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PASANDO LA PANDEMIA EN BAVARIA

“La vida social disminuyó drásticamente de un momento a otro. Sólo se permite salir para ir de compras o a citas con el médico; incluyendo visitas al psicólogo en caso de mucha necesidad. Se puede pasear en familia y hacer ejercicios en espacios abiertos”.

Actualidad 16/06/2020 Leonor Quinteros (*)
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Hace algunas semanas llegué a vivir a Alemania por al menos dos años con el objeto de realizar un doctorado en Sociología de la Familia. Como de niña ya había vivido mucho tiempo en Alemania, la cultura y las costumbres germanas no me parecieron extrañas ni desconocidas, de modo que pensé que tenía el suficiente conocimiento para poder vivir sin sobresaltos en el estado de Bavaria, en el sur de Alemania. Sin embargo, la cultura, como acto creativo del ser humano en sociedad, nunca deja de sorprender; y ahora con la pandemia viral este fenómeno cobra mayor potencia, incluso en un país tan ordenado y eficiente como Alemania.  

Al principio, no tomé muy en serio la noticia de la propagación del COVID 19. Pensaba que era una histeria pasajera. No obstante, la situación cambió drásticamente cuando el Primer Ministro bávaro Markus Söder daba a conocer todas las mañanas a la misma hora las cifras de infectados y muertos por el virus. Desde un principio, no sólo dio a conocer el número de contagiados, enfermos y muertos, sino también las medidas que se iban a aplicar para contrarrestar los efectos de la pandemia. El sábado pasado, Söder anunció: “No vamos a cerrar Bavaria; no vamos a encerrar Bavaria, pero vamos a bajar la actividad pública cercano a cero”. Luego vino una larguísima lista de medidas que no sólo tenían relación con el comportamiento individual de cada habitante en el territorio bávaro, sino aquellas de apoyo del gobierno a artistas, vendedores, restaurantes y trabajadores independientes en general. Al día siguiente, cien millones de euros ya estaban a disposición de profesionales independientes y empresas de hasta 250 trabajadores. 

La vida social disminuyó drásticamente de un momento a otro. Sólo se permite salir para ir de compras o a citas con el médico; incluyendo visitas al psicólogo en caso de mucha necesidad. Se puede pasear en familia y hacer ejercicios en espacios abiertos. Para evitar el acaparamiento de productos, los supermercados están abiertos todo el día en horario extendido, así como también lo están negocios que expenden bebestibles y alimentos. Está prohibido llevarse más de un paquete de papel higiénico. También funcionan normalmente las farmacias, los bancos, el correo, las empresas de limpieza, gasolineras y negocios que venden alimentos para mascotas. Se han cerrado todos aquellos negocios que no se consideran de necesidad vital, tales como los malls, las peluquerías, aunque sean lugares de encuentro de personas, especialmente los restaurantes, los bares, las canchas de fútbol y centros deportivos. “Quédese en casa, por favor” pedía Söder, “salga sólo en situaciones excepcionales, no haga fiestas en casa, no invite a niños a su casa”.

Luego vino una larguísima lista de medidas de apoyo del gobierno a artistas, vendedores, restaurantes y trabajadores independientes en general.

Las autoridades alemanas gozan de credibilidad y alta legitimidad ante la población y todas las tendencias políticas. La ciudadanía, salvo muy pocas excepciones y algunas mínimas observaciones que se hicieron en un comienzo a su accionar, las apoyaron y respaldaron. Como era de esperar, los ciudadanos siguen al pie de la letra las instrucciones emitidas. Los resultados de este esfuerzo ya están dando frutos: la tasa de contagio en Bavaria está disminuyendo. 

Los alemanes tienen fama de ser fríos y distantes, aunque a veces esto se confunde con la actitud tímida que muchos alemanes asumen a la hora de entablar relaciones sociales. Vivo en un pequeño pueblito en las afueras de Múnich. En mi barrio, no hay niños ni jóvenes, y el único contacto que había tenido era con personas de la tercera edad que me manifestaban su molestia por no haber tratado la basura, al eliminarla, según las reglas de separación de residuos, por poner la música a un volumen alto, por haber dejado la bicicleta fuera de la casa y no en el sótano, como es debido. Confieso que todas estas veces me molesté con la exagerada fijación hacia las reglas y orden. 

De hecho, sólo supimos de un grupo de personas que fueron multadas por haber hecho un asado entre amigos en Múnich. Fueron denunciados tras haber subido fotos del evento en las redes sociales. Aun con la mayoría de la población cumpliendo las reglas para enfrentar la pandemia, las multas por infracción a las normas fijadas por el Estado para combatir la propagación del Coronavirus pueden llegar ¡hasta 25.000 euros! 

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Fotos: Gentileza de Leonor Quinteros


UN SIMPLE GESTO SOLIDARIO

Pensé que la vida me iba a ser difícil entre tanta regla y aislamiento. Sin embargo, no he dejado de sorprenderme por la actitud amable y solidaria que ha tenido la mayoría de los alemanes de este pueblito hacia mí y a mi hijo Antonio, por quienes he sido regalada con muchos gestos de amor. Miradas amables, sonrisas luminosas y hasta se me obsequió un paquetito con jaboncitos aromáticos, dejado en la puerta de mi casa por algún vecino o vecina. El paquetito decía “Hola vecinos, como ahora lo más importante es mantener distancia y lavarse las manos, les dejo de esta manera un pequeño saludo. Por favor cuídense y manténganse sanos.” 

Increíblemente, Ahora que el contacto social debe evitarse he sentido más cercanía con las vecinas y vecinos del pueblito; y sé que podré contar con ellos si me llega a pasar algo. Y eso es lo más importante.  


(*) Socióloga iquiqueña


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