EL MEGATERIO DE LA PAMPA VOLVIÓ DESPUÉS DE 50 AÑOS

Medio siglo después de haber sido encontrado en plena Pampa del Tamarugal, el Megaterio volvió a nuestra región, para arrojar luces sobre nuestro territorio. Sus restos fueron hallados por casualidad mientras se buscaba petróleo, en el sector de Canchones, a fines de los años cincuenta. Se trata del mamífero terrestre más grande que habitó América durante el pleistoceno, similar a los perezosos actuales, pero de mayores dimensiones.

Arquitectura y Patrimonio 28/08/2018
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Mural del Perezoso gigante de William Stout. Todos los derechos reservados Ilustración cedida a Tarapacá Insitu

La representación en tamaño real del mítico Megaterio surge de una iniciativa de Mall ZOFRI, para revalorar la importancia de este gigante que habitó la Pampa del Tamarugal. La muestra fue exhibida en Mall ZOFRI, para posteriormente ser entregada a la Ilustre Municipalidad de Pozo Almonte -comuna donde fueron encontrados los fósiles- para potenciar el turismo educativo de la Región de Tarapacá.

El doctor en geología italiano y naturista innato, Giovanni Cecioni, se encontraba trabajando para la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) en la exploración de yacimientos petrolíferos en Magallanes. En el año 1957 se trasladó a la Región de Tarapacá, con la misión de iniciar la exploración de hidrocarburos. Fue en ese contexto que realizó un hallazgo sorprendente: cerca de Canchones encontró una serie de huesos fósiles ubicados en el subsuelo que, al poco tiempo, logró identificar como correspondientes a un Megaterio del Pleistoceno tardío.

El Megaterio era una especie de perezoso, con una envergadura física gigantesca, que desapareció del hábitat hace aproximadamente 8.000 años, después de haber permanecido como parte de un paisaje desafiante para nuestra imaginación, al menos dos millones y medio de años atrás. Los científicos señalan que este animal habitó América desde comienzos del Pleistoceno hasta hace unos 10.000 años atrás, según confirman los últimos hallazgos en Perú, Venezuela, Argentina, Cuba y Chile. 

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Esqueleto de Megaterio, en el Parque Calafate, en la Patagonia, Argentina.

MUSEO DE HISTORIA

Alejandro Cecioni, también geólogo e hijo del descubridor, nos señala que “una vez descubierto los huesos fósiles y habiéndolos identificado como un Megaterio Pleistocénico, mi padre procedió a descubrir todos los huesos que formaban este animal y a numerarlos en forma individual para tratar de reconstruirlo. Como entendió la importancia de este descubrimiento, en el sentido de que, en esta vasta área del norte chileno, actualmente tan árido, una vez hubo vegetación y animales, envió en esos años toda la recolección de huesos muy bien clasificada al Museo de Historia Natural de Santiago”.

En ese lugar estuvieron guardados hasta hace poco, cuando el interés de un grupo de entusiastas iquiqueños, liderados por Pablo Cañarte, dio con los restos. “Pablo Cañarte, con su tenacidad y esfuerzo, ha revivido un evento que estaba olvidado en alguna caja. Él entendió la importancia de este descubrimiento y ahora la comunidad conocerá que durante el Pleistoceno tardío, hace unos 100.000 años atrás, Chile tenía un clima, vegetación y fauna similar en sus extremos geográficos”, agrega Cecioni. 

El Megaterio era una especie de perezoso, con una envergadura física gigantesca, que desapareció del hábitat hace aproximadamente 8.000 años, después de haber permanecido como parte de un paisaje desafiante para nuestra imaginación, al menos dos millones y medio de años atrás. Los científicos señalan que este animal habitó América desde comienzos del Pleistoceno hasta hace unos 10.000 años atrás, según confirman los últimos hallazgos en Perú, Venezuela, Argentina, Cuba y Chile.

GRANDES RÍOS 

Uno de los expertos que también ha participado del proceso de rescate del Megaterio, es el hidrogeólogo Orlando Acosta, quien señala que “el retorno del Megaterio del Tamarugal nos permitirá –sin lugar a dudas- mirar con otros ojos el territorio de la Región de Tarapacá. Hace unos 15.000 a 20.000 años, por las quebradas de Aroma, Tarapacá, Quisma, Chacarillas, y otras, bajaban grandes ríos de la cordillera, que descargaban sus aguas en la Pampa del Tamarugal, donde se formaban lagos permanentes. El más grande de esos lagos estuvo localizado a los pies de los geoglifos de Pintados. Referencialmente podríamos decir que tenía unos 5 kilómetros de largo por unos 4 kilómetros de ancho, es decir, tenía una superficie aproximada de unas 2.000 hectáreas”. 

El hidrogeólogo agrega que “la denominada Era del Hielo corresponde a la última de las glaciaciones que afectaron a la Tierra, y consistió en un período de larga duración en el cual bajó la temperatura global, dando como resultado una expansión del hielo continental de los casquetes polares y los glaciares. Pero esa imagen de paisajes blancos y fríos cubiertos de hielo, corresponden a otras latitudes. En la Región de Tarapacá el clima no era tan frío, y lo relevante es que el enfriamiento del Océano Pacífico permitió que los frentes que provienen del Amazonas llegaran permanentemente hasta aquí, generando un régimen de lluvias muy, pero muy superior a las lluvias que actualmente suelen ocurrir en la zona altiplánica”, señala Acosta. 

“En esa época, la Pampa del Tamarugal dejó de ser un desierto: había lagos y ríos permanentes, y gracias a ello, también había abundante flora y fauna, incluyendo megafauna como el Megaterio. La verdad es que, hablando en tiempos geológicos, Tarapacá casi siempre ha sido un desierto, salvo contadas ventanas climáticas como la Era del Hielo.  Sabemos por ejemplo que además de este lapso, hubo otros períodos abundantes en lluvias hace 2.500 a 4.800 años atrás, y luego otro mucho más cercano a nuestro tiempo entre los años 900 a 1.300 después de Cristo”, puntualizó Acosta.

“En esa época, la Pampa del Tamarugal dejó de ser un desierto: había lagos y ríos permanentes, y gracias a ello, también había abundante flora y fauna, incluyendo megafauna como el Megaterio. La verdad es que, hablando en tiempos geológicos, Tarapacá casi siempre ha sido un desierto, salvo contadas ventanas climáticas como la Era del Hielo”. 

UN PLANETA QUE CAMBIA 

Alejandro Cecioni está feliz de que el trabajo de su padre pueda ser atesorado después de cincuenta años. “Para mi familia y en particular para mí, es un orgullo poder mostrar los esfuerzos de mi padre que son útiles para la ciencia y especialmente para nuestro país. Con este tipo de trabajos se puede entender mejor la evolución de la Tierra y cómo ha cambiado el planeta a través de la historia”. 

Para Orlando Acosta “el rescate de este suceso, que había sido completamente olvidado por años, tiene una importancia multidimensional para la sociedad tarapaqueña. Por un lado, contribuye a fortalecer la comprensión de la evolución histórica del territorio, realza la importancia que tiene valorar el patrimonio cultural local, y reafirma conceptos de pertenencia e identidad regional. Pero en otro ámbito, permite que la gente comprenda que la variabilidad climática ha sometido y seguirá sometiendo a la humanidad a cambios significativos para los que hay que estar preparados. Para planificar cómo nos adaptaremos a la variabilidad climática del futuro, tenemos que estudiar el clima del pasado, que en Tarapacá ha tenido cambios fascinantes hasta hace muy poco tiempo. En ese sentido, podemos decir que el Megaterio se extinguió porque no pudo adaptarse a la continua disminución en la disponibilidad de agua y alimento, a causa del clima”.

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