
OPROBIO Y OLVIDO: La Industria Ballenera en Tarapacá
Probablemente muchos jóvenes, cada vez que pasan por las ruinas de lo que fue la ballenera de Bajo Molle, quedan intrigados sobre lo que allí se hacía hace más de medio siglo. Se trató de una actividad económica que llegó a extremos irracionales y sobre la que hoy pesa una rotunda condena ética por parte de casi toda la comunidad internacional: la caza de ballenas en Iquique.
Memoria 08/02/2019 Damián Lo Chávez
A los iquiqueños más jóvenes siempre les ha llamado la atención la presencia de grandes instalaciones industriales en desuso al sur de la ciudad. Es curioso lo poco que sabemos en realidad de estas ruinas. Existe una amplia investigación respecto de la historia económica y social del salitre y de la plata, y en menor medida del guano. Sin embargo, sobre la cacería industrial de ballenas pesa un silencio historiográfico que es menester quebrar para una comprensión más completa de la historia regional. La cacería de ballenas en Chile data de mediados del siglo XIX, en su forma artesanal. Arpones manuales y métodos rudimentarios de faena y procesamiento del cetáceo. Hacia finales del siglo XIX, capitanes escandinavos trajeron métodos modernos de cacería de ballenas a esta incipiente industria focalizada en la zona sur del país. En el año 1900, Carlos Andwanter, industrial de origen alemán radicado en Valdivia, inició junto con otros socios la Compañía Industrial de Chile, conocida como INDUS. Los orígenes de la Compañía fueron modestos, con una pequeña planta en Corral, cerca de Valdivia, una pequeña flota de buques cazadores y un buque factoría de mayor envergadura que podía procesar el cetáceo en alta mar. Sin embargo, hacia la década de 1940 la empresa se había convertido en una de las compañías más importantes del país con una amplia gama de productos: jabones varios, lubricantes, aceites, químicos, alimento para ganado y productos para consumo humano. En todos estos elementos se utilizaban grasas, carnes y huesos de ballena. En 1943, la compañía inauguró una gran planta en Quintay, provincia de Valparaíso. Desde esta planta la compañía podía operar en toda la zona central del país.
Foto: propiedad de Luis Guerrero, ex empleado de la Compañía Industrial
“El éxito inicial de la planta fue efímero. La intensa cacería disminuyó gravemente la población de cetáceos”
PETROGLIFOS
Las costas del norte eran famosas por la alta presencia de cetáceos. Desde tiempos remotos, pictogramas, petroglifos y crónicas del periodo de contacto nos hablan de la caza de ballenas por parte de los habitantes costeros de lo que hoy es el norte chileno. Incluso en las postrimerías de la colonia, el virrey del Perú ordenó apostar vigías en la aldea de Iquique para evitar la caza ilegal de ballenas por parte de buques ingleses. El fin del ciclo de expansión del salitre en 1918, y el colapso definitivo de la economía salitrera con motivo de la crisis mundial de 1929, trajo a la provincia una gran crisis social y económica. La ciudad y la pampa se despoblaron rápidamente, las oficinas paralizaron y los pueblos pampinos quedaron, en su mayoría, en ruinas. Ante esta realidad, el Estado y las autoridades, presionados por la sociedad civil, implementaron algunas medidas para incentivar nuevas industrias que permitiesen reactivar la economía regional. Entre estas, otorgar facilidades para el desarrollo de la pesca industrial en la década de 1950, como ciertas ventajas tributarias en la internación de maquinarias, antecedentes lejanos de la posterior Zona Franca. Existían ventajas en la provincia para ello: el capital humano, ex obreros salitreros acostumbrados al trabajo industrial, y el recurso natural pesquero. En 1954, representantes de la INDUS visitaron Iquique y dialogaron con las autoridades provinciales para asegurar mejoras de infraestructura y servicios de agua y electricidad que permitiesen el funcionamiento de una gran planta dotada de tecnología de punta al sur de la ciudad, en el ex embarcadero salitrero de Caleta Molle, que había tenido cierta actividad portuaria antes de la Guerra del Pacífico. Es así como la planta fue inaugurada un 10 de diciembre de 1957. Fue la planta más moderna de Sudamérica y los registros de la INDUS nos hablan de una gran cantidad de trabajadores, empleados y altos volúmenes de producción durante el periodo 1957-1963. En 1961 llegaron a trabajar 1266 personas en la planta, entre obreros, jefes de sección y empleados administrativos. El proceso de producción no se detenía jamás, dividiendo cada día de trabajo en tres turnos de ocho horas. Sus trabajadores desarrollaron una rica sociabilidad, incluso participaron con su propio equipo en la liga de fútbol gremial de la ciudad. Los habitantes de la ciudad aficionados al ciclismo hacían periódicamente su “vuelta a la ballenera”, incorporando así la planta a la vida cotidiana de la población. En aquellos años en la opinión pública no había cuestionamiento moral respecto a la caza de ballenas, ni siquiera en distintos polos del espectro político. Chile ni siquiera adhirió a la Comisión Ballenera Internacional y su estricta cuota anual de caza, debido a que la INDUS tenía como accionistas a poderosos hombres de negocios, entre ellos la familia Edwards, quienes dictaron la política ballenera a los gobiernos del país. El éxito inicial de la planta fue efímero. La intensa cacería disminuyó gravemente la población de cetáceos. Considerando que las ballenas tienen ciclos reproductivos extensos y largas infancias, son susceptibles de verse al borde de la extinción cuando enfrentan la moderna tecnología: cañones arpones con explosivos y barcos a diésel equipados con radares. Los barcos cazadores debían ir más lejos para cazar menos, aumentando los costos de producción de la empresa. Además, la ballena descompuesta en un trayecto más largo generaba subproductos de menor calidad. La INDUS, asociada en ese entonces a capitales japoneses, decidió abandonar paulatinamente las faenas balleneras. En 1964 la planta permaneció cerrada y en 1965 fue parcialmente desmantelada y clausurada de forma definitiva. En la zona sur y centro del país generaciones completas desarrollaron una tradición ballenera con una identidad cultural transgeneracional vinculada a dicha industria. En Iquique solo fue una etapa pasajera para muchos obreros y empleados que no alcanzaron a vivir ni siquiera una década de experiencia laboral ballenera. Finalmente la planta de Quintay terminó sus operaciones en 1967. La INDUS fue absorbida en 1982 por la compañía británica UNILEVER, con la que estaba asociada desde 1954, terminando con largas décadas de industria nacional.
Las ruinas de la planta de Molle permanecen actualmente divididas entre la Armada de Chile, la Ilustre Municipalidad de Iquique y la Universidad Arturo Prat. Estas ruinas tienen características interesantes: quedan pocas instalaciones visibles y bien conservadas de plantas balleneras en el mundo. Este sitio histórico nos habla de una actividad económica que llegó a extremos irracionales y sobre la que hoy pesa una rotunda condena ética por parte de casi toda la comunidad internacional.
(*) Magister © en Historia de la Universidad de Tarapacá. Licenciado en Historia de la Universidad de Chile. Investigador asociado al Centro de Investigaciones Patrimoniales de la Universidad de Tarapacá.
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