que es  un sacrificio de niños incas, el único que ha sido descubierto en un cerro costero; todos los otros se hicieron en la cordillera de Los Andes, por tanto ese hallazgo revela que acá hubo, sin duda, una presencia Inca importante. Un segundo antecedente es el trabajo de investigación que realizó en Quipisca, el profesor Horacio Larraín, donde recoge el relato oral de un tío abuelo de Wilfredo Bacián, dirigente de la comunidad de Quipisca. 

COMUNIDADES

Para iniciar el trabajo, “existía la necesidad de contar con la autorización de las comunidades próximas al Camino Inca y, por otro lado, tener la certeza de quienes iban a recibir este legado. De quienes lo iban a conservar, a proteger y a desarrollar. En ese tiempo, el año 2013, el estado de Chile recién había ratificado el Convenio 169 de Organización Internacional del Trabajo, OIT, y no estaba en práctica una metodología nacional para realizar una consulta indígena; de tal modo, siguiendo un modelo que se había implementado en Perú, logramos realizar  una consulta y preguntar a las comunidades si estaban dispuestas a participar del proyecto”.

En definitiva, agrega Prado, siete comunidades decidieron aceptar y trabajar con nosotros. “Y de esta forma logramos la colaboración de quienes son los llamados a cuidar este patrimonio: las comunidades. Son ellos los llamados a resguardar su herencia cultural. De ellos parten los relatos orales, que son claves para comprender aquel legado”.

Otro elemento relevante es aquél que tiene que ver con “la continuidad cultural de los pueblos. Paralelamente a este proyecto –agrega-, surgieron comunidades quechuas, que hasta ahora estaban invisibilizadas… como que no existían. El quechua se hace presente en la región. Surgen dos comunidades, una en Miñi Miñe y otra en Quipisca, que reivindicaron su origen ancestral. Y luego se fueron sumando otras en Pica y Matilla”.

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RESULTADOS

El trabajo original culminó el 2016 y en enero del 2017 se entregó el informe final. “Hemos sido muy celosos de la divulgación, porque de alguna manera este trabajo pertenece a las comunidades y son ellas las llamadas a continuar con esto. Y de hecho lo hicieron a través del proyecto PER Descubre Tamarugal”. Uno de los máximos logros que atesoran los investigadores es que, gracias al proyecto, se logró que “un grupo de personas que no se conocían, que no tenían contacto entre ellas, lograron formar la Corporación de Comunidades del Camino Longitudinal del Inca de Tarapacá, que cruza la Provincia del Tamarugal, y propende al desarrollo de sus comunidades, en torno al Camino del Inca; son las herederas y las que van a llevar adelante la reutilización de los lugares”. “Por ejemplo –señala Prado- en la actualidad la comunidad de Suca está construyendo su plaza; es la plaza por donde pasa el Camino del Inca. Ellos tomaron uno de los perfiles del proyecto y le pidieron al alcalde de Huara que la construyera. Ese es un producto, un logro del proyecto”.

UNIVERSIDADES

El Camino del Inca también ha permitido conformar una Red de Investigadores del Desierto de Atacama, RIDA, que reúne a cuatro universidades estatales de la macro zona norte, las universidades de La Serena, Atacama, y de Antofagasta; y que integran una serie de académicos que han estudiado el tema en forma aislada. “Esto parte como idea de continuidad del proyecto Camino del Inca, porque –de alguna forma- nos damos cuenta que las universidades no se han pronunciado sobre una herencia cultural importante”, dice Prado.

“En los próximos meses se va a conformar esta Red de Investigadores, que dará cuenta de la pertenencia que tienen las universidades con su herencia cultural, de manera que se hagan cargo de aportar al desarrollo local”.

A modo de resumen, señala María Isabel Fuentes: “Gracias a este trabajo, no solo logramos descubrir el trazado que tuvo este camino, que es un conocimiento que no existía; también logramos interesar e incorporar a las comunidades aledañas a la ruta, como herederas responsables de la conservación y protección de este patrimonio y además logramos que estas comunidades se unieran en una Corporación… ellos conformarán una red asociativa de turismo comunitario del Camino del Inca. Y esa red tiene la responsabilidad de crear una planta turística básica en cada uno de los puntos trabajados, en cada localidad. A ese efecto, este FIC dejó perfiles de proyectos de emprendimientos comunitarios y familiares desarrollados con cada comunidad y con todas ellas en su conjunto, para constituir la Red de Turismo Comunitario y Asociativo Camino del Inca de Tarapacá. Y desde allí, las comunidades activarán turísticamente y económicamente sus territorios dando vida a los emprendimientos que se materialicen en virtud de su esfuerzo y del apoyo estatal, en estos 340 kilómetros, aproximados, que constituyen el Camino Inca en Tarapacá”.


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PATRIMONIO MUNDIAL DE LA UNESCO

En el año 2001 el gobierno de Perú invitó a los países vecinos que comparten en su territorio la herencia cultural del Qhapaq Ñan (Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú), a generar a nivel internacional el reconocimiento, la valoración, la conservación y la protección de esta extensa red vial incaica y de los sitios arqueológicos asociados, a través de su inscripción en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco.

A partir de 2003, Chile se integra a esta convocatoria junto a Colombia, Ecuador, Bolivia y Argentina, asumiendo al Qhapaq Ñan-Sistema Vial Andino como un patrimonio común de los países andinos. En nuestro país la institución a cargo de la coordinación del Programa Qhapaq Ñan fue el Consejo de Monumentos Nacionales, la cual conjuntamente con las comunidades locales involucradas y en coordinación con otros servicios públicos avanzaron en el Programa Puesta en Valor del Patrimonio con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), de la Subsecretaría de Desarrollo Regional y de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas.

En febrero del 2013 fue presentado el expediente para ingresar a la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, los 720,79 km y 291 sitios arqueológicos asociados a la vialidad del Qhapaq Ñan, en la categoría de Itinerario Cultural. Este hecho marcó un hito muy importante tras 11 años de trabajo colectivo, multidisciplinario y transnacional en que representantes de estos países andinos emprendieron el desafío de identificar, registrar, documentar, conservar y poner en valor aquellos caminos y sitios arqueológicos que conformaban este sistema consolidado bajo la época incaica (siglo XV y XVI).

En mayo del 2013 el expediente de postulación fue declarado admisible para su evaluación por parte de la Unesco, entidad que realizó esa labor en febrero del 2014. Finalmente en el 38 Comité de Patrimonio Mundial, realizado el 2014, se decide incluir al Qhapaq Ñan - Sistema Vial Andino a la Lista de Patrimonio Mundial. El único eslabón que no forma parte de este trabajo es el de Tarapacá, porque nada se hizo por incorporarlo. Hasta ahora.

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